Mario Amorós Quiles

Compañero Presidente


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de trabajar por una Patria generosa. (...)

      Hasta hoy, las fuerzas democráticas de izquierda han vivido de pactos políticos y de entendimientos pasajeros. Hagamos el último esfuerzo para crear este programa central, este plan de acción, tras del cual debemos movilizar todas las reservas de la nación. Comprometamos públicamente a las agrupaciones políticas para que faciliten su ejecución. Démosle este apoyo al Gobierno democrático que nosotros elegimos y que no tiene precisión en sus concepciones ni voluntad de ejecución. Unamos las fuerzas populares y democráticas en torno a estas aspiraciones comunes.

      Sin embargo, también expuso una crítica visión de la ausencia de disciplina interna (Archivo Salvador Allende, 18, 1993: 39-43):

      La constitución de este Partido, que representa la unidad de clases dentro de él, debió haber acentuado más la necesidad de una seria convicción doctrinaria, de una sólida preparación filosófico-social. Esto no lo tenemos. No puede ser culpa de los comités centrales o directivas nacionales de ayer o de hoy. Es culpa de todos. La falta de este acervo doctrinario hace que casi la totalidad de los militantes no separen lo que es la doctrina de la táctica o de la línea política. De ahí que sea difícil adoptar una línea política, porque los socialistas siempre piensan que se está transgrediendo la doctrina. De ahí también que se haya acentuado, frente a los errores cometidos por algunos hombres del Partido, la decepción frente a la acción y a la labor del propio Partido. El Partido ha perdido la mística, ha perdido la fe, ha perdido la confianza en sus destinos.

      Asimismo, llamó a superar las luchas intestinas por los espacios de poder o los cargos públicos y a la cohesión en torno a un pensamiento político uniforme y compartido:

      A mi juicio, hay un vicio mayor: es la falta de pensamiento uniforme. No hay una concepción doctrinaria y no hay un programa. Necesitamos dar al Partido, a sus hombres, una orientación uniforme y similar, homogénea y compacta, por lo menos en los grandes rubros de la vida nacional; que todos los socialistas pensemos y sepamos por qué pensamos así. Una cosa es la filosofía, que crea, impulsa o desarrolla un movimiento colectivo; otra cosa es el programa de los partidos o las colectividades y otra cosa es la táctica que deben utilizar para conseguir sus objetivos. Nuestra doctrina, nuestra filosofía, es el marxismo enriquecido por las experiencias del devenir social; el programa no lo tenemos y la táctica cambia de acuerdo con las realidades, que exigen acomodar la línea política o la táctica a esas realidades.

      Carlos Contreras Labarca, secretario general del PCCh, las resoluciones adoptadas al respecto en el Congreso que habían celebrado en agosto en Valparaíso. Los socialistas valoraban de manera muy positiva la disolución de la III Internacional en 1943 y compartían la concepción teórica de constituir una nueva fuerza política a partir de la unificación de «los partidos populares». Sin embargo, en su carta a Contreras Labarca, Allende expuso lo que desde su punto de vista les acercaba o les distanciaba, después de tres meses de contactos en un Comité de Enlace, y señaló la oposición socialista a los planteamientos de la Unión Nacional, ya que su partido privilegiaba la construcción de una alternativa desde la izquierda (Quiroga, 1988: 257-268):

      El Partido Comunista ha postulado como una solución para las situaciones internas de Chile lo que llama «la unidad nacional». No podemos aceptar nosotros una política de este tipo. Los grandes problemas actuales nos exigen más que nunca una definición clara, que permite a los hombres que tienen una orientación actuar dentro de sus postulados y de acuerdo con las soluciones económicas que estos postulados determinen.

      La guerra ha llegado a un punto en que se evidencian ya con violencia las contradicciones sociales en el frente democrático. Y nuestro país no escapa ni puede escapar a enfrentarse con ellas. No somos partidarios de exagerar su intensidad y provocar una solución violenta e inoportuna y de contribuir a trizar la solidaridad de todos los hombres y sectores que están en lucha contra el fascismo; pero tampoco podemos renunciar a conquistar para los trabajadores manuales e intelectuales los derechos y reivindicaciones a que legítimamente son acreedores.

      En Chile, la política económica de tiempos de guerra ha significado el enriquecimiento desproporcionado de empresas poderosas y el desarrollo del sector social que vive de la especulación; ha significado también utilidades gigantescas para algunas industrias, limitación de las garantías sociales y sacrificios y cargas para los hombres que producen riqueza.

      Esta situación no puede continuar, a riesgo de entregar a la clase obrera a la demagogia de cualquier aventurero, lo que produciría al país más inquietud que los riesgos que se desea evitar. Estamos, en consecuencia, por un programa de realizaciones que se viene postergando mucho tiempo, aun cuando de paso deban herirse los intereses de algunos antifascistas de ocasión.

      A continuación detalló los seis puntos que debían concretar una unidad de acción socialista-comunista como paso previo a la convergencia orgánica y como «labor primordial» planteó la movilización unitaria para lograr el aumento de la producción y la contención del alza constante del costo de la vida, así como proporcionar unas «humanas condiciones de vida» a las masas populares. En política internacional, por ejemplo, destacó que el Gobierno de Ríos debía cooperar con las nacientes Naciones Unidas y adoptar medidas políticas y económicas contra los agentes y los capitales de las potencias del Eje en Chile, además de la ruptura de relaciones diplomáticas con esos países. Después de mencionar algunos proyectos legales que podrían promover en el Congreso Nacional y de la necesidad de imprimir un viraje clasista a la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCh), propuso que de cara a las elecciones parlamentarias de 1945 socialistas y comunistas fueran en una lista única en todo el país. Sin embargo, el diálogo socialista-comunista no tuvo en aquel tiempo ningún resultado concreto.

      En enero de 1944, Salvador Allende remitió un documento a la Convención del Partido Radical que se celebraba en Concepción en la que sugirió un conjunto de medidas orientadas a la acción exterior e interior, ya que el PSCh integraba la Alianza Democrática junto con radicales y comunistas (Archivo Salvador Allende, 6, 1990: 73):

      Creemos que Chile es el país indicado para comandar la acción democrática en Latinoamérica. Os invitamos a luchar por la realización de esa aspiración, obteniendo de nuestro Gobierno la adopción de esa iniciativa.

      Pensamos también que las naciones de este continente deben vincularse en forma efectiva con los demás países débiles del mundo que se aprestan para librar una batalla económica y moral, por conquistar una ubicación soberana e igualitaria con respecto a las grandes potencias.

      Asimismo, creemos que es necesario que Chile establezca relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, gran potencia industrial, que en las deliberaciones de la paz y en la vida futura del mundo ha de ocupar un lugar destacado. (...)

      No quisiéramos terminar sin que en esta comunicación insinuáramos la materialización de una idea que dé contenido práctico a la unidad de los partidos que integran la Alianza Democrática, ya que esta unidad no debe expresarse tan sólo en pactos de carácter político y electoral, sino que en una común actitud ante los problemas económico-sociales del país y del continente.

      En atención a ello, os invitamos formalmente a propiciar juntos en el seno de la Alianza Democrática, la realización de un Congreso Económico de las fuerzas democráticas de Chile, del cual emerja un concepto claro y definitivo a materializarse a través de la común tarea de conquistar el bienestar y la grandeza de Chile.

      Y semanas después pronunció un discurso en un acto de masas celebrado en el Teatro Caupolicán de Santiago en el que defendió la posición adoptada por los socialistas ante la evolución de la coyuntura internacional y su independencia de la II y la III Internacional (Archivo Salvador Allende, 5, 1990: 193-204):

      El año 37 se decía: el Partido Socialista afirma y exalta la personalidad