al anochecer. Luego estuvimos rodando hasta el alba, las 4.30 y terminamos –menos mal– las escenas del baile de la cooperativa».9
Rabal encuentra en el personaje de Salvatore varias oportunidades para demostrar su madera de actor. El nuevo brigada le propone una alianza mutua frente a Squarcio, oferta que Rabal zanja con «Yo no te pediría que echaras redes al mar». La tensión aumentará hasta el extremo de que Salvatore y Squarcio se enfrentan a puñetazos, escena resuelta con una coreografía física minuciosamente orquestada por Pontecorvo: «Mañana lo hago en el estudio y cuando termine ese decorado “taberna” ya no me quedarán más que dos localizaciones de exteriores: una pelea con Montand que durará dos o tres días, y el final de mi personaje cuando habla a todas las barcas de la cooperativa».10 Desde una perspectiva metacinematográfica resulta particularmente emotivo este último parlamento en el que Salvatore arenga a sus compañeros pescadores para que trabajen en común, pues constituye la culminación del primer testimonio fílmico de un personaje interpretado por Rabal con el que podía identificarse ideológicamente, anticipando el inquebrantable compromiso político que adquirió. El actor estaba muy satisfecho por el resultado final, tal y como le comentaba a su mujer:
… me ha dicho el director que le han dicho un «Rabal, magnífico». Figuraos qué contento estoy. Por muchas razones. Porque hago por primera vez un personaje mucho mayor de lo que yo soy, por la importancia internacional de la película y por la del productor italiano Malenotti, que es muy buen productor y me puede dar la gran ocasión en Europa.11
Salvatore (Rabal) arenga a sus compañeros en el parlamento final de Prisionero del mar.
La intercesión de Maleno Malenotti no sería necesaria, ya que Rabal empezaba a situarse por sí mismo en la órbita internacional. Como era de esperar, esta brillante muestra de su trabajo no llegaría a las pantallas españolas hasta seis años después, y con ciertos ajustes censores en el doblaje.
La amistad granjeada con Giuliano Montaldo, el ayudante de dirección de Pontecorvo, sería relevante para su carrera ya que le conduciría cuatro años después a interpretar otro personaje muy complejo en una nueva ópera prima, Tiro al piccione, dirigida por el propio Montaldo. Pero antes de llegar esta película tendría lugar un rodaje italiano con coproducción de Uninci que nos ayudará a comprender la relación de Rabal con la izquierda cinematográfica española por lo que respecta a la vinculación con sus homólogos italianos.
El éxito de Bienvenido Míster Marshall no había tenido repercusión en la dinámica productora de Uninci, prácticamente paralizada desde el año de su estreno. Hubo incluso disensiones internas que se pueden personificar en el abandono de Juan Antonio Bardem, que empezó a hacer cine por su cuenta hasta que Cesáreo González, al frente de Suevia Films, le produjo las memorables Muerte de un ciclista (1955) y Calle Mayor (1956). En 1957, el siempre inquieto Muñoz Suay se propuso revitalizar Uninci mediante una ampliación de capital, y aglutinó a destacados miembros de la disidencia franquista en su proyecto. Entraron a formar parte del mismo los actores Fernando Rey, Fernando Fernán Gómez, Lola Gaos y Francisco Rabal, acompañado de su hermano Damián, y también se vincularon profesionales de otras disciplinas como el escritor Pío Caro Baroja o el torero Luis Miguel Dominguín y su hermano Domingo, otra figura capital en la organización. Simbólicamente, el regreso de Juan Antonio Bardem como presidente del consejo de administración de la productora, en la que aún perduraban miembros fundadores como Luis García Berlanga y el productor José Gutiérrez Maesso, representó un golpe de efecto con el que se pretendía recuperar la senda del éxito. Rabal, ya más asentado en Italia, servía como puente para Uninci entre ambos países, y mantenía informado por carta a Muñoz Suay de los progresos que hacía al respecto:
Vi a Ugo Pirro y se puso muy contento con lo de «nuestra productora», pero el que más ha parecido alegrarse ha sido De Santis, con el que hablé esta mañana por teléfono y con el que me veré esta noche. Le ha parecido fantástica la idea y os espera con mucha ilusión.12
Damián y Paco Rabal.
La estrategia comercial de Uninci se basaba ahora en alternar películas comerciales con películas «de autor», esperando que con el dinero generado por las primeras se pudieran realizar las segundas sin por ello traicionar el ideario del colectivo. Muñoz Suay mantuvo el contacto con sus correligionarios italianos, no solo por cuestiones de afinidad política, sino también porque una coproducción aportaba ventajas económicas que merecía la pena tener en cuenta en esta nueva etapa. A Roma se volvió a desplazar Rabal para ultimar detalles sobre el nuevo proyecto, y así se lo contaba a su esposa:
Por la noche cené con Pellegrini, el director de la película para Uninci, y con Pirro. Me contaron casi todo el argumento, que me gustó muchísimo, y se extendieron más en los papeles que puedo elegir: el conductor del camión y el marido de la madre del niño. El primero más simpático, el segundo más dramático. Quiero leer el guión para decidirme. Como ellos no pueden precisar exactamente las fechas porque para ello han de tener el guión terminado, tuve una buena excusa para decirles que ya firmaremos cuando lo hayan terminado.13
Ugo Pirro, el guionista principal que aportaba la historia en la que se fundamentaría dicho proyecto, Tal vez mañana (L’amore più bello, 1958), acababa de publicar su exitosa primera novela, La soldatesse, y su experiencia en el celuloide no era muy extensa, ya que se trataba de su cuarto trabajo.14 Glauco Pellegrini tampoco acumulaba mucha experiencia: acababa de dirigir a Lucía Bosé en Sinfonía de amor (Sinfonia d’amore, 1956), y este sería igualmente su cuarto largometraje, en cuyo guión también participaba. Por parte española contribuirían Alfonso Sastre y José Gutiérrez Maesso en los diálogos de la versión española, que constituyen una destacable adaptación cultural del original alejada del artificio doblador habitual.15
La confluencia de los hermanos Rabal con Gutiérrez Maesso en Uninci era especialmente significativa ya que, como afirma este último (García de Dueñas, 2003: 85-86) con respecto a la Guerra Civil española: «Damián Rabal salvó la vida de mi padre cuando fueron a por él. Mi padre, en aquellos momentos, sufrió por la confusión que había. Mucha gente comentaba: estos son unos ricos, que tienen un chalet». Francisco Rabal (Boyero, 1992: 14) abundaría en el tema: «A mi hermano no le mataron porque durante la guerra salvó la vida del productor Maeso, al que se lo iba a cargar gente de la CNT, y él le devolvió el favor posteriormente salvándole la suya». El reencuentro profesional, por tanto, tuvo una fuerte carga emotiva.
A pesar de que había tanta gente involucrada en la escritura del guión, o precisamente por ello, tres semanas después de aquella reunión en Roma todavía no había texto: «Los vi hoy, a Pellegrini y a Pirro, por breves instantes. Dicen que puedo hacer los dos, naturalmente. El domingo tienen terminado ya el guión, aunque luego aún le darán un 2° repaso. Ellos creen que me necesitarán, y haciendo lo mío seguido, a finales de noviembre».16 El biólogo y cineasta Guillermo Zúñiga era el supervisor español de Uninci radicado en Italia que observaba el cumplimiento de todo lo acordado, y verificó que la entrega del guión y la firma del consiguiente contrato de coproducción se llevaron a cabo el 20 de septiembre de 1957. Se volvía a poner en marcha la maquinaria Uninci, y Muñoz Suay se mostraba exultante en una carta dirigida al escritor y periodista Melchor Font, también vinculado a la productora