MENTIRAS, AUTOENGAÑOS Y DESENGAÑOS
5.1. Noticias falsas y el embuste de la posverdad
1. LUCES Y SOMBRAS EN EL OCÉANO VIRTUAL
1.1. Las redes de la Red como cobijo
1.2. Curiosidad, inquietud, entre la acción ciega y la indolencia
2. REALIDAD DEL VÍNCULO VIRTUAL
2.1. Desengaño y escepticismo: refugio o agonía
2.2. Culpabilidad y autoindulgencia
3.1. Lo perverso en el filo de una tecnología que no cesa de crecer
5. LA RED, NUEVA INTEGRANTE EN LOS GRUPOS
5.1. ¿Grupo psicoterapéutico virtual?
DISCORDANCIAS EN UN MUNDO GLOBALIZADO
1. ¿DECONSTRUIR LA GLOBALIZACIÓN?
1.1. Lo digital: una quinta dimensión
2.1. En las profundidades del big data
3.1. Un apunte sobre la muerte
4. HACIA INSOSPECHADOS HORIZONTES
EPÍLOGO: UNA PANDEMIA EN LA RED
BIBLIOGRAFÍA
En una metáfora feliz, Kahn y Antonucci (1980) describieron al núcleo social que nos rodea en la vida —familia, amigos, colegas, relaciones de todo tipo— como un convoy de barcos, una flotilla de la que somos parte y que nos acompaña —siguiendo reglas establecidas si bien cambiantes de proximidad-distancia, configuraciones e intercambio de señales— mientras navegamos el mar del devenir del tiempo. El curso de nuestra vida y la del entorno social navega a veces lenta y serenamente, a veces golpeados colectivamente por los vientos de los conflictos sociales que desordenan a la flotilla, a veces perturbado puntualmente si la vida te golpea con sorpresas.
Con el correr del tiempo, esa flotilla significativa que nos rodea va mutando. Los barcos más antiguos, más importantes y centrales en su momento van tomando distancia o desapareciendo, reemplazados en parte por otros construidos en astilleros coetáneos o aun más recientes, los que a la larga también se desapegan en parte cuando, a su vez, se rodean de su propia flotilla, compuesta por algunos navíos en común con la nuestra. Muchos otros se organizaron alrededor de otros núcleos en tanto que nuestra propia flotilla inmediata merma; los barcos que nos han rodeado van distanciándose o haciendo agua y acaban yéndose a pique, a menos que sea el nuestro el que lo haya hecho antes… y, si no, lo hará cuando nos llegue el momento.
Rica visualmente como tiene que ser toda metáfora, la de la flotilla se hace insuficiente cuando incorporamos la noción de que cada uno de los miembros de una red social dada posee a su vez su propia red social individual, lo que introduce una multidimensionalidad que sobrepasa a la bidimensional de la superficie del mar donde navega el convoy, por lo que merece la pena explorar otras figuras que se acerquen más a una descripción caleidoscópica.
Por definición inherente a su exploración (Descríbeme TU red social), cada uno de nosotros somos existencialmente el centro de nuestra trama social, de nuestra red social personal. Cuando trazamos los confines inclusivos de la red, yo de la mía o tú de la tuya, lo hacemos a sabiendas de que cada uno de aquellos a quienes hemos incluido en vuestra red es también un habitante central o periférico de muchas otras redes, a veces redundantes y superpuestas a la nuestra (la red social personal de mi hermano menor se superpone en parte con la mía, pero contiene a amigos y compañeros de trabajo y miembros de la red de su esposa que mi hermano incluye en la suya y yo no en la mía ya que ni los conozco), a veces en inserción muy periférica (ni idea de quiénes constituyen la red social de mis vecinos, ese con quien solo intercambiamos saludos y comentarios acerca de esa neviza de anteayer, red en la que merecemos ser incluidos respectivamente en un rincón periférico, en tanto nos conocemos y, en caso de necesidad, puede que jueguen un papel importante, como observó Granovetter (1973) en su «La fortaleza de los vínculos débiles»).
Una visualización metafórica de ese campo evoca más bien la imagen fractal o de ciencia ficción de un sistema multiplanetario y multisolar en evolución rápida. Agreguemos como ingrediente nuestro estilo personal de sociabilidad (¿Tendemos a ser más bien ermitaños o expansivos? ¿Seleccionamos cuidadosamente a quien dejamos entrar en nuestras vidas u operamos con una regla de puertas abiertas?), así como variables contextuales (¿Somos nativos, inmigrantes o exilados recientes en el país o en la ciudad? ¿Es este un tiempo de paz y tranquilidad social o estamos viviendo en la tensión extrema de un fascismo en ciernes?) y tantas otras circunstancias que nos llevarán a modular la inclusión de eslabones con nuestro entorno social.
Así es como hacemos más fácil o más complicada nuestra contribución a la prueba de la tesis propuesta hace ya casi un siglo por el escritor húngaro Frigyes Karinthy, transformada con el tiempo en juego social y en experimentos rigurosos, de que dos personas cualesquiera de este mundo —por ejemplo, tú, lector o lectora, y un khalkha nativo de Mongolia Exterior elegido al azar— están separadas por solo seis eslabones sociales [del tipo «el conocido de mi conocido»].
Merece acotarse que un elemento importante para seleccionar una metáfora que haga raíces (o que vuele, según la alegoría que prefiera el lector) es que permita incluir la dimensión temporal, la mutación a veces imperceptible y a veces abrupta de los recambios, de los ingresos y egresos, distancias y aun evolución de las funciones sociales dentro de la red en el correr del tiempo. Es decir, la evolución de la red social personal en el curso de la vida de sus miembros.
Eso lleva a su vez a introducir otra pregunta interesante, a saber: ¿cómo definimos a la red social personal? ¿Cuál es el punto fijo o invariante que marca y