del suelo, el riego puede volverse problemático, los patógenos y las plagas pueden asentarse y, lo peor de todo, la jardinería se vuelve mucho más fatigosa de lo que necesita ser.
Si los fertilizantes químicos basados en sales no matan a partes de la red de nutrientes del suelo, lo hará el empleo del motocultor. Este rito primaveral de la jardinería rompe las hifas fúngicas, diezma a las lombrices y acuchilla y aplasta a los artrópodos. Destruye la estructura del suelo y a la postre hurta al suelo el aire que necesita. Y, de nuevo, eso significa más trabajo a la larga para ti. La polución del aire, los pesticidas, fungicidas y herbicidas matan a miembros importantes de la red de nutrientes del suelo o los «ahuyentan». Cualquier cadena es tan fuerte como su eslabón más débil: si hay una carencia en la red de nutrientes del suelo, el sistema se colapsará y dejará de funcionar adecuadamente.
Las redes de nutrientes del suelo sanas te benefician a ti y a las plantas
¿Por qué debería un jardinero saber cómo funcionan los suelos y las redes de nutrientes del suelo? Porque así puedes gestionarlas para que trabajen para él y para tus plantas. Mediante el uso de técnicas que emplean la ciencia de la red de nutrientes del suelo en tu jardín, por lo menos puedes reducir, y en el mejor de los casos eliminar, la necesidad de fertilizantes, herbicidas, fungicidas y pesticidas (y un montón de trabajo que viene aparejado). Puedes mejorar los suelos degradados para que vuelvan a ser útiles. Los suelos retendrán los nutrientes en los cuerpos de los organismos de la red de nutrientes del suelo en vez de permitir que se filtren a dios sabe dónde. Tus plantas obtendrán nutrientes en la forma en que cada una en particular quiere y necesita y, en consecuencia, estarán menos estresadas. Tendrás una prevención, protección y supresión de enfermedades de origen natural, y tus suelos retendrán más agua.
Los organismos en la red de nutrientes del suelo harán la mayor parte del trabajo para mantener la salud de las plantas. Miles de millones de organismos vivos estarán trabajando continuamente a lo largo del año, haciendo las tareas engorrosas, proveyendo de nutrientes a las plantas, construyendo los sistemas de defensa contra las plagas y enfermedades, aflojando el suelo e incrementando el drenado, creando los pasadizos necesarios para el oxígeno y el dióxido de carbono. Tú no tendrás que hacer ninguna de estas cosas.
La jardinería con la red de nutrientes del suelo es fácil, pero tienes que devolver la vida a tus suelos. En primer lugar, sin embargo, tienes que saber algo sobre el suelo en el que opera la red de nutrientes del suelo; en segundo lugar, tienes que saber lo que hace cada uno de los miembros claves de la comunidad de la red de nutrientes. Ambas cuestiones se abordan en el resto de la primera parte.
2. La ciencia del suelo clásica
Este sería un buen momento para salir fuera y recoger unos puñados de tierra de distintas partes de tu terreno. Echa un buen vistazo a la tierra. Huélela. Muélela entre tus dedos. Compara las muestras por sus diferencias y similitudes. Cuando repitas estas observaciones tras leer este capítulo, tendrás una perspectiva distinta sobre lo que tienes en las manos.
El jardinero típico sabe muy poco sobre el suelo y su importancia. Sin embargo, para nosotros el suelo es la casa en la que viven todos los organismos de la red de nutrientes del suelo. Es el escenario de los actores que nos interesan. Simplemente, tienes que conocer la naturaleza física del suelo para entender la biología que lo habita y cómo usar esa biología para convertirte en un mejor jardinero. Después de todo, media hectárea de un buen suelo de cultivo rebosa vida y contiene en torno a 1 kg de pequeños mamíferos; 60 kg de protozoos; 400 kg respectivamente de lombrices, artrópodos y algas; 900 kg de bacterias; y una tonelada de hongos.
Si queremos que las cosas crezcan mejor, la mayoría de nosotros sustituirá un suelo de calidad pobre por otro de buena calidad. Los jardineros experimentados detectan un buen suelo cuando lo ven: del color del café, rico en material orgánico, capaz de retener el agua y al mismo tiempo drenarla cuando hay un exceso. Y huele bien. El suelo pobre es pálido, está compactado, drena o demasiado bien y no retiene el agua o retiene demasiada agua, y a veces se torna incluso anaeróbico. Y puede oler mal. Sin embargo, si vas a usar la red de nutrientes del suelo, deberías saber más. ¿De dónde viene el suelo? ¿De qué se compone? ¿Cómo nos podemos poner de acuerdo para describirlo y cómo podemos medir sus características? Estos conocimientos te ayudarán a ajustar tus suelos porque, al final, lo que determina un suelo realmente bueno es lo que deseas cultivar en él: un buen suelo debe ser capaz de mantener una red de nutrientes del suelo compatible con las plantas que sustenta. Confía en nosotros: al final, te alegrarás de saber un poco más sobre el suelo; algo más allá de su color y olor.
En realidad, ¿qué es el suelo?
Técnicamente, suelo es todo el materia mineral y orgánico en las capas superiores de la corteza terrestre que está suelto, sin consolidar. La comparación estándar emplea una manzana para representar a la Tierra. Resta el 75 % de la piel, que representa toda el agua, y otro 15 %, que representa a los desiertos o montañas, tierra demasiado caliente, demasiado fría, demasiado húmeda, o demasiado empinada para cultivar plantas. El 10 % restante representa todo el suelo de la Tierra: suelos con las propiedades físicas, químicas y biológicas necesarias para sustentar la vida de las plantas. Cuando tenemos en cuenta las huellas de las ciudades, carreteras u otras infraestructuras obra del hombre (estas, por otro lado, suelen asentarse en algunos de los mejores suelos), la superficie de suelo utilizable se ve más reducida todavía.
Por el momento, lo que nos concierne es la diminuta tira de piel de manzana que representa el suelo en nuestros jardines y terrenos. ¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Qué es? ¿Cómo sustenta el crecimiento de las plantas?
La meteorización
El suelo en tu terreno es en gran parte producto de la meteorización. La meteorización es la suma de impactos de todas las fuerzas naturales que descomponen las rocas. Estas fuerzas pueden ser físicas, químicas o biológicas.
Para empezar, la mera acción del viento, lluvia, nieve, sol y frío (junto con la trituración glacial, baches en los lechos de los ríos, el raspado contra otras rocas, los rodamientos con las olas del océano y los chorros de las corrientes) rompen físicamente las rocas hasta convertirlas en diminutas partículas, e inician el proceso de formación del suelo. El agua se congela en las grietas y fracturas y se expande, incrementando su volumen un 9 % (y ejerciendo una fuerza de unos 400 kg por cm²) cuando se convierte en hielo. El tiempo caluroso hace que la superficie de la roca se expanda, mientras que el interior de la roca, tan solo a un milímetro de profundidad, se mantiene fresco y estable. A medida que la capa exterior empuja hacia afuera, se forman grietas y la superficie se pela en partículas más pequeñas.
Los ácidos producidos por el liquen amarillo de esta roca contribuyen lentamente a su conversión en suelo. Dave Powell, usda Forest Service.
La meteorización química disuelve la roca rompiendo los enlaces moleculares que la mantienen unida mediante la exposición al agua, oxígeno y dióxido de carbono. Algunos materiales de la roca se disuelven, lo que hace que esta pierda la estabilidad estructural y se vuelva más susceptible a la meteorización física (piensa en un terrón de azúcar que se echa en una taza de té y luego se agita). Los hongos y las bacterias también contribuyen a la meteorización química produciendo productos químicos cuando descomponen la comida (los hongos producen ácidos y las bacterias sustancias alcalinas); además del dióxido de carbono, los microbios producen amoníaco y ácidos nítricos que actúan como solventes. El material de la roca se rompe en elementos más simples. Si bien hay casi noventa elementos químicos diferentes en el suelo, solo ocho son los mayoritarios: oxígeno, silicio, aluminio, hierro, magnesio, calcio, sodio y potasio. Todos tienen una carga eléctrica a nivel molecular, y en diferentes combinaciones estos forman moléculas cargadas eléctricamente que se combinan para formar distintos minerales.
También la actividad biológica provoca la meteorización. El musgo y el liquen (o para ser más precisos, los hongos en ellos) se adhieren a las rocas y producen ácidos y quelatos que disuelven pequeños trocitos de roca para ser usados como nutrientes,