José Kentenich

La corriente del Padre


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mi manera de ver, el mayor sufrimiento, la mayor catástrofe psicológicamente hablando de hoy en día estriba en la enfermedad del pensar mecanicista. Fíjense qué lejos llega esta manera de pensar. En efecto, tenemos aquí a uno de nuestros doctores de Wurzburgo que ha escrito recientemente un artículo como respuesta a un ataque publicado en el Würzburger Sonntags-Zeitung. La dificultad era: hoy se trata siempre de lo central, mientras que lo que Schoenstatt quiere, lo mariano, es todo periférico. ¡Lo central! Sí, lo central. Pero ¿qué es lo central? De esa manera, mañana o pasado mañana tendremos la concepción protestante. Verán, en una ocasión —y ya muy a menudo en el último tiempo desde que he regresado— formulé la ley sobre la centralización17. De eso se trata hoy: todo debe estar centralizado, todo lo demás fuera, ¿verdad? Siempre he de repetirlo: creo que no encontrarán nada de lo que hoy suena, sabe Dios qué tan moderno, que no haya sido objeto de enfrentamiento por nuestra parte en el pasado más remoto, como sucedió en Alemania en los años treinta, cuando eclosionó con tanta fuerza toda la manera de pensar moderna. Por ejemplo, cuando se trataba del josefinismo, con todo lo que lo rodea. Josefinismo: quitar todo, lo que cuenta es lo esencial. Antes lo he expuesto de esta manera: sí, se trata de lo esencial; pero en un árbol ¿qué es lo esencial? ¿quién me lo indica? En la práctica: ¿pertenece la rama a la esencia? ¡Fuera con ella! ¿La rama más grande? ¡Fuera con ella! ¿El tronco pertenece a la esencia? Quizá, pero no hace falta que sea tan grueso [risas]. ¿Cuál es la esencia del cristianismo?

      Ahora bien, pareciera que me lo tomo con ligereza, y no es así. Yo podría traer a colación todo el trasfondo científico de aquella época, también en lo que se refiere a la lucha en torno a la imagen de Cristo, comenzando por Harnack, con La esencia del cristianismo. La solución era siempre sencilla: ¿qué hacemos con todo lo que no parece esencial en el árbol del cristianismo?, ¿lo podamos todo? Entonces me puedo podar a mí mismo, es decir, puedo talarme yo y talar el árbol entero. Entonces ¿qué tenemos que hacer? Piensen en las ramas, en las hojas: ¡tenemos que retrotraer todo a la raíz! Esa es la respuesta: ¡regresar a la raíz! Esa tiene que ser la tarea y ninguna otra. O si piensan por ejemplo en lo que hacemos ahora en Chile o hemos hecho en Brasil.

      Recuerdo bien que la primera vez que estuve en Norteamérica, fue para mí una vivencia escalofriante el notar que en Estados Unidos se habían asumido masivamente todas las modalidades alemanas de pensamiento, todas sus manifestaciones patológicas. Fue así como surgió después la idea: no solamente había que enseñar de nuevo el pensar orgánico, sino que era necesaria una acción más radical. Y así llegué a asumir el mayor riesgo de mi vida: en 1949, el ataque contra el episcopado alemán. Esto podía costarle la vida a la obra entera. Y fue realizado solamente en interés del pensar orgánico.

      No es mi deseo exponer ahora todo eso. Sin embargo, como dirigentes, para recuperar nuestra firmeza tendríamos que saber todas estas cosas, conocer los aspectos que están en juego. De otro modo seremos todos derribados de un soplo. Los más sagaces, los que menos arraigados están en el pasado, también en el pasado de la Familia, son los que más en peligro están de tirar todo por la borda. ¿De qué se hacen dependientes entonces? ¿Qué es lo que puede salvar el mundo? La liturgia y la Sagrada Escritura. No quiero abordar esta cuestión ahora, pero ya daré más adelante abundantes respuestas para todos estos temas.

      No estoy diciendo todo esto para, de algún modo, tachar algo de herejía, sino porque tenemos que cuidar de seguir siendo una Familia con consistencia propia —y me parece que este es el gran regalo, así como también la gran exigencia—: con firmeza, visión de futuro y amplitud, pero también firmes en el terreno de la fe y con un saber claro.

      ¿Qué significa todo esto? Se lo diré brevemente.

      Si acabo de decir que en aquel entonces dimos la respuesta y que hoy nos encontramos con el mismo problema, ¿cuál es esa respuesta? Acabo de insinuarla.18 Hoy tienen ustedes que procesarlo de este modo: centralización, unida a aislamiento, es pasado mañana «nihilismo».19 Comprueben ustedes mismos cuán verdadero es esto por si no lo tienen claro… Y esta es la gran tragedia también para los sacerdotes: en el fondo, a pesar de todo, estamos solos. Se sufre un tremendo extrañamiento. Y no solamente en los círculos sacerdotales, sino que hoy en día se trata de algo general para las personas y agrupaciones religiosas: extrañamiento respecto de todo el entorno, personas solitarias. Y esto es consecuencia no solamente del celibato. Eso ni siquiera es lo peor. Lo peor es, hablando en términos absolutos, el aislamiento en soledad. Y está claro: si estoy tan inseguro en el pensar y sentir, mañana o pasado mañana estaré enfermo del estómago, de los pulmones y de no sé cuántas cosas más. Creo que, si queremos desarrollar una condición humana sana, deberíamos cuidar de que en general podamos mantener siempre conceptos claros y posiciones firmes.

      ¿Comprenden ustedes lo que esto significa? Centralización con aislamiento: el Padre solo, todo lo demás ya no existe. De ese modo, pasado un tiempo no tendré nada, pues la creación está para eso: es de Dios para Dios.

      Lo mismo vale también si perdemos el contacto con la vida, con la vida habitual y cotidiana, si borramos del mapa a la creación, si no la incorporamos, sino que en la religión permanecemos ajenos al mundo. Esto significa siempre aislamiento. Y la centralización unida al aislamiento conlleva a que nos separemos del mundo. ¡No en vano hablamos de santidad de la vida diaria!

      ¡Cuán largamente podríamos dedicarnos a analizar ahora todas estas cuestiones! De todos modos, ya intuirán ustedes lo que yo querría decirles.

      ¿Por qué integración en el sentido indicado? ¿Por qué? Es por un lado el amor al pensar orgánico y por el otro lado también el amor a la ley de contraposición. ¡Qué contrapuesto está hoy el pensar orgánico al pensar mecanicista!

      Ahora tendrían que preguntarse —por lo menos los círculos que ya han reflexionado un poco de forma independiente acerca de todos estos pensamientos—: ¿por qué se asumió en aquel entonces el riesgo del 31 de mayo de 1949? Visto desde aquí, tiene que haber sido algo muy importante, pues de otro modo yo no habría puesto en juego a la Familia entera.

      ¿Por qué la lucha por el pensar orgánico? Ustedes conocen la respuesta última: si tenemos la misión de hacerle un lugar a la Santísima Virgen en el mundo, en Europa y sobre todo en Alemania, entonces primeramente nuestro pensar tiene que curarse, tiene que tornarse en un pensar nuevo, íntegro, orgánico.

      Si, por ejemplo, en la reseña de un librito dice: «La “biunidad” entre la Santísima Virgen y Cristo no es católica», ¿qué significa eso? Naturalmente, así es si se lo piensa desde los dogmas. Pero solo está pensado psicológicamente. ¡De eso se trata! La integración debe tener un lugar en la vida de todos.

      Así pues, que yo tenga cariño a Jesús no significa que tenga que apartar mientras tanto a la Santísima Virgen y meterla en el sótano o en algún otro sitio, o que el Padre celestial tenga que ir pensando en algún lugar a donde salir a buscar a otra persona que le preste atención. Se trata siempre de que todo sea un organismo sano. ¡Y tenemos que salir en defensa de este organismo! Eso es lo que la Santísima Virgen nos ofrece en esta ocasión. ¿Y qué es lo que ella nos ofrece? Permítanme repetirlo una vez más: integración de la figura del Padre.

      Espero que entiendan más o menos lo que quiero decir. Pidámosle a la Santísima Virgen que nos ayude a entenderlo y también que tengamos en cierta medida un atisbo de la estructura integral de la mentalidad moderna y la asimilemos, que intentemos dar respuestas claras y, cuando no podamos darlas, nos sumerjamos en el espíritu de la fe. En última instancia de eso depende todo.

      Quizá podríamos pedirle después a la Santísima Virgen que nos ayude a comprender la pequeña y sencilla oración que dice:

      «El universo entero —ahí tienen dentro también el universo entero; todo pertenece al organismo— con gozo glorifique al Padre, le tribute honra y alabanza, por Cristo, con María, en el Espíritu Santo, ahora y por los siglos de los siglos. Amén».

      1 Mons. Wilhelm Wissing (1916-1996) fue un sacerdote de la diócesis de Münster que actuó en la pastoral juvenil y que fue encargado de la pastoral juvenil rural a nivel de toda Alemania Federal. De 1958 a 1967 dirigió el Comisariato de los Obispos