Laura Chamorro

Qué carajo es emprender


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costó mucho aprender esta lección que hoy te traspaso. Aprender a decir que NO es darte el permiso para decir que SÍ a otras oportunidades que la vida personal y profesional te presentará.

      Cuando me escribió Laura, a pesar de mi deseo de querer ayudar a muchos, tenía que decirle que no para enfocarme en todas las responsabilidades que, como CEO, tengo en mi día a día. Pero entonces, ella hizo algo que pocos emprendedores hacen. Ella se atrevió a darme seguimiento y me dijo: “Aunque no puedas escribirlo, lee el capítulo 7”.

      Después de días con el documento abierto, me tomé los minutos para leer (una vez agradecí que tengo la habilidad de leer rápido, y te recomiendo que investigues sobre el tema porque como emprendedores tenemos mucho que leer). Al leerlo me di cuenta de que Laura no es una emprendedora más, es una emprendedora enfocada en resultados, que toma acción. Ella es del 10% de profesionales que no te dejará indiferente y en este libro verás que te habla desde su experiencia y no por tendencias.

      Y para concluir, tú, querido emprendedor, recuerda estas dos lecciones: decir que NO a otros es decirte que SÍ a ti, es dejar de poner las prioridades de otro por encima de las tuyas. Pero esto permítetelo cuando estés más consolidado. Cuando comenzamos, necesitamos aliarnos y decir que sí a muchas cosas. La segunda lección es que nunca dejes de persistir y visualizar lo que deseas. Laura consiguió que le buscara un hueco en un calendario completo. A emprendedores como ella el éxito siempre los abraza.

      Devora este libro y todos, visita a tus familiares y amigos y pide libros prestados. En cada libro hay contenidos que no encontrarás ni en vídeos ni cursos.

      Un abrazo.

      Vilma Núñez. Ph.D:

      Self-made CEO de Convierte Más

      Emprender o no emprender... esa es la cuestión

      La película The social network narra el camino de Mark Zuckerberg en el surgimiento de Facebook, allí, el actor Justin Timberlake personifica al mismísimo Sean Parker, cofundador de Napster y quien fuera parte de aquella primera etapa de Facebook Inc.

      En una escena inolvidable para mí, él conoce a una chica que le pregunta a qué se dedica. “Soy un emprendedor”, responde él. “Ah, estás desocupado”, contesta la chica, como si fuera una obviedad. El diálogo muestra perfectamente lo que pasaba hace poco más de diez años, antes del surgimiento de las redes sociales.

      Ser emprendedor no tenía buena prensa. Emprender era sinónimo de ser busca, vago, un rebelde sin causa o un desocupado.

      Con el surgimiento de emprendedores megajóvenes y millonarios como Mark Zuckerberg (Facebook), Steve Jobs (Apple) o Evan Spiegel (creador de Snapchat) ser emprendedor dejó de tener una connotación negativa.

      Hoy, cuando alguien se presenta diciendo “soy emprendedor” muchos asumen que es una persona creativa, valiente, resiliente, que trabaja muy duro, se arriesga y tiene el potencial para transformar su negocio en un éxito.

      Esta nueva percepción hace que emprender sea un estilo de vida que muchos quieren vivir. Algunos empiezan a ver que un conocido sube fotos a sus redes sociales trabajando con su pc desde alguna playa paradisíaca, con una leyenda que reza: “¡Mi oficina esta mañana!”, mira a su alrededor e, inevitablemente, empieza a odiar fuerte a su jefe, al trabajo en relación de dependencia, y comienza a preguntarse si no debería probar de qué se trata eso de EMPRENDER. Pero eso es solo un recorte de la realidad. Es lo que vemos como resultado del trabajo emprendedor. Es la foto. Con filtros y una selección de entre cientos de miles. Es solo una pieza del rompecabezas.

      Pero no te preocupes, yo también pasé por ese dilema donde me repetía como mantra… “Emprender o no emprender… esa es la cuestión”.

      Introducción

      Por qué y para qué es este libro

      Este libro surge porque desde que empecé a emprender sentí que la vida emprendedora vista desde las redes sociales estaba rodeada de “infantilismo”. Y eso me remontó a mi época de estudiante de Psicología en la Universidad de Buenos Aires, cuando vimos la teoría del pensamiento mágico en los niños, de Piaget. Me llamó poderosamente la atención cómo hoy, en la vida adulta, algunos conservan un poco de aquella etapa. Y por si acaso no tenés idea de qué teoría estoy hablando, te resumo: Piaget decía que el pensamiento mágico se caracteriza por seguir pautas de razonamiento que están centradas en lo concreto. Los niños, por ejemplo, tienen cierta dificultad para diferenciar la “apariencia” de la “esencia”. Para ellos una sábana blanca puesta sobre la cabeza de una persona que “parece” un fantasma, “es”, en efecto, un fantasma, porque como te decía, para ellos, tiene más valor la apariencia que la esencia.

      Cuando comencé a emprender sentí que había mucho “mundo mágico” lleno de frases motivadoras con colores pastel, brillantina, corazones y frases del estilo: “tú puedes”. Las redes sociales estaban colmadas de apariencias. Parejas felices, hijos que se portan de maravilla, viajes a lugares increíbles, negocios exitosos, escritorios prolijos de esos que parecen una foto de Pinterest, mucha apariencia, poca esencia.

      ¿Lo peor? Todos, en algún momento, compramos ese mundo mágico.

      Recuerdo que un día, recién arrancando la vida emprendedora entré a Instagram y leí:

      “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”. (Confucio)

      Imaginame a mi, recién arrancando, sin un mango, leyendo esa frase. No la creí, pero me obligué a creerla. Me resultaba esperanzador, necesitaba sentir que eso era cierto. Pues lo siento mi ciela, ese tal Confucio era FAKE.

      ¡Cuánta frustración!, las redes me habían vendido que junto con mi decisión de renunciar a mi trabajo, iba a obtener la llave de la felicidad, en un mundo donde solo habría arcoíris y unicornios que toman helados de fresa, mientras otros bailan entre algodones, se tiran purpurina y cantan we are the world.

      Parece una pavada, pero cuando estás empezando, esas frases sueltas pueden producir el efecto contrario al que, supongo, esperan generar.

      Porque si yo te pongo una foto como esta:

      Y vos ves eso y si estás en tu mejor momento, vas a darle like, compartir, guardar y hasta dejarás un comentario tipo “claro que sí, ¡el secreto de la felicidad está en disfrutar de esas pequeñas cosas!”. Porque estás en esa sintonía o porque elegís comprar que vos también vas a poder estar ahí en muy poco tiempo. Porque todo está bien, incluso esa foto diciéndote que las cosas simples de la vida son un atardecer en un yate que vale miles de dólares.

      Pero, las redes tienen un alcance descomunal, llegan a cualquier persona que, sencillamente, tenga un teléfono y la aplicación de esa red. Entonces, ¿qué pasa si ese mensaje te llega a vos y lo leés en tu peor momento, cuando ese atardecer lo único que representa es que se está terminando otro día, otro día donde no pudiste disfrutar ni del desayuno porque tenías que irte a las corridas de tu casa para no llegar tarde a tu trabajo?, ¿qué pasa si lo ves cuando acabás de perder a un ser querido y para vos las cosas simples de la vida nada tienen que ver con un yate? Otra vez la amiga frustración te dice, “¡Hola! ¿Qué tal?”.

      También veía muchos desayunos felices. Y eso que yo no soy de las que se levantan de mal humor, a mi me van poniendo de mal humor las cosas que me salen mal durante el transcurso del día, o la gente, pero no suelo levantarme con mala onda. Pero… ¡pará un cachito!, no exageremos, porque yo jamás conocí a nadie que tome un café así:

      Sí, ya sé, es una foto, no deberíamos darle mucho análisis, pero te juro