medio para detectar debilidades en puntos de vista que se refieren a conocimientos, valores y objetivos, y para eliminar esas debilidades donde ello sea posible.42 Debe tenerse en cuenta que el fin primario de una discusión crítica no es maximizar el consenso sino poner a prueba puntos de vista controvertidos de forma tan crítica como sea posible.43
El procedimiento pragma-dialéctico para conducir una discusión crítica es demasiado técnico como para poder usarse en la práctica ordinaria. Para propósitos prácticos y basándonos en la visión crítica que se expresa en dicho procedimiento, hemos por ello desarrollado un código de conducta para personas que deseen resolver sus diferencias de opinión mediante la argumentación. Este código de conducta consiste en diez requerimientos básicos para el comportamiento razonable, a los que nos referimos algo profanamente como los Diez Mandamientos. Me restrinjo aquí a presentar una recapitulación sucinta de las reglas para la discusión crítica que constituyen esos Diez Mandamientos.
(a) Los Diez Mandamientos de la discusión crítica
El primer mandamiento del código de conducta es la regla de libertad:
Quien discuta no debe impedir que el otro proponga puntos de vista ni que ponga en cuestión puntos de vista.
El primer mandamiento está diseñado para asegurarse de que los puntos de vista y las dudas relativas a puntos de vista se expresen libremente. Una diferencia de opinión no puede resolverse si no es claro para las partes involucradas que de hecho existe una diferencia y qué es lo que implica tal diferencia. En el discurso argumentativo las partes deben por ello tener amplia oportunidad de dar a conocer sus posiciones respectivas. De esta manera, se aseguran de que la etapa de confrontación de una discusión crítica se ha completado adecuadamente.
El segundo mandamiento es la regla que obliga a defender:
Quien discuta y en la discusión proponga un punto de vista no debe rehusarse a defender ese punto de vista cuando se le pida que lo defienda.
El segundo mandamiento está diseñado para asegurar que los puntos de vista propuestos y cuestionados se defiendan contra ataques críticos. Una discusión crítica se queda atorada en la etapa de apertura y la diferencia de opinión no puede resolverse si la parte que ha propuesto un punto de vista no está dispuesta a cumplir el rol de protagonista de ese punto de vista.
El tercer mandamiento es la regla de puntos de vista:
Los ataques a puntos de vista no deben referirse nunca a un punto de vista que no haya sido realmente propuesto por la otra parte.
El tercer mandamiento está diseñado primariamente para asegurar que los ataques —y por consiguiente las defensas mediante argumentación— estén relacionados con el punto de vista que efectivamente ha sido propuesto por el protagonista. Una diferencia de opinión no puede resolverse si el antagonista critica un punto de vista diferente y el protagonista se pone a defender un punto de vista diferente del que él mismo ha propuesto.
El cuarto mandamiento es la regla de relevancia:
Los puntos de vista no deben defenderse ni mediante algo que no sea argumentación ni mediante argumentación que no sea relevante al punto de vista.
El cuarto mandamiento está diseñado para asegurar que la defensa de puntos de vista tenga lugar solamente mediante argumentación relevante. La diferencia de opinión que está en el corazón del discurso argumentativo no puede resolverse si el protagonista propone argumentos que no pertenecen al punto de vista o recurre a medios retóricos en que el páthos o el éthos tome el lugar del lógos.44
El quinto mandamiento es la regla de premisas inexpresas:
Quien discuta no debe atribuir falsamente premisas inexpresas a la otra parte ni tampoco debe rehusar responsabilidad por las propias premisas inexpresas.
El quinto mandamiento asegura que el antagonista pueda examinar cada parte de la argumentación del protagonista críticamente —incluyendo aquellas partes que han quedado implícitas en el discurso. Una diferencia de opinión no puede resolverse si el protagonista trata de evadir la obligación de defender elementos que ha dejado implícitos o si el antagonista tergiversa una premisa inexpresa, por ejemplo exagerando su alcance.
El sexto mandamiento es la regla de puntos de partida:
Quien discuta no debe presentar falsamente algo como un punto de partida que ha sido aceptado ni tampoco debe negar falsamente algo que ha sido aceptado como punto de partida.
El sexto mandamiento está pensado para asegurar que, cuando se ataquen o defiendan puntos de vista, los puntos de partida de la discusión se utilicen con propiedad. Ni debemos presentar como punto de partida aceptado algo que no ha sido aceptado como tal, ni debemos tampoco negar un punto de partida algo que sí ha sido aceptado como tal. De otra manera es imposible para el protagonista defender su punto de vista conclusivamente y es imposible para el antagonista atacar con éxito el mismo sobre la base de compromisos que la otra parte ha concedido.
El séptimo mandamiento es la regla de validez:
El razonamiento que en una argumentación se presente de forma explícita y completa no debe ser inválido en el sentido lógico.
Para que los antagonistas y protagonistas estén en posición de determinar si de verdad los puntos de vista defendidos se siguen lógicamente de la argumentación propuesta es necesario que el razonamiento usado en tal argumentación se verbalice plenamente. El séptimo mandamiento está diseñado para asegurar que los protagonistas que razonan explícitamente con el fin de resolver una diferencia de opinión solamente utilice razonamientos que sean válidos en un sentido lógico.45 Cuando el razonamiento es válido, el punto de vista defendido se sigue lógicamente de las premisas que el protagonista usa, explícita o implícitamente, en su argumentación. Si no se expresa plenamente cada parte del razonamiento, entonces el séptimo mandamiento se no se aplica.
El octavo mandamiento es la regla de esquemas argumentales:
Un punto de vista no debe considerarse como defendido de forma conclusiva si su defensa no tiene lugar mediante los esquemas argumentales apropiados aplicados correctamente.
El octavo mandamiento está diseñado para asegurar que los puntos de vista pueden ser defendidos de forma realmente conclusiva una vez que protagonista y antagonista se ponen de acuerdo en un método para calar la corrección de los tipos de argumento que se usan y que no son parte del punto de partida común.46 Esto implica que ambos deben examinar si los esquemas argumentales que se usan son admisibles a la luz de lo acordado en la etapa de apertura y si esos esquemas se han desplegado correctamente durante la etapa de argumentación.
El noveno mandamiento, relativo a la etapa de conclusión, es justamente la regla de conclusiones:
Si un punto de vista se defiende de forma no conclusiva, entonces no debe seguirse sosteniendo, y al revés si un punto de vista se defiende de forma conclusiva, entonces son las expresiones de duda respecto de ese punto de vista las que no deben seguirse sosteniendo.
El noveno mandamiento está diseñado para asegurar que en la etapa de conclusión los protagonistas y antagonistas establezcan correctamente el resultado de la discusión. Una diferencia de opinión queda resuelta solamente si las partes se ponen de acuerdo en que la defensa de los puntos de vista en cuestión ha sido o no exitosa.
El décimo y último mandamiento es la regla general de uso del lenguaje:
Quien discuta no debe usar formulaciones que sean insuficientemente claras o que confundan por su ambigüedad, ni tampoco deben malinterpretar de forma deliberada las formulaciones de la otra parte.
Problemas de formulación e interpretación pueden ocurrir en cualquier etapa de una discusión crítica. El décimo mandamiento está diseñado para asegurar que evitemos los malentendidos que surgen de formulaciones obscuras, vagas o equívocas. Una diferencia de opinión se puede resolver únicamente si cada