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E-Pack Se anuncia un romance abril 2021


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mosca le había picado?

      –Tú eres el amor de mi vida, Renee. No quiero a ninguna otra mujer –su voz y su tacto amenazaban con derretirla, pero entonces agachó la cabeza y le mordisqueó el lóbulo de la oreja–. Sígueme la corriente –le susurró.

      Ella se estremeció de excitación involuntaria, a pesar de que Flynn actuaba. Y cuando él volvió a besarla, ella le devolvió el beso. No porque él se lo hubiera ordenado, sino porque era imposible resistir la tentación.

      La situación era cada vez más delicada.

      Él se apartó lentamente y se giró amenazadoramente hacia su madre.

      –Sal de esta casa y no vuelvas nunca más. Aquí ya no eres bienvenida, madre. Y si me entero de que vuelves a acercarte a Renee, te aseguro que lo lamentarás.

      –¿Cómo puedes creer lo que dice?

      –No tengo ninguna razón para no creerla. Renee nunca me ha mentido. Tú, en cambio, tienes la costumbre de decir y hacer lo que sea para salirte con la tuya.

      –Yo no miento, Flynn –protestó Carol.

      Él la agarró del brazo y la sacó de la cocina.

      –Lo hiciste al decir que iba a casarme con Denise. Sabes muy bien que sólo salí un par de veces con ella, nada más. No voy a casarme con ella, entre otras cosas porque ya estoy casado.

      Renee oyó como abría la puerta de la calle y la cerraba con un portazo. Un momento después Flynn volvió a la cocina.

      –Gracias, Flynn.

      –¿Por qué no me lo dijiste?

      –No quería que tuvieras que elegir entre tu madre o yo.

      Él la miró fijamente.

      –Porque pensabas que tomaría partido por mi madre.

      «Sí».

      –Es tu madre.

      Ella tuvo que proteger a la suya demasiadas veces…

      –Precisamente porque es mi madre sé cómo actúa. Es una mujer amargada que intenta contagiar a todos los que la rodean. Lamento que lo hiciera contigo, pero si me lo hubieras dicho lo habría impedido sin dudarlo.

      Conmovida por su muestra de apoyo, Renee se apretó una mano contra el pecho.

      –Ya tenías bastantes preocupaciones intentando adaptarte a tu nuevo trabajo y lamentando la muerte de tu padre.

      –Esta vez tendrás que ser completamente sincera conmigo, Renee. No me conformaré con menos.

      –En ese caso, y sea para bien o para mal, tendrás la verdad –le prometió ella.

      ***

      Flynn miró fijamente los suplicantes ojos azules de Celia Taylor.

      –Por favor, Flynn, deja que lo intente con Reese Enterprises. Ya sé que otros ejecutivos de Maddox han fallado, pero yo sé cómo llegar hasta Evan Reese.

      –¿Qué te hace estar tan segura? –los hombres de Maddox Communications creían que aquella atractiva pelirroja se valía de su aspecto para conseguir nuevos clientes, pero Flynn no estaba tan seguro. Celia era muy hermosa, pero parecía demasiado inteligente como para confiar en algo tan superficial. Y aunque la belleza podía ser una gran ventaja, no bastaba para conseguir los logros profesionales de Celia.

      –He visto a Evan varias veces en los últimos meses. Tenemos una buena… relación.

      Flynn frunció el ceño. No le gustaba cómo sonaba aquello.

      –¿Va a suponer esto un conflicto de intereses?

      Celia negó con la cabeza.

      –No estamos saliendo ni acostándonos, si eso es lo que insinúas.

      –No insinúo nada, pero gracias por la aclaración. No podemos arriesgarnos a perder un cliente potencial por culpa de una aventura indiscreta.

      –No temas. Le haré una oferta irresistible… si tú me das la oportunidad.

      Flynn se quedó tan maravillado por su entusiasmo y seguridad que no tuvo más remedio que creerla.

      –¿Por qué has acudido a mí en vez de a Brock?

      –Porque Brock está tan obsesionado en firmar un contrato con Reese Enterprises que sólo quiere enviar a alguien como Jason, el Chico Maravillas del momento. No quiere confiarle la tarea a un caballo perdedor como yo.

      Celia tenía razón en una cosa. Brock estaba ciertamente obsesionado, y por su creciente irritabilidad y sus ojeras no parecía estar durmiendo mucho últimamente. Flynn tenía intención de hablar con él y recordarle lo destructivo que podía ser el trabajo. El matrimonio fallido de Flynn y el compromiso frustrado de Brock eran dos ejemplos perfectos.

      Hablando de su matrimonio… su mujer llegaría de un momento a otro. Miró la hora y se levantó.

      –Muy bien, Celia. Hablaré con Brock y le haré saber que cuentas con todo mi apoyo.

      Celia se levantó de un salto, rodeó la mesa y le echó los brazos al cuello.

      –Gracias, Flynn. No te arrepentirás.

      –Espero que no, porque si sale mal Brock pedirá tu cabeza y la mía.

      El edificio de siete plantas de Powell Street, sede de Maddox Communications, no había cambiado nada por fuera. Pero sí las sensaciones de Renee ante la idea de entrar en él. El entusiasmo y nerviosismo de antaño se habían transformado en inquietud. Cruzar aquellas puertas significaba entrar en una red de mentiras.

      Flynn aún no había nacido cuando su padre adquirió el edificio de estilo Beaux Arts, allá por los años setenta, que estaba a punto de ser demolido. Pero las fotos y las reformas lo habían fascinado desde que era un niño y le habían inculcado la pasión por la arquitectura. Nunca quiso unirse a la agencia de publicidad de su familia. Su único sueño era diseñar edificios. Y así fue hasta que la muerte de su padre hizo que cambiaran sus prioridades.

      Se acercó a las puertas con todo el cuerpo en tensión. Los restaurantes de lujo y las tiendas de ropa seguían ocupando la planta baja, y las oficinas de Maddox Communications llegaban hasta la sexta planta. Renee recordaba que en la última planta había un ático con un inmenso jardín, y se preguntó quién viviría allí ahora.

      Entró en el edificio y se dirigió directamente a los ascensores. Un hombre moreno y musculoso, que debía de tener su misma edad, impidió que se cerraran las puertas del ascensor hasta que ella hubo entrado.

      –Al sexto piso, por favor.

      Él asintió y pulsó el botón.

      –¿Es usted cliente de Maddox Communications?

      –No –respondió ella. No sabía quién era aquel tipo ni lo que Flynn les había contado a sus colegas, pero el trato era hacer que su matrimonio pareciera real. Así pues… que diera comienzo el juego–. Soy Renee Maddox, la mujer de Flynn.

      Los ojos grises del hombre no mostraron la menor sorpresa.

      –Gavin Spencer. Ejecutivo publicitario. Flynn es un buen tipo.

      –Sí que lo es –estrechó la mano que él le ofrecía–. Encantada de conocerte, Gavin.

      Las puertas se abrieron en la sexta planta y Gavin la invitó a salir primero.

      –Lo mismo digo, Renee.

      Una mujer delgada con el pelo castaño y corto estaba sentada tras un mostrador de recepción, justo enfrente del ascensor. Renee tragó saliva y recorrió la oficina con la mirada mientras esperaba a que la recepcionista terminase de hablar por teléfono.

      En la sala de espera había unos sofás blancos frente a dos gigantescos televisores de plasma. Los anuncios que emitían debían de ser obra de Maddox Communications, sin duda. Las paredes