Mario Amorós Quiles

Compañero Presidente


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Pablo Neruda escribió postrado en su cama de Isla Negra las últimas páginas de su libro de memorias, en las que comparó a Balmaceda con Allende: «Chile tiene una larga historia civil con pocas revoluciones y muchos gobiernos estables, conservadores y mediocres. Muchos presidentes chicos y sólo dos presidentes grandes: Balmaceda y Allende» (1979: 473-474).

      En el IX Congreso del Partido Socialista celebrado en Rancagua entre el 22 y el 24 de enero de 1943, Salvador Allende fue elegido secretario general en un momento en el que su organización se desgarraba de nuevo producto del debate sobre la participación en los gobiernos radicales y cuando la mayoría de los delegados acordó la retirada de los ministros socialistas del Ejecutivo del presidente Juan Antonio Ríos. Ante esta resolución, Marmaduque Grove, su líder histórico, abandonó el PSCh y formó el Partido Socialista Auténtico, aunque a las pocas semanas se produjo la reunificación y se convocó el IV Congreso Extraordinario, que se celebró entre el 14 y el 17 de agosto de aquel año en Valparaíso y en el que Allende rindió el informe político en nombre del Comité Central (Jobet, 1971). En aquel extenso discurso, publicado después como folleto (Allende, 1943), analizó la trayectoria reciente de su fuerza política, su actuación en los gobiernos de Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos y la decisión de abandonar el Ejecutivo acordada en Rancagua (Archivo Salvador Allende, 6, 1990: 45-65):

      No soslayamos nuestra responsabilidad, pero destacamos:

      1. Que en los gobiernos del señor Aguirre Cerda y del señor Ríos no tuvimos ninguna influencia decisiva y actuamos en ministerios subalternos, al margen de toda determinación en los grandes rubros de la economía nacional y,

      2. Hemos defendido y defendemos la democracia, pero ello no nos impide observar que Chile en este instante está sumido en una de las más profundas crisis de su historia. Esta crisis nuestra es tan honda que abarca todos los aspectos: económico, político, institucional y moral.

      Los socialistas abandonamos el Gobierno cuando vimos la imposibilidad de desarrollar una positiva política en beneficio del país, del pueblo, de sus clases trabajadoras. Dejamos de pertenecer al Ejecutivo cuando nos dimos cuenta de que nuestro esfuerzo en el poder era estéril y mal interpretado y que nuestras iniciativas eran amagadas por la derecha económica, que ha seguido controlando el crédito y las finanzas.

      Al abandonar el Gobierno dijimos que apoyaríamos todas sus iniciativas tendientes a mejorar las condiciones generales de vida y al desarrollo económico e industrial del país. Recalcamos que mantendríamos como siempre nuestra libertad de crítica y que la emplearíamos como la mejor colaboración al Gobierno democrático del señor Juan Antonio Ríos. Afirmamos que defenderíamos las libertades individuales y sociales que consagra nuestra Constitución.

      Después de analizar la situación económica nacional de manera exhaustiva, desgranó un amplio conjunto de propuestas para cambiar el modelo de desarrollo del país: abogó por «la acción orientadora del Estado» y la economía planificada para crear una gran industria de carácter público y nacionalizar los monopolios y defendió la necesidad de aprobar leyes laborales que reconocieran los derechos de los trabajadores y de dictar una ley de alfabetización obrera y campesina:

      Abramos los caminos de la ciencia y el arte para el pueblo; hagamos más amplios los horizontes de la cultura popular. Los hombres y los pueblos no pueden vivir al margen de la vida espiritual. Démosle sentido a la juventud en la tarea grande de hacer un Chile grande.

      Este cúmulo de conceptos que flotan en la vida chilena debe canalizarse en medidas legislativas, administrativas que el Partido tiene estudiadas y que entregará a la consideración