tuvo un segundo para que su inseguro yo se preguntara si el tacto de ella le resultaba agradable y sus rizos suaves y atractivos. Entonces las bragas desaparecieron y ella quedó desnuda.
Cuando ella se acercó para apagar a lámpara de la mesa de noche, él negó con la cabeza y cerró los dedos alrededor de su mano. Habló con una voz cargada de deseo. "No voy a hacer esto a oscuras. Quiero ver cada centímetro tuyo."
Ella se estremeció bajo su mirada, apartando la cabeza de la luminosidad. Nadie la había visto nunca completamente desnuda, a parte de los doctores. Su pocos amantes habían estado más dispuestos a hacerlo en completa oscuridad. Su elección, pero ninguno había puesto pegas. La oscuridad le había dado sensación de refugio, escondiendo sus defectos y protegiéndola de la decepción que estaba segura de ver en los ojos de su pareja. Y eso es lo que habían sido todos—parejas. No amantes. Los amantes acariciaban y adoraraban. Sus torpes experimentaciones nunca habían incluido eso.
Pero él le pasó las manos por los brazos y las caderas como si acariciara una fina seda y su piel se estremeció bajo la intensidad de su mirada, el barrido de sus ojos la tocó como una caricia. No había nada de la esperada decepción, ninguna indicación de haber encontrado su cuerpo insuficiente. Eso en sí mismo alivió la dolorosa banda alrededor de su corazón. Sin apartar la mirada de ella, se deshizo de los zapatos y los calcetines, los pantalones y los calzoncillos. Cuando su polla se liberó, su visión hizo que la saliva se acumulara en su boca. Era enorme, latiendo orgullosamente erecta desde los pelos oscuros de su base. Debajo, sus pesados testículos descansaban en sus muslos. Ella tragó, preguntandose si cabría entera dentro de ella.
Como leyendole la mente, él diijo, "No te preocupes. Estarás bien. Te prometo que no te dolerá."
Bien. Qué palabra tan suave para describir lo que quería sentir.
Ella devoró su desnudo cuerpo con sus ojos. Él era un animal magnifico, su pantera. La lámpara de su cabecera se reflejaba en los músculos ondulados y la piel bronceada de su cuerpo esculpido. Guerrero. El cazador, no la presa. Él devoraría y la presa saborearía la devoración. Ella a penas podía respirar y pensó en ser capturada por él.
Él miró su cara con atención mientras se arrodillaba en el colchón a sus pies. Colocando sus manos sobre sus piernas, las dobló y las abrió, exponiéndola completamente. Se quedó sin aliento cuando él miró cada centímetro suyo. Nadie, ninguno de los decepcionantes hombres con los que había tenido sexo tan insatisfactorio, la habían expuesto a tal vergüenza o la había mirado de forma tan hambrienta. O había querido hacerlo.
Su primer instinto fue cubrirse a sí misma, asustada de la mirada que parecía ver dentro de ella. Pero el calor de sus ojos lo hizo desaparecer y, de repente, ella quiso más. Quería exponerse más. Sentir más. Con los ojos clavados en él, abrió más las piernas para ofrecerle un acceso aún mayor, sorpendida por la oleada de placer que le produjo.
"Te gusta, ¿verdad? Me pregunto que más habrá bajo ese correcto exterior tuyo." Su cara no delataba ada, pero sus ojos brillaban y acariciaba los labios de su sexo, tanteando suavemente. Cuando él hablo, su voz era casi reverente. "Dios, tu coño es precioso."
Ella se sacudió ligeramente por sus palabras y él soltó una suave risa.
"No estás acostumbrada a que la gente te llame preciosa? ¿O es llamárselo a un coño lo que pone esa mirada de asombro en tus ojos? ¿Ofende a tus sensibles orejas? Ve acostumbrándote. Cualquier tipo de sexo educado que hayas tenido hasta ahora está fuera de la ventana. Esta noche, voy a mirar cada centímetro de tu coño"—recalcó la palabra—“tu vagina. Voya poner mi boca en ti y voy a lamerte y despues meteré mis dedos dentro tuyo. Cuando estés bien y preparada, te meteré la polla y te follaré hasta que no sepas ni quién eres." Se inclinó hacia ella. "¿Podrás con ello, pequeña?"
Su voz era dura con un indefinido filo subyacente. ¿Fallaba algo? ¿Le había disgustado ya de alguna manera? Estaba atrapada en una mezcla de inexperiencia y necesidad incontenida, sin saber cómo tatar con un hombre tan complejo. ¿Qué esperaba que dijera?
"¿Podrás?" repitió él, sus ojos demandando una respuesta de ella.
"Sí," siseó al fin, empujándose hacia él. Más que asustarla, sus palabras la excitaron hasta un punto increible. Su cuerpo de repente no era el suyo, era in instrumento que el mundo estaba afinando para el expectáculo principal. "Y no soy pequeña. Nada de eso."
Él alargó un pulgar y un índice y le dio un ligero pellizco en el clítoris. "Ya veremos, ¿verdad, pequeña? Querías liberar la pantera. Esto es lo que obtienes."
"Taylor." Se esforzaba por aferrarse a los hilos de su mente, que se hundía rápidamente en una bruma.
"¿Qué?" Él frunció el ceño.
"Mi nombre es Taylor. Llamame Taylor, no 'pequeña'."
"De acuerdo, Taylor." Recalcó el nombre, con un tono ligeramente burlón. "Hora de sentir el mordisco de la pantera."
Su cuerpo se movió anticipando lo que sus palabras prometieron.
Se subió a la cama y le acunó los pechos con las palmas de las manos, frotando los pulgares y los índices sobre los pezones. Cuando tiró de ellos y los pellizcó, el agudo mordisco de dolor envió flechas de calor directamente a su vientre. Pero el calor de su boca los calmó mientras lamía lentamente. Con un movimiento lento, frotó las yemas de sus dedos hacia adelante y hacia atrás sobre los puntos calientes hasta que Taylor pensó que se correría sólo por su atención a sus pechos.
Se movió bajo él, deseando que la acariciara de nuevo entre las piernas, quiendo sentir sus manos tocándola de nuevo, tanteando, exprimiendo cada gota de líquido de ella. Esta era cada fantasía que había reprimido y que se hacía realidad con el tipo de hombre con el que había soñado pero que siempre estaba fuera de su alcance. Sus manos eran mágicas en ella, su lengua ardía donde sea que la tocara. Su cuerpo estaba tan excitado que no podía contenerse. Ella movió sus caderas y las empujó hacia él. Lo que sea que le impulsaba no importaba, sólo que le proporcionaba el placer prometido con cada toque de sus manos.
"Tócame como antes," suplicó, su voz venía de un lugar lejano. "Con tus dedos. Por favor."
"No me metas prisa." Dijo las palabras directamente frente a sus caderas, su voz se hizo líquida en su boca. "Planeo tomarme mi tiempo con esto. Un festín no debe ser apresurado. Debería ser saboreado y disfrutado lentamente, dejando que los sabores invadan tu cuerpo."
Cuando tocó su boca con la suya, su lengua metiendose dentro, el calor consumiéndola, sin dejar ningún hueco libre. Esto iba más allá de lo que nunca había experimentado, incluso de lo que nunca había soñado. Si le quedaba un pensamiento racional, el fuego lo consumió.
Taylor alargó la mano para desatar su insignia de civilización, la correa de cuero que le sujetaba el pelo recogido en la nuca, y su cabello caía suelto y espeso alrededor de los hombros. Pasó sus dedos a través, sintiendo la sedosa textura, y las hebras se desprendían fácilmente de su tacto. Se movió contra él, presionando su cuerpo hacia arriba contra su calor y su dureza. La hizo consciente de él de una manera que nunca había sido consciente de otro hombre, su poderosa fuerza la envolvía.
"Tranquila, Taylor." Con su gran mano, le acunó la cadera, tranquilizándola, con su voz de canturreo. "No queremos perdernos todo lo bueno."
Le besó la mandíbula, debajo de la oreja, por la columna de su cuello, pintando su piel con la lengua. Rozó con sus dientes la columna de su cuello y mordió suavemente el lugar donde se unían su cuello y su hombro. Entonces, en el siguiente momento, calmó el mordisco con un tierno movimiento de lengua.
Se estremeció y el fuerte latido dentro de su núcleo se intensificó.
Cuando volvió a sus pechos, se paró a lamer cada uno de nuevo, provocando pequeños gemidos en ella. Sentía el pecho hinchado y apretado y estaba segura de que sus pezones iban a estallar. Su barba raspaba contra la ternura de su piel, luego la sedosidad de su vello fluía sobre ella. Cuando estuvo segura de que se correría si él seguía así un minuto