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Puerto de Ideas de la A a la Z


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otros), se van tomando sucesivamente los escenarios, ellas nos traen el recuerdo de un significado transversal que cruzando todas las lenguas, vocablos e idiomas, nos muestra que si la palabra activismo tiene un sentido es solo por la mayor o menor cercanía que pueda tener con otra palabra que es tal vez la única que no requiere de las demás para significarse: la palabra amor. Maiakovski vio la barca del amor estrellarse contra lo que llamó “los escollos de la vida cotidiana”, y luego se mató. Todas las palabras pueden matar, incluso esa, pero también la palabra suicidio tiene distintos significados: morir de amor o morir por amor. Es el único activismo que para mí cuenta.

      B

      belleza

      Cualidad de bello.

      Bello

      Del latín bellus ‘bonito’.

      1. Que, por la perfección de sus formas, complace a la vista o al oído y, por extensión, al espíritu.

      2. Bueno, excelente.

      belleza

      Rafael Gumucio

      La belleza a la que le atribuimos las gracias y las desgracias de la cultura es lo menos cultural que tenemos. Todos los experimentos en la materia indican que Marilyn Monroe es bella en Laponia y en Mongolia, tal como lo fue en Estados Unidos. Su belleza era una forma de poder que ella nunca poseyó del todo y terminó por matarla.

      Gracias a Marilyn sabemos, para empezar, dos cosas: que la belleza mata y que por ella daríamos la vida. El arte, el pensamiento, la ética, la religión tienen como fin cercar ese objeto, disminuir ese poder para usarlo con el mismo cuidado y diligencia con que los primitivos aprendieron a usar el fuego sin quemar todas las praderas cada vez que encendían una fogata. No en vano, a la hora de definirla o explicarla, filósofos tan hábiles como Platón, Kant o Spinoza naufragan en la imprecisión, la vaguedad o la simple impotencia. La belleza es algo que no pueden negar, pero desbarata todos sus planes de paz universal y razón razonable. La belleza tuvo la culpa de la guerra de Troya, pero también es culpable de la Ilíada y la Odisea. La belleza separa a los hombres, pero sin ella ¿para qué, para quién hablar?

      ¿Es la belleza la guerra que emprendemos por ella y la paz con que convertimos la guerra en poema? En esa pregunta se han perdido la mayor parte de las doctrinas que quieren mejorar a los hombres de la enfermedad de ser demasiado humanos. Por eso el judaísmo primitivo, el cristianismo, el islam, el socialismo, y muchas ramas del feminismo han preferido pasar por alto el problema y decretar que la belleza es simplemente un prejuicio cultural. Un atavismo de ayer que, en el mundo justo de mañana, ya no seguirá subyugándonos. Libres de las forma de las cosas, dicen, podremos dedicarnos al fondo de las cosas. Pero lo que amamos en la belleza es que, justamente, no se pueden separar forma y fondo. Que en ella se reconcilian de una manera embriagadora las dos cosas.

      La belleza, como la muerte o el deseo, es algo que no podemos definir. Porque sabemos demasiado bien qué es. El papel del arte no es producir belleza sino, al revés, domesticarla para que podamos experimentar sus efectos secundarios. Aprendemos, gracias a siglos de arte y literatura, a llamar belleza a la simple paz del agua en el fondo de una jarra de arcilla y a las olas encontrándose con el acantilado que convertirán, después de siglos, en arena, y a regresar al anochecer a la ciudad y verla perder los últimos rayos de sol en el asiento trasero del auto. Esa belleza es la que hemos aprendido a defender de la otra, de la de las Misses. Una belleza que no sea un privilegio, que no sea una excepción, que sea la regla.

      Conseguir una belleza justa, una belleza que no solo lleven sobre sus hombros pocos individuos, es la gran lucha de la cultura occidental. Confieso que he tratado muchas veces de reconciliar belleza y justicia. Confieso que he tratado de amar la sencillez de las cosas tal y como son. Amar el pan, los días martes, la luz de las once y media de la mañana. Pero, lo quiera o no, la belleza sigue siendo para mí esa palpitación que hace que todo parezca provisorio, que la vida parezca un cuento y la realidad una mera carcasa de la que mi cuerpo, libre por un segundo, escapa, sabiendo que tendrá que pagar tarde o temprano por su imprudencia. Pero feliz, sin embargo. Inconfesablemente feliz. Dispuesto a pagar igual.

      C

      creatividad

      De creativo e -idad.

      Facultad de crear.

      Crear

      Del latín creāre.

      1. Producir algo de la nada.

      2. Establecer, fundar, introducir por vez primera algo; hacerlo nacer o darle vida, en sentido figurado. Crear una industria, un género literario, un sistema filosófico, un orden político, necesidades, derechos, abusos.

      creatividad

      Pablo Simonetti

      La creación de una obra literaria se asemeja al crecimiento de un árbol. Crear y crecer, verbos consecutivos en el diccionario. Antes del primer despunte de una obra de arte, debe existir un ser humano habitado por un espíritu creativo, alguien que mediante su manera de vivir, pensar, leer, escuchar, ver y sentir sea capaz de recolectar materiales ricos y diversos, que sea dueño de una mente dispuesta a acumular y concentrar estímulos y señales en el cuenco de su imaginación. Un suelo nutricio, una biblioteca irrepetible que podríamos llamar su lugar vital. Solo ahí podrá anidar la semilla de la obra, ya sea una experiencia de vida cargada de emoción y de preguntas, el retumbar de una frase ajena en nuestro interior, o tan solo una luz que pasa por nuestra mente y que deja en la memoria un campo revelado.

      Luego viene el impulso de la germinación, el surgimiento del primer brote y el hundimiento de la radícula. Es un proceso a la vez aéreo y subterráneo. Asciende siguiendo su anhelo de luz al tiempo que se ancla en el sustrato provisto por el creador.

      La descarga de sentido inicial va tomando cuerpo, en el caso de un narrador casi siempre adquiere la silueta de una voz, de algunos personajes. Podríamos asimilarlo a la creación de un tallo central que luego se convertirá en el tronco. Es una forma simple todavía, pero que posee una gran fuerza de arrastre, pues lleva hacia las yemas apicales la sabia necesaria para dar vida a esa estructura que se va volviendo más compleja y a la vez más clara para el escritor. A estas alturas, ya tenemos personajes secundarios, el barrunto de una trama, motivos matrices. Ya brotaron hojas que aportan energía a través de la fotosíntesis para que el crecimiento siga adelante, se trata de esas primeras notas o páginas que nos alientan a seguir. El tiempo y el espacio toman relevancia. Vamos camino a la definición de una estructura. Árboles de la misma especie pueden adquirir hábitos por completo diferentes, dadas las condiciones del suelo, el clima, la luz y el viento. El acto creativo es la convergencia del íntimo contacto de las raíces con el sustrato del artista y de la influencia de la intemperie, de la luz de los días, del viento de la época.

      A estas alturas, el proceso creativo adquiere un matiz diferente. Nos esforzamos por hallar la expresión más bella y lograda de lo que ya hemos vislumbrado. Esta etapa del crecimiento de las ramas y las hojas tiene su origen en la inteligencia que reside en las puntas blancas de las raíces. Es allí donde captan la abundancia y la escasez de los elementos que necesitan para alimentar al árbol, donde recurren a la ayuda de microorganismos para absorberlos, donde perciben las advertencias y los estímulos de otros árboles cercanos, como si de una conversación se tratara al interior del bosque literario que cobija a cada escritor. Las palabras se conciben en el microscópico y boyante intercambio que se da en el extremo de los sutiles exploradores con que la historia se ha aferrado al mundo creativo que le dio origen. Aquí nacen las metáforas, las comparaciones, el detalle vivificante, las revelaciones que esa estructura y esa voz traían contenidas en sí mismas sin que el artista tuviera consciencia de ellas. Las palabras, como las hojas, se acompañan, se protegen y se alimentan entre sí.

      Tal como debemos esperar a que los árboles alcancen su expresión más bella y entreguen su sombra más reconfortante, también debemos enfrentar el proceso de la creación con disciplina, determinación y coraje. Pasaremos muchos inviernos, o años sin verano, periodos