Pablo Neruda escribió postrado en su cama de Isla Negra las últimas páginas de su libro de memorias, en las que comparó a Balmaceda con Allende: «Chile tiene una larga historia civil con pocas revoluciones y muchos gobiernos estables, conservadores y mediocres. Muchos presidentes chicos y sólo dos presidentes grandes: Balmaceda y Allende» (1979: 473-474).
[5] En un hermoso artículo, Eric Hobsbawn recupera y ensalza el proverbial radicalismo político de estos obreros en las sociedades europeas del siglo XIX que transitaban del feudalismo al capitalismo industrial. «“¿Hay un motín? ¿Surge un orador de la multitud? Se trata sin duda de un zapatero remendón que ha venido a pronunciar un discurso ante el pueblo”, escribió M. Sensfelder en 1856» (1999: 29).
[6] Éste era el apelativo cariñoso con que los familiares y amigos se referían a Allende. Su origen se remonta a las dificultades que tuvo en sus primeros años para pronunciar correctamente su nombre.
[7] Para una reseña y un análisis del contenido de la memoria de licenciatura de Salvador Allende, véase el trabajo del Dr. Juan Carlos Carbonell Mateu (catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Valencia), incluido en: Salvador Allende: Higiene mental y delincuencia. Respuesta al libro difamatorio de Víctor Farías. Fundación Presidente Allende y CESOC. Santiago de Chile, 2005. Disponible en: <www.salvador-allende.cl>.
[8] En demanda del pago de los salarios en efectivo, medidas de seguridad laboral y de atención médica, miles de obreros salitreros atravesaron el desierto de Atacama y llegaron a Iquique. El 21 de diciembre, con el estado de sitio decretado, unos siete mil obreros escuchaban en la escuela Santa María los discursos de unos oradores que se reafirmaban en sus demandas y criticaban el modelo de sociedad vigente. En las negociaciones de aquel día los obreros advirtieron de que si sus peticiones eran desatendidas no regresarían a las oficinas y emigrarían hacia el sur (Arrate y Rojas, 2003: 76-81). Los militares, bajo las órdenes del general Roberto Silva Renard, abrieron fuego y masacraron a unos tres mil trabajadores. Patricio Manns, en su detallado relato de esta masacre, narra, a partir del testimonio de Humberto Valenzuela, que el Gobierno ordenó trasladar a los supervivientes en «trenes calicheros» (los dedicados al transporte de los sacos de salitre) y una vez en su interior fueron baleados por las «guardias blancas» patronales; sus muertes ni siquiera fueron registradas (1999: 117-118).
[9] El 1 y 2 de mayo de 1915 el POS celebró en Viña del Mar su primer Congreso Nacional, en el que se aprobaron su declaración de principios, su programa mínimo y sus estatutos. Con la mirada en la Gran Guerra que se desarrollaba en Europa, el POS se declaró pacifista, se pronunció por la votación en blanco en las elecciones presidenciales y eligió un comité nacional con sede en Valparaíso, con Ramón Sepúlveda Leal como secretario general. En su programa se incluían propuestas como la creación del Ministerio de Trabajo, la jornada de ocho horas, la regulación del trabajo de las mujeres y los niños y del trabajo domiciliario, la aprobación de una legislación sobre accidentes laborales, retiro e invalidez, la creación del seguro obrero y la reglamentación del trabajo agrícola y minero. En un ámbito ya más global, el POS preconizaba la igualdad de género, la separación de la Iglesia y el Estado, la educación obligatoria, laica y gratuita, la atención médica a los niños y la garantía de su alimentación en las escuelas o la supresión de la pena de muerte (Barría, 1971: 45-46).
[10] Fuente: Servicio Electoral de la República de Chile.
[11] Éste es uno de los episodios que Joan Garcés cita para desnudar las mentiras que Víctor Farías vierte en su libelo, que fue oportunamente respondido y, por tanto, no merece mayor atención.
[12] Dos meses antes, había sido testigo como diputado de la dignidad de Aguirre Cerda ante el golpe de estado que el 25 de agosto lideró el general Ariosto Herrera, acción conocida como el Ariostazo. Decidido a poner fin al «régimen comunistoide del negro Aguirre» cuando ya había sido obligado a retirarse de las Fuerzas Armadas, se dirigió al regimiento Tacna, en Santiago, y pidió apoyo a los oficiales. Ante la indiferencia del ejército, su movimiento fue rápidamente reprimido y se entregó. El Presidente de la República se negó a someterse a un faccioso y le advirtió de que estaba dispuesto a morir si era necesario para defender el mandato que el pueblo le había entregado.
II. LA TRAVESÍA DEL DESIERTO
En el IX Congreso del Partido Socialista celebrado en Rancagua entre el 22 y el 24 de enero de 1943, Salvador Allende fue elegido secretario general en un momento en el que su organización se desgarraba de nuevo producto del debate sobre la participación en los gobiernos radicales y cuando la mayoría de los delegados acordó la retirada de los ministros socialistas del Ejecutivo del presidente Juan Antonio Ríos. Ante esta resolución, Marmaduque Grove, su líder histórico, abandonó el PSCh y formó el Partido Socialista Auténtico, aunque a las pocas semanas se produjo la reunificación y se convocó el IV Congreso Extraordinario, que se celebró entre el 14 y el 17 de agosto de aquel año en Valparaíso y en el que Allende rindió el informe político en nombre del Comité Central (Jobet, 1971). En aquel extenso discurso, publicado después como folleto (Allende, 1943), analizó la trayectoria reciente de su fuerza política, su actuación en los gobiernos de Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos y la decisión de abandonar el Ejecutivo acordada en Rancagua (Archivo Salvador Allende, 6, 1990: 45-65):
No soslayamos nuestra responsabilidad, pero destacamos:
1. Que en los gobiernos del señor Aguirre Cerda y del señor Ríos no tuvimos ninguna influencia decisiva y actuamos en ministerios subalternos, al margen de toda determinación en los grandes rubros de la economía nacional y,
2. Hemos defendido y defendemos la democracia, pero ello no nos impide observar que Chile en este instante está sumido en una de las más profundas crisis de su historia. Esta crisis nuestra es tan honda que abarca todos los aspectos: económico, político, institucional y moral.
Los socialistas abandonamos el Gobierno cuando vimos la imposibilidad de desarrollar una positiva política en beneficio del país, del pueblo, de sus clases trabajadoras. Dejamos de pertenecer al Ejecutivo cuando nos dimos cuenta de que nuestro esfuerzo en el poder era estéril y mal interpretado y que nuestras iniciativas eran amagadas por la derecha económica, que ha seguido controlando el crédito y las finanzas.
Al abandonar el Gobierno dijimos que apoyaríamos todas sus iniciativas tendientes a mejorar las condiciones generales de vida y al desarrollo económico e industrial del país. Recalcamos que mantendríamos como siempre nuestra libertad de crítica y que la emplearíamos como la mejor colaboración al Gobierno democrático del señor Juan Antonio Ríos. Afirmamos que defenderíamos las libertades individuales y sociales que consagra nuestra Constitución.
Después de analizar la situación económica nacional de manera exhaustiva, desgranó un amplio conjunto de propuestas para cambiar el modelo de desarrollo del país: abogó por «la acción orientadora del Estado» y la economía planificada para crear una gran industria de carácter público y nacionalizar los monopolios y defendió la necesidad de aprobar leyes laborales que reconocieran los derechos de los trabajadores y de dictar una ley de alfabetización obrera y campesina:
Abramos los caminos de la ciencia y el arte para el pueblo; hagamos más amplios los horizontes de la cultura popular. Los hombres y los pueblos no pueden vivir al margen de la vida espiritual. Démosle sentido a la juventud en la tarea grande de hacer un Chile grande.
Este cúmulo de conceptos que flotan en la vida chilena debe canalizarse en medidas legislativas, administrativas que el Partido tiene estudiadas y que entregará a la consideración