que el Elías de pelo rizado se levantara para actuar en su nombre, y ellos se rieron de él diciendo: “Miren cómo riza sus cabellos!” y burlonamente lo llamaron “el tipo de pelo rizado”. Tú hiciste que Eliseo se levantara para actuar en su nombre, y ellos le dijeron burlonamente: “Sube calvo, sube calvo.”6
Conclusión
La culminación de esta parábola difiere en los dos relatos de los evangelios. Los relatos de Mateo y Lucas varían en la frase concluyente: “pero la sabiduría queda demostrada por sus hechos” (Mateo 11:19), y “pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen” (Lucas 7:35). Se ha hecho la sugerencia de que la diferencia en la redacción puede llevarnos a una antigua expresión aramea en cuya traducción hubo incomprensión de la misma.7 Cualquiera que sea la causa, el significado al que conducen las palabras no varía. La sabiduría representa la sabiduría de Dios; puede incluso ser una circunlocución para Dios mismo. Según Mateo, las obras divinas de Jesús (Mateo 11:5), son prueba de la sabiduría de Dios. En el Evangelio de Lucas, los hijos de Dios son un testimonio de la veracidad de su sabiduría. Por ejemplo, los cobradores de impuestos y las mujeres inmorales rechazadas como parias por la gente religiosa de su tiempo, vieron en Juan el Bautista y en Jesús la sabiduría de Dios revelada. Tanto Juan como Jesús les proclamaron a ellos el mensaje de redención: Juan con toda austeridad en el Jordán (Lucas 3:12-13) y Jesús en franca comunión en sus casas (Lucas 5:30).
CAPÍTULO 4
El Sembrador
“Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó junto al lago. Era tal la multitud que se reunió para verlo que él tuvo que subir a una barca donde se sentó mientras toda la gente estaba de pie en la orilla. Y les dijo en parábolas muchas cosas como éstas: Un sembrador salió a sembrar. Mientras iba esparciendo la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado. El que tenga oídos, que oiga.”
Mateo 13:1-9
“De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. La multitud que se reunió para verlo era tan grande que él subió y se sentó en una barca que estaba en el lago, mientras toda la gente se quedaba en la playa. Entonces se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas y, como parte de su instrucción, les dijo: «¡Pongan atención! Un sembrador salió a sembrar. Sucedió que al esparcir él la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron, de modo que no dio fruto. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno. Brotaron, crecieron y produjeron una cosecha que rindió el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno. El que tenga oídos para oír, que oiga», añadió Jesús.”
Marcos 4:1-9
“De cada pueblo salía gente para ver a Jesús, y cuando se reunió una gran multitud, él les contó esta parábola: Un sembrador salió a sembrar. Al esparcir la semilla, una parte cayó junto al camino; fue pisoteada, y los pájaros se la comieron. Otra parte cayó sobre las piedras y, cuando brotó, las plantas se secaron por falta de humedad. Otra parte cayó entre espinos que, al crecer junto con la semilla, la ahogaron. Pero otra parte cayó en buen terreno; así que brotó y produjo una cosecha del ciento por uno.» Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» Sus discípulos le preguntaron cuál era el significado de esta parábola.”
Lucas 8:4-8
El Escenario
En nuestra sociedad industrializada, la agricultura ha estado obsesionada con la producción de comida y ya no es sólo una forma de vida, sino que por el contrario, se ha convertido en una manera de hacer un estilo de vida. La tecnología moderna ha sido plenamente aplicada a los métodos agrícolas, así que el agricultor ahora es un técnico de procesos (un experto en aplicar fertilizantes, herbicidas e insecticidas) y un ejecutivo que conoce el costo de producción, el valor de su producto y el calendario del mercadeo.
Cuando Jesús enseñó la parábola del sembrador a su audiencia de galileos, ellos literalmente veían al agricultor sembrando su semilla en los campos aledaños en el mes de Octubre. Por supuesto, los evangelistas no nos dicen cuándo Jesús enseñó la parábola. Muy probablemente puede haber sido en el tiempo en que el sembrador salía a sembrar. Las multitudes (según Mateo, grandes multitudes) habían venido a la playa en la orilla noroccidental del Lago de Galilea. La gente podía ser contada por miles. Para dirigirse a tal multitud, Jesús usó un púlpito flotante, sentándose en un bote muy probablemente algo alejado de la orilla.1 De esta manera, la superficie del agua desviaba su voz, la cual, en un día calmado, podía alcanzar a la audiencia sentada o parada en la playa. Este entorno era mucho más eficaz que un moderno sistema de altavoces para dirigirse al público.
Jesús no tuvo que explicar las actividades de un agricultor. Tal vez ellos podían verlo trabajar a la distancia, sembrando semillas de avena o cebada. Ellos podían incluso haber pasado junto a sus campos camino a la playa. En la sociedad agrícola de ese tiempo, muchos en la audiencia eran agricultores o habían trabajado en una granja.
La agricultura en tiempos de Jesús era relativamente simple. Aunque la parábola no dice nada acerca de los métodos agrícolas, de las fuentes del Antiguo Testamento (Isaías 28:24-25; Jeremías 4:3; Oseas 10:11-12) y de los textos rabínicos, sabemos que al final de un prolongado y ardiente verano, el agricultor iría a su granja y sembraría trigo o cebada en la superficie del suelo duro. Él arará la tierra para cubrir la semilla y esperará las lluvias del invierno para que las semillas germinen.2
El agricultor en la parábola de Jesús, llevó al campo su provisión de grano en una bolsa que pendía de su cuello y hombros. La bolsa colgaba frente a él y con pasos rítmicos, él regaba la semilla en los surcos a través del campo. A él no le importaban las relativamente pocas semillas que caían en el camino que rodeaba el campo o las que quedaban en la superficie, donde la piedra caliza sobresalía de la tierra, ni las que caían entre los espinos que crecían durante la primavera y ahogaban el trigo que crecía. Para el agricultor, todo esto era parte de un día de trabajo.
En épocas remotas, el área donde Jesús enseñó la parábola había sido cubierta por el polvo de las frecuentes erupciones de una cordillera volcánica. Donde el polvo cayó en abundancia sobre la piedra caliza, la tierra fue particularmente fértil mientras que otros lugares quedaron áridos. En un campo particular, uno puede encontrar un suelo rico, de gravilla o rocoso.3
La descripción es común y precisa. El agricultor no podía evitar que algunas semillas cayeran en el camino duro. Tarde o temprano las aves vendrían y se llevarían las semillas que fueron sembradas en el campo. Todo eso era parte de la agricultura de ese tiempo. El agricultor tampoco podía hacer nada acerca de la piedra caliza que aparecía aquí y allá. Esa era la configuración del terreno. Más aún, él había tratado de eliminar las malezas espinosas desenterrando las raíces de estas obstinadas plantas. Pero ellas parecían tener una manera de regresar.
El agricultor imaginaba el tiempo de la cosecha cada vez que él entraba en el cultivo. Una cosecha promedio en aquellos días rendía diez veces.4 Si él obtenía un rendimiento de treinta veces o más aún, de sesenta veces, él tendría una excelente cosecha. Muy ocasionalmente él puede obtener una cosecha con un rendimiento de cien veces (Génesis 26:12). En resumen, el agricultor no se fijó en las semillas de trigo que perdió en el momento de sembrar, sino que puso su esperanza en el futuro y aguardó el momento de la cosecha.
Ninguno de los que escuchaban a Jesús tendría problema con él. El clímax de la historia pudo haber sorprendido a sus oyentes, pues en lugar de una cosecha normal