Mercedes Montero Díaz

El hecho inesperado


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de las instituciones educativas o del Servicio Social ese modelo de madre de familia, abnegada, volcada en el cuidado del marido y los hijos[37].

      Una vez expuesto este panorama político y social puede entenderse mejor, de modo general, la novedad que el mensaje del Opus Dei presentaba a mujeres con inquietudes de mayor compromiso con Dios, pero que no se veían en la vida religiosa.

      Desde que José María Escrivá había entendido que la presencia femenina era necesaria para que su mensaje llegara a todos los lugares de la sociedad, se ocupó de plantearles el mismo horizonte de santidad y apostolado que ya había planteado a los varones. A la vez, empezó a diseñar el esquema general y la estructura de gobierno del Opus Dei, que contaría con dos ramas, como las llamaba entonces, una de hombres y otra de mujeres, serían independientes y desarrollarían con autonomía sus propias actividades de evangelización.

      La novedad y originalidad de su pensamiento se revela en la comprensión del papel de la mujer en la familia y en la sociedad. Un papel que iba más allá de la creación de un hogar, puesto que debía impregnar todas las profesiones y ocupaciones de la vida civil, aportando lo específicamente femenino. Desde el principio las veía metidas en tareas profesionales y de promoción social. De hecho, entre las primeras mujeres que se incorporaron al Opus Dei, algunas tenían ya una trayectoria profesional, como se verá en el siguiente capítulo. Carmen Cuervo era Inspectora auxiliar de Trabajo y había estudiado Filosofía y Letras; Hermógenes García Ruiz estudió Magisterio y trabajaba en una empresa cuando conoció a Escrivá, y Modesta Cabeza era pianista.

      La guerra civil no rebajó sus proyectos y en 1939 presentaba un ambicioso panorama a Dolores Fisac y a Amparo Rodríguez Casado, las dos mujeres con las que podía contar por el momento:

      El Padre [J. Escrivá] estuvo hablándonos a las dos y nos explicó a grandes rasgos el Opus Dei, que nos pareció sobrecogedor y precioso. Me asustó un poco: me veía realmente muy inútil, incapaz de estar a la altura de las circunstancias, que quizá me sobreexcedía y no era para mí... El Padre me quitó toda la inseguridad: la Obra saldría adelante, no con sabios ni con genios, sino con personas escogidas por Dios con la vocación peculiar que Dios nos concedía; y yo la tenía... ¡y grandísima!

      Y lo cierto es que llegó a ver todo eso. González Guzmán murió en 1998. Para entonces las mujeres del Opus Dei estaban en los cinco continentes desarrollando todo tipo de profesiones, iniciativas sociales y de evangelización en todos los ambientes. Ella misma había estado en Italia, Estados Unidos, Canadá e Inglaterra.

      Encarnación Ortega, la otra asistente, jamás olvidó aquellas palabras y en 1975, cuando muchas de las cosas que Escrivá les propuso ya eran una realidad, recordaba con detalle:

      Puede considerarse que la actividad de estas mujeres fue un trabajo pionero, puesto que se lanzaron con fe y valentía a hacer realidad un mensaje que en esos años chocaba con la mentalidad del momento. Una vez que Escrivá comprobó que las mujeres habían asumido lo esencial del mensaje, las dejó actuar con autonomía, dando rienda suelta a su creatividad y, a la vez, estando cerca para ayudarles a sacar experiencias.

      Es importante traer a colación estas últimas ideas porque señalan un aspecto del mensaje del Opus Dei que el fundador fue madurando con el tiempo y que tiene que ver con su visión de la Obra como una familia. Me parece conveniente detenerme a explicar el origen de lo que se conoce como la Administración (ver Glosario), algo que va más allá de la gestión doméstica de una casa, pues tiene la misión de hacer familia.