en estos pocos versículos de Marcos 4:26-29.5 La parábola comienza con la frase, “el reino de Dios se parece a”.
Las interpretaciones de esta parábola son variadas. Algunos comentaristas explican el relato de manera alegórica: Cristo ha sembrado y ya vendrá el tiempo de la cosecha; el resto de la parábola se refiere a la obra invisible del Espíritu Santo en la iglesia y en el alma.6 Otros han enfatizado uno de los siguientes aspectos: la semilla, el período de crecimiento, la cosecha o el contraste entre sembrar y cosechar.7 Seguramente, todas estas interpretaciones, incluso la alegórica (con calificaciones), tienen ventajas.
Juan Calvino miró más allá del Originador de esta parábola y vio a los ministros de la Palabra sembrando la semilla. Ellos no deberían desanimarse, dijo Calvino, cuando no ven resultados inmediatos. Jesús les enseña a ser pacientes y les recuerda el proceso de crecimiento en la naturaleza. Ellos no deberían inquietarse o escandalizarse; después de haber proclamado la Palabra, ellos deben ir a sus diarias tareas ordinarias, dormir en la noche y salir en la mañana para hacer lo que se supone que deben hacer. Así como el trigo llega a la madurez en el momento exacto, así también el fruto de las labores del predicador eventualmente aparecerá. Los ministros del evangelio deberían animarse y continuar su labor ansiosa y fielmente.8
Dios está trabajando en la germinación de la semilla, su proceso de crecimiento, desarrollo y recolección. “El fruto es el resultado de la semilla; el final está implícito en el comienzo. Lo infinitamente grande siempre está activo en lo infinitamente pequeño.”9 Es apropiado traer a la memoria las animantes palabras de Pablo acerca de su confianza en que “el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6).
En la parábola, el agricultor es sólo un asistente del divino empleador. Él siembra la semilla y día tras día hace la labor necesaria (él atiende sus asuntos). Él confía en que la cosecha eventualmente vendrá. De hecho, él sabe por experiencia cuántos días se toma desde que siembra hasta el tiempo de la cosecha.10 Y cuando la cosecha debe ser recolectada, no espera un día más. El tiempo de la cosecha ha llegado. De la misma manera, los ministros de la Palabra tienen un empleo divino, proclamando las buenas nuevas de salvación en Cristo Jesús. Ellos también deben hacerse a un lado mientras Dios realiza la obra secreta de crecimiento y desarrollo. En el tiempo de Dios, el ministro verá los resultados cuando llegue la cosecha.
La parábola de la semilla que crece es realmente una parábola de secuencia: la cosecha es el resultado de la siembra en el tiempo indicado. La manifestación del reino de Dios es el resultado del fiel ministerio de la Palabra de Dios. El uno lleva al otro y nada sucede sin la obra secreta del poder de Dios. “La lección es: la victoria es segura; la cosecha se acerca y ciertamente llegará en el instante dispuesto en el eterno plan de Dios. Luego el reino de Dios será revelado en todo su esplendor.”11
Las últimas palabras de la parábola son en cierta forma una reminiscencia de Joel 3:13: “Mano a la hoz, que la mies está madura”. Inequívocamente, la Escritura se refiere finalmente al día del juicio cuando el Señor, según Apocalipsis 14:12-16, envíe a sus ángeles a recolectar la cosecha de la tierra. Mientras tanto, los que son enviados lejos a proclamar la Palabra deben aprender la paciencia del agricultor. “Tengan paciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto” (Santiago 5:7). La falta de paciencia es una característica humana. Incluso aparece en la descripción que hace Juan de las almas de quienes han sido asesinados por causa de la Palabra de Dios. Ellos gritaron fuerte: “¿Hasta cuándo, Soberano Señor?” Y la respuesta que recibieron es que ellos deberían esperar un poco más (Apocalipsis 6:9-11). Dios está en control y determina cuándo es el tiempo de la cosecha. Nadie, ni siquiera Jesús, sabe el día y la hora (Mateo 24:26).
CAPÍTULO 6
La Mala Hierba
“Jesús les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero mientras todos dormían, llegó su enemigo y sembró mala hierba entre el trigo, y se fue. Cuando brotó el trigo y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. Los siervos fueron al dueño y le dijeron: “Señor, ¿no sembró usted semilla buena en su campo? Entonces, ¿de dónde salió la mala hierba?” “Esto es obra de un enemigo”, les respondió. Le preguntaron los siervos: “¿Quiere usted que vayamos a arrancarla?” “¡No! — les contestó—, no sea que, al arrancar la mala hierba, arranquen con ella el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Entonces les diré a los segadores: Recojan primero la mala hierba, y átenla en manojos para quemarla; después recojan el trigo y guárdenlo en mi granero.”
Mateo 13:24-30
La parábola de la mala hierba es única del Evangelio de Mateo, así como la de la semilla que crece en secreto se encuentra sólo en el de Marcos. Las palabras mala hierba no son una traducción adecuada de la palabra griega original zizania, la cual se refiere a “una mala hierba problemática en los campos de grano, que se asemeja al trigo”.1 No se puede determinar si la palabra se refiere a la variedad venenosa o no venenosa de esta mala hierba. Cualquiera que sea el caso, la planta tiene la apariencia del trigo y crece exclusivamente en los campos cultivados.2 De hecho, la planta es una degeneración de la del trigo. La mala hierba puede ser comparada a la avena silvestre, la cual crece libremente en los campos de trigo de Norteamérica y es difícil de erradicar.
El Campo del Agricultor
Después de la parábola del sembrador y su interpretación, Mateo reporta que Jesús le narró a la multitud otra parábola, una historia de un agricultor más que holgado. Este agricultor tiene sirvientes y empleados segadores al mismo tiempo.
Como cualquier agricultor eficiente, el hacendado ha adquirido buena semilla. Obviamente, él no está interesado en sembrar la semilla de la mala hierba, lo que le causaría un dolor incalculable. La buena semilla está libre de mala hierba. El agricultor ha sembrado buena semilla en su campo (cuándo y cómo se hizo no es importante para la historia).
Tan pronto como él ha terminado la tarea de sembrar el trigo en el invierno, su enemigo viene mientras todos están durmiendo y oculto en la oscuridad, siembra las semillas de la mala hierba encima de las del trigo. Ciertamente, él no tiene suficiente para cubrir todo el campo, pero esparce la semilla por doquier. Nadie sabrá hasta la primavera qué malezas están creciendo junto a las plantas de trigo.3 La mala hierba luce exactamente como el trigo. Cuando surgen las espigas, todos pueden distinguir el trigo de la mala hierba, pues “por sus frutos los conocerán” (Mateo 7:20).
Por ese tiempo, se ha tornado imposible hacer algo acerca del problema. Cualquiera que entrara al cultivo a remover la mala hierba, también arrancaría el trigo, pues las raíces del trigo y la mala hierba están muy entrelazadas.
Los siervos del agricultor lo alertaron acerca del problema e incluso mostraron su disposición de hacer algo al respecto. Ellos querían saber de dónde había venido esta mala hierba. El agricultor simplemente les informa que un enemigo ha hecho esto y que ellos deben dejar todo así hasta la cosecha. En ese momento, los segadores recibirán instrucciones para recolectar la mala hierba y atarla en manojos, y juntar el trigo para almacenarlo en su granero. El agricultor usará los manojos de la mala hierba como combustible. De esa manera, él convierte una desventaja en una ventaja: combustible para el invierno.
Aun cuando el agricultor ve lo mejor de una mala situación, él sabe que la mala hierba ha tomado humedad y nutrientes que deberían haber ido a las plantas de trigo. Su cosecha de grano es por tanto sustancialmente menos de la que esperaba. A pesar de todas sus habilidades agrícolas, él no es capaz de diferenciar entre el trigo y la mala hierba hasta que las plantas empiecen a formar espigas y el tiempo de la cosecha se aproxime.4 Al final, meses después de que la labor se ha realizado, el agricultor entiende que su enemigo lo ha atacado insidiosamente y que debe enfrentar las consecuencias del acto perpetrado por su enemigo.
La Interpretación
“Una vez que se despidió de la multitud, entró en la casa. Se le acercaron sus discípulos y le pidieron:
—Explícanos