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Puerto de Ideas de la A a la Z


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Jeftanovic

       O

      obsesión ~ Andrés Claro

       P

      palabra ~ Álvaro Viguera

       Q

      Qapac Ñan ~ Olaya Sanfuentes

       R

      realidad ~ Óscar Contardo

       S

      saberes ~ Francisco Mouat

       T

      territorio ~ Eugenio Dittborn

       U

      universo ~ Alejandra Costamagna

       V

      viaje ~ Rafael Sagredo

       W

      web ~ Pablo Chiuminatto

       X

      xenofobia ~ Carlos Peña

       Y

      yo ~ Constanza Michelson

       Z

      zaguán ~ Cristián Warnken

       Autores

       Agradecimientos

      Presentación

      Chantal Signorio

      En este 2020, el Festival Puerto de Ideas Valparaíso cumple una década. Un tiempo que acontece en condiciones completamente distintas a lo que podríamos haber esperado, cuando en aquel principio, con modestia pero solidez, propusimos el sueño común de fundar un festival de las ideas y la creatividad en la ciudad-puerto más importante de Chile. Un ciclo anual que construyó, a lo largo del tiempo, una comunidad que —aunque se da cita sólo una vez al año por tres días— se ha consolidado, fundando una tradición que se repite cada noviembre.

      Mirar ese recorrido desde hoy emociona, más aún cuando las circunstancias de este aniversario están marcadas por una pausa en la forma más propia de convocar que tiene Puerto de ideas, que consiste en la reunión y el diálogo en torno a la pasión que mueve a los grandes creadores, investigadores e intelectuales.

      El Festival ha crecido con constancia, transformándose en una invitación abierta a conocer el pensamiento y la obra de los invitados a través de un programa que aporta vida a la ciudad de Valparaíso y sus principales espacios culturales. Con formatos heterogéneos, charlas, conferencias, espectáculos, entrevistas, recitales, conversaciones y lecturas se alternan en una secuencia intensa y activa y conforman una agenda repleta, una propuesta cultural comprometida con la formación de audiencias y espectadores, así como con las comunidades educativas de la región. Cada año, en paralelo a las actividades abiertas al público, profesores y estudiantes participan fraguando un vínculo que excede el marco del Festival, con talleres y clubes de lectura que comienzan antes y quedan para siempre. Así, en diez años hemos alcanzado un público cada vez más amplio: ciento sesenta mil personas han asistido a las charlas de más de cuatrocientos conferencistas, y hemos logrado el sueño de convocar y fidelizar a una audiencia atenta.

      Para celebrar, a pesar de los tiempos, no quisimos ofrecer una memoria acumulativa, ni un resumen ejecutivo o poético, ni un compendio. La propuesta es este libro coral en torno al abecedario y las palabras, un diccionario dispuesto a aceptar nuevas acepciones e interpretaciones. Es por esto que invitamos a científicos, directores de teatro, artistas visuales, historiadores, poetas, escritores, filósofos, que han participado como conferencistas en el Festival, a escribir acerca de una palabra asignada. Reunimos veintinueve voces nacionales para recuperar la condición comunitaria de la cultura que, sin las audiencias y los espectadores, no existe, se desvanece.

      Puerto de Ideas de la A a la Z busca proponer una forma de pensar el porvenir en colaboración, desprendiéndonos por un momento de la idea de futuro y de pasado, tal como pareciera exigirnos este tiempo, esta pausa. Los textos que recoge este libro tributan a ese festival que renueva año a año la vocación por honrar la creatividad, el aprendizaje y la curiosidad.

      Abecedario

      Juan Villoro

      “Ordenar una biblioteca es una manera silenciosa de ejercer el arte de la crítica”, escribió Borges. Esta idea parte de un presupuesto esencial: no hay voces individuales. Toda obra prospera en densidad; depende de precursores y en forma voluntaria o accidental dialoga con otras obras; se beneficia de sus hallazgos, pero también de sus errores: Ptolomeo, que estaba equivocado, permite aquilatar la razón de Galileo.

      Al igual que las bibliotecas, los ciclos de conferencias y las mesas redondas se deben a un espíritu gregario y ponen en práctica uno de los más curiosos inventos de la especie: la conversación. Las disertaciones solo adquieren pleno sentido al relacionarse con otras y al someterse al juicio y las intervenciones del auditorio.

      Forma de aprendizaje y convivencia, el diálogo no agota un tema ni aspira a resolverlo para siempre. Su sentido profundo solo se descubre mientras sucede. Por el solo hecho de hablar ante los otros, y recibir respuesta, el ponente matiza, complementa, modifica sus ideas. Quien escucha mejora lo que dice.

      Lejos de las tertulias que reiteran lo ya sabido o los congresos donde todos piensan lo mismo —la jungla de los loros o el