póstumas encontramos además este libro publicado con títulos muy diferentes. H. P. Barfod, en Af Søren Kierkegaards Efterladte Papirer, apuesta por A. P. Adler, hans ‘Aabenbaring, Skrifter m.v. [A. P. Adler, su «revelación», escritos, etcétera]. Por su parte, la primera traducción al inglés a cargo de Walter Lowrie en 1955 se publica como On Authority and Revelation: The Book on Adler, or a Cycle of Ethico-Religious Essays [Sobre la autoridad y la revelación: El libro sobre Adler o Ciclo de ensayos ético-religiosos], mientras que la versión inglesa de Howard V. Hong y Edna H. Hong de 1998 presenta el título más conciso de The Book on Adler [El libro sobre Adler].
Probablemente El libro sobre Adler sea una de las obras menos conocidas de Kierkegaard. Tal y como apunta George Steiner13, es de suponer que la oscuridad que acompaña a este tratado se deba a su génesis, es decir, al hecho de que Kierkegaard no se atreviera a divulgarlo en vida para no perjudicar a Adler y de que posteriormente apareciera publicado alejado de su contexto histórico como una obra póstuma junto a otros muchos escritos. Sin embargo, esta ausencia de publicidad no implica de ningún modo que podamos calificar BOA como una obra menor de Kierkegaard. Ya hemos visto cómo el propio Kierkegaard se debate durante mucho tiempo entre la decisión de no publicar la obra para no causar problemas a Adler y la convicción de que debería sacar a luz su texto al considerar que trata cuestiones muy relevantes, por lo que es un libro que merece ser leído14. Autores como Hohlenberg15, Cavell16 o Peñalver17 destacan la importancia de esta obra en el conjunto de la producción del filósofo danés. Todos ellos coinciden en afirmar que BOA es un libro que muestra el pensamiento de Kierkegaard como ningún otro, seguramente a consecuencia de las peculiaridades de su gestación.
El problema central de BOA es, sin duda, el de la autoridad. En este libro, Kierkegaard analiza en profundidad dicho concepto aplicado a la fe religiosa en el contexto de la iglesia danesa. Si bien es un tema que está presente en muchas de sus obras (Sobre el concepto de ironía18, La repetición19, Afsluttende uvindeskabelig Efterskrift [Postscriptum no científico concluyente], La época presente20, Discursos edificantes21, Kjerlighedens Gjerninger [Las obras del amor], Christelige Taler [Discursos cristianos]), sin embargo, en BOA ocupa un lugar central y es abordado con mayor profundidad. Kierkegaard plantea aquí con claridad cómo tanto el individuo, representado por el personaje de Adler, como la propia institución de la Iglesia del Pueblo Danés, confunden el concepto de autoridad al no entender todo lo que implica la obediencia. Por un lado, Adler no entiende que no puede servir a dos amos y, habiendo recibido un encargo divino, debe alejarse de la iglesia (y no servirse de ella) para mantenerse firme en sus convicciones y comprobar que está en lo cierto. Por otro lado, la iglesia elude afrontar el problema central de la obediencia a Dios que se plantea cuando Adler afirma haber tenido una revelación y resuelve el caso alegando demencia por parte de Adler.
No obstante, El libro sobre Adler es una obra compleja en la que se abordan temas muy dispares, no solo del ámbito de la filosofía (como la crítica al hegelianismo que siempre está presente en Kierkegaard) o la teología, sino también de la psicología22, la política o la estética. Entre otras, cabe destacar las reflexiones de Kierkegaard en torno al concepto de «significado», explicando cómo hay palabras o expresiones, como «revelación», que podemos y debemos comprender sin ser capaces de definirlas. Kierkegaard utiliza el ejemplo de Adler para defender los conceptos dogmáticos, es decir, para reivindicar que la razón no puede apropiarse de dichos conceptos ya que son exclusivos del ámbito de la fe. Con ello nos recuerda que para comprender una expresión religiosa hemos de ser capaces de compartir el mismo punto de vista, la misma concepción de la vida, y que esto no se produce precisamente a través de la razón. Así pues, «perder la razón» o «dejar de tener razón» pueden ser condiciones esenciales para alcanzar dichos conceptos dogmáticos.
Otra idea sin duda interesante que se desarrolla en esta obra es la diferencia entre el «escritor genuino» y el «escritor de premisas» (el falso escritor) en función de la relación moral que cada cual establece con su propia obra y con el público. El escritor genuino es aquel que posee una concepción propia de la vida y eso le permite ofrecer a su época lo que necesita para superar aquello de lo que esta adolece. En cambio, el escritor de premisas o falso escritor se aprovecha de la enfermedad de su época y se dedica a satisfacer las exigencias de esta en provecho propio. El escritor genuino tiene algo que comunicar y debe hacerlo por el bien de todos; el falso escritor, aunque debería callar, pues no tiene nada que comunicar, se expresa de cualquier modo con el fin de captar la atención del público para así existir como escritor, aunque realmente no lo sea. Kierkegaard relaciona además esta oposición con la del «genio» frente al «apóstol», es decir, aquel que nace con un don, aunque no por ello deja de ser un esclavo de su época, frente a aquel que inesperadamente recibe la llamada de Dios y que, por tanto, está autorizado para transmitir el mensaje divino. Una diferencia que Kierkegaard considera extremadamente relevante para entender los límites de las esferas estética, ética y religiosa, y que afirma no haber tratado deliberadamente en ninguna obra anterior23.
En definitiva, nos enfrentamos a un texto sumamente peculiar en su estructura y diversidad temática (sin dejar de tener un clarísimo hilo conductor) que, pese a estar referido a un hecho tan concreto como la destitución de un pastor danés, y pese a pretender dar en parte respuesta a una época también tan concreta como el importante contexto histórico en el que surge (que no es otro que el ambiente convulso inmediatamente anterior a las revoluciones de 1848), no deja de tener un carácter intemporal, tal y como Kierkegaard comenta al final de su introducción: «He planteado mi tarea como de costumbre, es decir, con independencia de la época histórica en la que desarrollo el estudio, de modo que el razonamiento podrá leerse en cualquier otra época gracias a su carácter universal e ideal»24. Por este motivo, asuntos como la superficialidad de la masa que limita y reprime al individuo, o la facilidad con que el contexto social fomenta el engaño de los propios individuos, son tratados con una agudeza extraordinaria y resultan de una sorprendente actualidad.
Valencia, enero de 2020
EIVOR JORDÀ MATHIASEN
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1. Stanley Cavell lo describe como un «espejo que refleja la imagen de su época». S. Cavell, «Kierkegaard On Authority and Revelation», en Íd., Must We Mean What We Say? A Book of Essays [1969], Cambridge UP, 1994, p. 151.
2. G. W. F. Hegel, Philosophie des Rechts, Jub., vol. 7, p. 24.
3. Adler escribe en Nogle Prædikener que en dicha revelación Jesús le ordenó quemar todas sus obras anteriores (de carácter hegeliano) para predicar una nueva verdad.
4. S. Kierkegaard, Discursos edificantes. Tres discursos para ocasiones supuestas, ed. y trad. del danés de D. González, Trotta, Madrid, 2010 (Escritos de Søren Kierkegaard, 5).