John D. Sanderson

Sed de más


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al anochecer. Luego estuvimos rodando hasta el alba, las 4.30 y terminamos –menos mal– las escenas del baile de la cooperativa».9

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      Salvatore (Rabal) arenga a sus compañeros en el parlamento final de Prisionero del mar.

      La intercesión de Maleno Malenotti no sería necesaria, ya que Rabal empezaba a situarse por sí mismo en la órbita internacional. Como era de esperar, esta brillante muestra de su trabajo no llegaría a las pantallas españolas hasta seis años después, y con ciertos ajustes censores en el doblaje.

      La amistad granjeada con Giuliano Montaldo, el ayudante de dirección de Pontecorvo, sería relevante para su carrera ya que le conduciría cuatro años después a interpretar otro personaje muy complejo en una nueva ópera prima, Tiro al piccione, dirigida por el propio Montaldo. Pero antes de llegar esta película tendría lugar un rodaje italiano con coproducción de Uninci que nos ayudará a comprender la relación de Rabal con la izquierda cinematográfica española por lo que respecta a la vinculación con sus homólogos italianos.

      El éxito de Bienvenido Míster Marshall no había tenido repercusión en la dinámica productora de Uninci, prácticamente paralizada desde el año de su estreno. Hubo incluso disensiones internas que se pueden personificar en el abandono de Juan Antonio Bardem, que empezó a hacer cine por su cuenta hasta que Cesáreo González, al frente de Suevia Films, le produjo las memorables Muerte de un ciclista (1955) y Calle Mayor (1956). En 1957, el siempre inquieto Muñoz Suay se propuso revitalizar Uninci mediante una ampliación de capital, y aglutinó a destacados miembros de la disidencia franquista en su proyecto. Entraron a formar parte del mismo los actores Fernando Rey, Fernando Fernán Gómez, Lola Gaos y Francisco Rabal, acompañado de su hermano Damián, y también se vincularon profesionales de otras disciplinas como el escritor Pío Caro Baroja o el torero Luis Miguel Dominguín y su hermano Domingo, otra figura capital en la organización. Simbólicamente, el regreso de Juan Antonio Bardem como presidente del consejo de administración de la productora, en la que aún perduraban miembros fundadores como Luis García Berlanga y el productor José Gutiérrez Maesso, representó un golpe de efecto con el que se pretendía recuperar la senda del éxito. Rabal, ya más asentado en Italia, servía como puente para Uninci entre ambos países, y mantenía informado por carta a Muñoz Suay de los progresos que hacía al respecto:

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      Damián y Paco Rabal.

      La estrategia comercial de Uninci se basaba ahora en alternar películas comerciales con películas «de autor», esperando que con el dinero generado por las primeras se pudieran realizar las segundas sin por ello traicionar el ideario del colectivo. Muñoz Suay mantuvo el contacto con sus correligionarios italianos, no solo por cuestiones de afinidad política, sino también porque una coproducción aportaba ventajas económicas que merecía la pena tener en cuenta en esta nueva etapa. A Roma se volvió a desplazar Rabal para ultimar detalles sobre el nuevo proyecto, y así se lo contaba a su esposa:

      La confluencia de los hermanos Rabal con Gutiérrez Maesso en Uninci era especialmente significativa ya que, como afirma este último (García de Dueñas, 2003: 85-86) con respecto a la Guerra Civil española: «Damián Rabal salvó la vida de mi padre cuando fueron a por él. Mi padre, en aquellos momentos, sufrió por la confusión que había. Mucha gente comentaba: estos son unos ricos, que tienen un chalet». Francisco Rabal (Boyero, 1992: 14) abundaría en el tema: «A mi hermano no le mataron porque durante la guerra salvó la vida del productor Maeso, al que se lo iba a cargar gente de la CNT, y él le devolvió el favor posteriormente salvándole la suya». El reencuentro profesional, por tanto, tuvo una fuerte carga emotiva.