la supremacía papal, la luz de la verdad no pudo apagarse por completo. En todas las edades hubo testigos de Dios, hombres que conservaron su fe en Cristo como único mediador entre Dios y los hombres, que reconocían la Biblia como única regla de su vida y santificaban el verdadero día de reposo. Nunca sabrá la posteridad cuánto debe el mundo a esos hombres. Se los marcaba como herejes, los móviles que los inspiraban eran impugnados, su carácter difamado y sus escritos prohibidos, adulterados o mutilados. Sin embargo, permanecieron firmes, y de siglo en siglo conservaron pura su fe, como herencia sagrada para las generaciones futuras” (El conflicto de los siglos, p. 66).
4. La iglesia de la Reforma
“En los países que estaban fuera de la jurisdicción de Roma, existieron por muchos siglos grupos de cristianos que permanecieron casi enteramente libres de la corrupción papal... Creían estos cristianos en el carácter perpetuo de la Ley de Dios, y observaban el sábado del cuarto Mandamiento. Hubo en el África Central y entre los armenios del Asia iglesias que mantuvieron esta fe y esta observancia.
“Mas entre los que resistieron las intrusiones del poder papal, los valdenses fueron los que más sobresalieron. En el mismo país donde el papado asentara sus reales fue donde encontraron mayor oposición su falsedad y corrupción...
“Los valdenses se contaron entre los primeros de todos los pueblos de Europa que poseyeron una traducción de las Santas Escrituras...Tras los elevados baluartes de sus montañas, refugio de los perseguidos y oprimidos en todas las edades, hallaron los valdenses seguro escondite. Allí se mantuvo encendida la luz de la verdad en medio de la oscuridad de la Edad Media. Allí, los testigos de la verdad conservaron por mil años la antigua fe” (ibíd., pp. 68-71).
Juan Wiclef “fue el heraldo de la Reforma no solo para Inglaterra, sino para toda la cristiandad. La gran protesta que contra Roma le fue dado lanzar, no iba a ser nunca acallada...
“Cuando la atención de Wiclef fue dirigida a las Sagradas Escrituras, se consagró a escudriñarlas con el mismo empeño que había desplegado para adueñarse por completo de la instrucción que se impartía en los colegios...
“Dios le había señalado a Wiclef su obra. Puso en su boca la palabra de verdad y colocó una custodia en derredor suyo, para que esa palabra llegase a oídos del pueblo. Su vida fue protegida, y su obra continuó hasta que hubo echado los cimientos para la grandiosa obra de la Reforma.
“Wiclef fue uno de los mayores reformadores” (ibíd., pp. 85-100).
Juan Huss fue uno de los miembros de la iglesia de la Reforma que leyó y creyó en los escritos de Juan Wiclef. Al ordenarse como sacerdote, denunció las enseñanzas de la iglesia que no tenían base bíblica y su predicación despertó el interés de cientos de estudiantes de toda Bohemia y Alemania. Huss terminó siendo condenado a la hoguera, tal como lo fuera Jerónimo, que había sido su compañero y apoyo.
Pero el empuje mayor de la iglesia del período de la Reforma surgió como resultado del valor y la fe de Martín Lutero. A los 21 años, ya era un erudito consumado. Leyó la Biblia en latín, la primera que había visto, y memorizó porciones de ella. A través de una experiencia dramática, llegó a la comprensión de que el “justo vivirá por la fe”.
El 31 de octubre de 1517 clavó en la pesada puerta de madera de la iglesia del castillo de Wittenberg una lista con 95 tesis, o declaraciones doctrinarias. Más tarde, esas tesis fueron impresas y esparcidas por toda Europa. Cuando se le pidió que se retractara, respondió: “Yo no puedo ni quiero retractar nada, por no ser digno de un cristiano hablar contra su conciencia. Heme aquí; no me es dable hacerlo de otro modo. ¡Que Dios me ayude! ¡Amén!” (ibíd., pp. 170, 171).
La iglesia de la Reforma se expandió gracias a la traducción de la Biblia al alemán, realizada por Martín Lutero.
Felipe Melanchton era un amigo íntimo de Lutero, y profesor también en la Universidad de Witenberg. Ayudó a redactar la Confesión de Augsburgo, que marcó un punto culminante de la Reforma protestante.
Juan Calvino, francés, apoyó a los hugonotes. Desde Ginebra, en Suiza, donde vivía, salieron muchos estudiantes que fueron luego a España, Inglaterra y otros países, donde apoyaron la Reforma. Uno de sus más entusiastas alumnos fue Juan Knox, cuya prédica conmovió los cimientos de la apostasía en Escocia.
Ulrico Zuinglio fue el reformador en Suiza en la época de Lutero. Era pastor de la catedral de Zurich. Suiza llegó a ser un modelo de paz y de orden como nación y centro protestante.
En Escandinavia también prosperó la Reforma. Los hermanos Petri tradujeron la Biblia al sueco, y Suecia se convirtió en un país protestante. Juan Tausen predicó el mensaje de la Reforma en Dinamarca, y como resultado de su obra y de la traducción de la Biblia al danés, hecha por Pedersen, Dinamarca se volvió protestante.
La iglesia de la Reforma fue ayudada por medio de posteriores traducciones de la Biblia a otros idiomas. Guillermo Tyndale y la invención de la prensa dieron a la gente común de Inglaterra la Biblia en su propio idioma. La Biblia libertó a hombres y a mujeres en numerosos países. La Palabra de Dios disipó la oscuridad; la ignorancia fue reemplazada por las Escrituras. Más tarde, reformadores como Juan Wesley llevarían las verdades evangélicas a alturas más prominentes.
5. La iglesia de los Padres Peregrinos
El 16 de septiembre de 1620, unos cien peregrinos, hombres y mujeres de fuerte voluntad y profundo fervor religioso, e impulsados por el intenso deseo de disfrutar de libertad religiosa, se embarcaron en un navío llamado Myflower y se dirigieron a lo que hoy se conoce como los Estados Unidos de Norteamérica. Su osadía abrió el camino para otros amantes de la libertad, como Roger Williams. Williams llegó a ser fundador de la colonia de Rhode Island, el primer grupo que se estableció en aquellos parajes con una forma de gobierno republicana y libertad religiosa total.
6. La iglesia de los primeros misioneros
Al inglés Guillermo Carey (1761-1834) se lo conoce como el padre de las misiones modernas. En su juventud trabajaba como zapatero, y en la pared de su taller tenía un gran mapamundi. Este zapatero se sintió, un día, inspirado a viajar a tierras extranjeras, inducido por los relatos de viajes del capitán Cook.
Como resultado de un sermón que predicó a un grupo de ministros, se formó la primera sociedad misionera, y él mismo se embarcó, yendo a la India como primer misionero a tierras extranjeras. A pesar de las dificultades y las frustraciones que tuvo que soportar, encontró tiempo para traducir porciones de las Escrituras y colocar los cimientos de las misiones modernas.
A principios del siglo XIX, las iglesias protestantes llegaron a tener una conciencia misionera. Como resultado, empezaron a surgir en muchos países sociedades dedicadas a sostener las misiones extranjeras. En Inglaterra y los Estados Unidos se establecieron no menos de siete sociedades durante el cuarto de siglo que siguió al establecimiento de la primera sociedad misionera de la iglesia en 1799. Había empezado la era de las misiones modernas. Entre los que sufrieron privaciones y pérdidas por su afán de extender el evangelio, se cuentan los siguientes nombres:
Guillermo Carey –Primer misionero a la India.
Robert Morrison –Preparó un diccionario Inglés-Chino y publicó la Biblia.
Adoniram Judson –Tradujo la Biblia al birmano y también trabajó en la India.
David Livingstone –Abrió el continente africano al cristianismo.
Robert Moffat –Fue pionero en el África.
John Williams –El primero en trabajar en el Pacífico, con el barco “El mensajero de paz”.
John G. Paton–Trabajó en las islas