Anexo 1. Factores primarios y secundarios del modelo polifactorial
Ejemplos de factores primarios (de vulnerabilidad) en el autismo
Anexo 2. Una reseña de los métodos y herramientas de diagnóstico
El diagnóstico etiológico y la búsqueda de patologías asociadas
De la evaluación a la atención
Anexo 3. Los principales enfoques conductuales, psicoterapéuticos y de rehabilitación45
Intervenciones sobre el comportamiento y el desarrollo
Anexo 4. El comunicado de la CIPPA con motivo del Día Nacional del Autismo
Prefacio a la edición argentina
Bernard Golse
23 de febrero de 2021
En primer lugar, me gustaría aprovechar esta oportunidad para expresar públicamente mi profunda gratitud y reconocimiento a Nora Woscoboinik-Scheimberg por la traducción de este libro.
Es desde hace muchos años, una gran amiga a la que admiro infinitamente y que se involucra con gran inteligencia en el trabajo con niños pequeños en sufrimiento psíquico, particularmente en la Sociedad Argentina de Primera Infancia, SAPI, filial argentina de la Asociación Mundial de Salud Mental Infantil (WAIMH).
Como psicóloga y psicoanalista, trabajó durante varios años en París dentro de la Asociación de Salud Mental del distrito 13 de París, una institución pionera y prestigiosa fundada, en particular, por Serge Lebovici, a quien personalmente debo tanto.
Conocí a Nora cuando realizaba, para mi formación, una observación de bebés según el método de Esther Bick bajo la dirección de Françoise Jardin, y desde entonces nunca nos hemos perdido de vista, gracias a múltiples encuentros en diversas ocasiones en Europa, Brasil o Argentina.
No dejo de alegrarme de esta fidelidad de los vínculos que es sin duda uno de los condimentos de la vida.
Desde la publicación de este libro en su versión francesa en 2013, ha corrido mucha agua bajo el puente... ¡como decimos en francés! Pero todavía hay muchos problemas que debemos afrontar.
Después de algunas consideraciones generales, quisiera en este prefacio insistir principalmente en tres líneas de pensamiento: la evolución de las clasificaciones internacionales como triste testigo de una regresión y de una confusión nosológicas en el campo de los trastornos autistas, la importancia del lugar de la psicoterapia sobre la que no podemos ceder dentro de los tratamientos multidimensionales, y finalmente la cuestión de la potencialidad autistica tal vez propia del viviente psíquico.
Algunas consideraciones generales
El autismo puede definirse como el fracaso más grave de los procesos de acceso a la intersubjetividad, es decir, a la diferenciación que permite al niño reconocer la existencia del otro.
Esta definición tiene el mérito de ser aceptable para todos los profesionales, independientemente de su horizonte teórico (neurobiológico, psiquiátrico, psicopatológico, cognitivo o psicoanalítico).
Sabemos hasta qué punto las teorías de B. Bettelheim, a menudo caricaturizadas, pueden haber culpabilizado a los padres que se sintieron acusados de ser la causa del autismo de sus hijos.
La historia es la que es y, por desgracia, no podemos retroceder en el tiempo, aunque sea para aclarar ciertos malentendidos.
Actualmente, ningún psicoanalista razonable piensa que esta patología, tan grave y dolorosa, pueda explicarse únicamente por causas relacionales.
Sabemos que el desarrollo del niño, al igual que sus trastornos, se juega en el exacto entrecruzamiento de factores internos (particularmente genéticos) y externos (entre los cuales está el encuentro con el trabajo psíquico del otro), de ahí la noción de un modelo polifactorial que ahora parece ser el más plausible y que, como tal, impone con toda naturalidad un enfoque multidimensional.
En esta perspectiva se están desarrollando apasionantes reflexiones en la interfaz de las neurociencias y el psicoanálisis, particularmente en el seno de la CIPPA*,1 de la que soy presidente y de la que existe ahora una rama latinoamericana muy activa.
Sin embargo, si algunos psicoanalistas fueron capaces, hace unas décadas, de mostrarse fanáticos de una causalidad puramente psicógena del autismo infantil, hoy son los partidarios de una causalidad puramente orgánica los que recogen la antorcha del fanatismo, en nombre de un pseudocientificismo que es, en realidad, un verdadero cientismo.
El asunto podría ser solo un debate entre especialistas, si nuestros dirigentes políticos no se inmiscuyeran imprudentemente.
Después de haber impuesto un cambio de terminología en los años noventa (el autismo salió entonces del campo de las enfermedades mentales para integrarse en el de la discapacidad), el Estado pretende hoy −en Francia pero no sólo allí− elegir el tipo de terapia a aplicar (en particular, el método conductual “Applied Behaviour Analysis” conocido como ABA).
Los invito a imaginar ¿qué pasaría si le dijeran a los cardiólogos que el infarto de miocardio debe cambiar de nombre y cuál es el tratamiento que debe prescribirse a los pacientes?
Prefiero dejar la pregunta abierta por el momento...
La evolución de las clasificaciones internacionales: ¿regresión o confusión nosológica?
El autismo se ha convertido en un trastorno del llamado “del neurodesarrollo”, de naturaleza puramente endógena, y se encuentra incluido en el DSM-4**2 dentro de la clasificación de “Trastornos Generalizados del Desarrollo” (TGD), denominación que corresponde a una verdadera regresión en el pensamiento nosológico, ya que estas categorías deberían permitir normalmente definir entidades cada vez más precisas, homogéneas y específicas, mientras que los TGD agrupan, en bloque, las patologías autistas en sentido estricto (los TGD típicos), los TGD atípicos (el síndrome de Rett, las psicosis desintegrativas y el síndrome de Asperger) y los denominados TGD no especificados (entidad imprecisa y fundamentalmente acientífica en la que pueden incluirse las tres cuartas partes de las patologías psiquiátricas graves de la infancia y, en