escuchar las palabras de Jesús y no obedecerlas. Esa persona puede ser comparada a un constructor que edifica su casa sobre la arena o la tierra y sin cimientos.
Esta parábola recoge las palabras del profeta Ezequiel. Él describe la construcción de una pared endeble que enfrenta lluvias torrenciales, abundante granizo y vientos huracanados. Como resultado, la pared colapsa (Ezequiel 13:10-16).
En la conclusión del Sermón del Monte (Mateo 5-7) o el Sermón en el Llano (Lucas 6), Jesús quería que su audiencia no fuera sólo de oyentes sino también de hacedores de la palabra que Él les había hablado. No es suficiente sólo con escuchar las palabras de Jesús. El creyente debe llevar la Palabra de Jesús y edificar su casa de fe sobre ella. Jesús es el cimiento sobre el que el hombre sabio construye. En palabras de Pablo, “según la gracia que Dios me ha dado, yo, como maestro constructor, eché los cimientos, y otro construye sobre ellos. Pero cada uno tenga cuidado de cómo construye, porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo” (1 Corintios 3:10-11).
Quien es sabio, escucha seriamente y dirige su vida de acuerdo a las palabras de Jesús. El que escucha pero no pone sus palabras en práctica, se dirige a la ruina total. Así es el que escucha pero no ha tomado tiempo para cavar y poner un cimiento. Su casa está lista en muy poco tiempo y es temporalmente adecuada para sus necesidades, pero cuando la adversidad golpea en los torbellinos de la vida, la casa que no tiene a Jesús como su cimiento colapsa y es completamente destruida.
Esta parábola llama indirectamente la atención hacia el juicio de Dios, el cual todos, el constructor prudente y también el insensato, debemos enfrentar. El hombre prudente que ha construido su casa de fe sobre Jesús es capaz de resistir las tormentas de la vida. Él se levanta seguro, las supera y triunfa. En las Bienaventuranzas, Jesús llama bienaventurados a los pobres, mansos y oprimidos. En la parábola, esas personas que han construido sobre la Roca demuestran una gran fortaleza en todo lo que hacen. Ellos escuchan las palabras de Jesús y las ponen en práctica. Por eso, ellas nunca irán a la ruina. Ellas creen en Jesús y obedecen su Palabra.
CAPÍTULO 3
Los Niños Sentados en la Plaza
“¿Con qué puedo comparar a esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza que gritan a los demás:
“Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron;
Cantamos por los muertos, y ustedes no lloraron.”
Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y ellos dicen: “Tiene un demonio.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Éste es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.” Pero la sabiduría queda demostrada por sus hechos.”
Mateo 11:16-19
“Entonces, ¿con qué puedo comparar a la gente de esta generación? ¿A quién se parecen ellos? Se parecen a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros:
“Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron;
entonamos un canto fúnebre, y ustedes no lloraron.”
Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y ustedes dicen: “Tiene un demonio.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y ustedes dicen: “Éste es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.” Pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen.”
Lucas 7:31-35
Jesús narró una encantadora parábola de niños jugando en la plaza de mercado. Él tomó la escena directamente de la vida diaria, una imagen familiar de niños componiendo sus propias obras y actuándolas fuera. El pequeño drama podía muy bien haberse desarrollado así: varios niños y niñas estaban jugando juntos en la plaza de mercado, muy probablemente cuando ya no había actividad. Algunos de ellos querían jugar actuando lo que parecía ser una boda. Además de la novia y el novio, se necesitaba un flautista, pues había una cantidad de niños para bailar en ella. Aunque la novia y el novio estaban listos y uno de los niños tocaba con su flauta la música de la boda, el resto de los niños se rehusaron a bailar. Ellos no estaban interesados en ese juego.
Luego, algunos de los niños querían representar un funeral. Uno de ellos debía hacer la actuación de una persona muerta mientras los demás entonaban un lamento. El resto tenía que llorar, pero se rehusaron. Ellos no deseaban ser parte de ese juego del funeral. Los niños que habían planeado los juegos se sentaron y le gritaron a los otros:
“Tocamos la flauta,
y ustedes no bailaron;
entonamos un canto fúnebre,
y ustedes no lloraron.”
Aplicación
Según el Evangelio de Mateo, los niños sentados en el mercado llamaron a sus compañeros de juego. En el Evangelio de Lucas, los niños se gritan unos a otros. En la presentación de Mateo, un grupo de niños es creativo y le sugiere dos diferentes juegos al otro grupo.1 El relato de Lucas da la impresión de que un grupo de niños quería jugar un juego feliz, mientras que el otro grupo decidió jugar uno triste. Ningún grupo quería seguir la sugerencia del otro. También puede ser que sólo se registrara la mofa de sólo un grupo,2 y que el uso de “unos a otros” no debe hacerse indebidamente.
Pero, ¿cómo se aplica la parábola? Básicamente, hay dos maneras de aplicar la escena que Jesús describió. Primero, los niños que sugieren los juegos de la boda y el funeral representan a Jesús y a Juan el Bautista respectivamente. Los niños que se niegan a participar en estos juegos son los judíos. Juan vino a ellos y les dio una nota triste, pero ellos no estaban con ánimo de escucharlo. Para deshacerse de Juan, ellos dijeron que él estaba poseído. Sin embargo, Jesús vino y trajo alegría y felicidad en numerosas maneras; los judíos se burlaron de Él porque entraba en las casas de gente social y moralmente apartada, donde comía y bebía con ellos.
La segunda interpretación es al revés de la primera. Es decir, los niños que sugieren los juegos alegres y tristes de la boda y el funeral son los judíos que querían que Juan se casara y que Jesús muriera. Cuando ninguno de los dos cumplió con sus expectativas, ellos se quejaron. Ellos le dicen a Juan: “Tocamos la flauta para usted, pero usted no bailó.” Y le dicen a Jesús: “Cantamos un lamento, pero usted no lloró.”
De las dos, la segunda explicación es más plausible. Primero, esta establece un vínculo definitivo entre “la gente de esta generación” (Lucas 7:31) y los niños que hacen los reproches. Los judíos están disgustados tanto con Jesús como con Juan el Bautista, así como los niños lo están con sus compañeros de juego. Segundo, pone las quejas de los niños aplicadas a Juan y Jesús en orden cronológico.4 Juan vino como un asceta que vivía de comer langostas y miel silvestre (comer pan y beber vino no era lo suyo) y los judíos lo acusaron de estar poseído por los demonios. En contraste, Jesús comía pan y bebía vino y ellos lo tacharon de glotón y borracho, amigo de cobradores de impuestos y “pecadores”. Dios había enviado a sus mensajeros en las personas de Juan y Jesús, pero sus contemporáneos no hicieron nada y más bien los reprocharon.
Paralelos
Los juegos que los niños querían jugar y sus subsecuentes reproches encuentran un eco en el Libro de Eclesiastés, el cual tiene una sección de poesía que observa que hay un tiempo para todo. Hay “un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para estar de luto y un tiempo para saltar de gusto” (Eclesiastés 3:4), dice el Predicador.
Sin embargo, la mofa que los judíos infligieron a Jesús no fue por medio de insultos inofensivos. Ellos lo acusaron de ser un glotón y un borracho. Esta era la descripción de un hijo revoltoso que según la Ley Mosaica, debía ser apedreado hasta la muerte (Deuteronomio 21:20-21). La relación de Jesús con los moral y socialmente apartados, que eran considerados apóstatas por los líderes religiosos, era vista como algo reprensible. Debido a su relación, los judíos sentían que Él mismo debía ser considerado como un apóstata.5
En la literatura rabínica, aparece un