Amy Blankenship

El Baile De La Luna: Libro Uno Dela Serie ”Lazos De Sangre”


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noche que fue vista con vida.

      Hasta entonces, él se había enterado de que la chica asesinada había dejado de trabajar en una discoteca calle abajo llamada Night Light. Solamente trabajó en el Moon Dance una noche... la noche que fue asesinada. La suya no era la única muerte que estaba siguiendo, pero era la más importante. Quien fuera que se deshiciera del cuerpo, se aseguró de dejarlo cerca de los pumas y los jaguares como un regalo.

      Devon era socio propietario del local, junto con sus dos hermanos, Nick y Warren, y su única hermana, Kat. Los rumores decían que ambas discotecas tenían una enemistad desde hacía tiempo y que las dos familias habían sido rivales desde que los patriarcas habían desaparecido diez años antes.

      Trevor entornó los ojos, sabiendo la verdadera razón de la enemistad entre las discotecas. No se trataba de discotecas normales, estas estaban dirigidas por cambiantes. La discoteca en la que Kelly había estado trabajando estaba dirigida por hombres puma. Ella lo dejó y vino a trabajar para los hombres jaguar, para acabar muerta al siguiente día. Aquello era demasiado como para ignorarlo.

      Si los humanos supieran que los cambiantes vivían entre ellos, cundiría el pánico... aunque ellos habían sido parte de la sociedad durante muchos años sin que el secreto saliera a la luz. Mientras ellos siguieran cumpliendo las leyes de la raza humana, no había necesidad de descubrirlos. La mentalidad humana volvería a tiempos oscuros si aquello ocurría.

      La teoría tras las operaciones encubiertas del comando paranormal de la CIA los trataba del mismo modo que trataba a los OVNI y los encuentros alienígenas; mentir, esconder y encubrir. Había cosas mucho peores por ahí que los cambiantes que encajaban perfectamente con los humanos... otras criaturas más peligrosas de las que los humanos solo hacían malas películas de miedo y otras de las que los humanos no tenían ni idea.

      Pero, cuando la gente empezó a desaparecer o a aparecer muerta, su equipo se dispersó para intentar averiguar qué estaba pasando.

      Observando cómo Devon abandonaba la chica de la jaula y se acercaba a los barrotes para observar a otra persona, Trevor desvió su mirada. En aquel instante su presión sanguínea se elevó súbitamente cuando divisó a Envy apoyada contra la misma jaula y rodeada por una masa de chicos.

      ¿Qué demonios estaba ella haciendo allí? Dejó a sus compañeros de baile sin pensárselo y avanzó con empujones a través de la multitud hacia ella.

      Devon gruñó suavemente cuando la chica que había llamado su atención levantó las manos para agarrar los barrotes detrás de ella. Él podía oler su calor por encima del de cualquiera de la discoteca, y aquello le atraía. Cubriendo las manos de la chica con las suyas, dejó que sus dedos trazaran un camino de forma seductora por sus brazos a través de la jaula.

      Justo cuando Envy iba a levantar su mirada hacia el erótico bailarín, alguien la agarró del brazo y la apartó de la jaula. Sus labios se separaron cuando vio de quien se trataba. Se había olvidado de Trevor por completo. La atmosfera de seducción desapareció de repente y ella volvía a estar enfadada porque recordó el motivo por el que había ido al Moon Dance en primer lugar... venganza.

      –¿Qué demonios estás haciendo aquí? –le dijo Trevor de manera brusca, intentando alejarla de la jaula y del peligroso alcance de Devon. Si el jaguar era el asesino, entonces aquella manera de mirar a Envy la marcaba como la siguiente víctima.

      Envy mantuvo la otra mano asida firmemente a la barra simplemente porque no le gustaba la manera en la que Trevor había decidido maltratarla. Estaba actuando como si ella le hubiese hecho algo malo a él. Con su sonrisa más dulce, ella le dijo: –He venido a bailar… lo mismo que tú.

      Trevor apretó los labios sabiendo que ella le había visto bailando con otras chicas, pero lo que ella no sabía era que solo las estaba utilizando como tapadera. Ni siquiera se preocupó por preguntarles el nombre. Envy y él se miraron a los ojos durante varios latidos del corazón antes de que él suspirara.

      Acercándose a su oído, Trevor dijo:

      –Te lo puedo explicar –él no había querido contarle quién era en realidad porque, igual que el imbécil de su hermano, tenía miedo de que ella creyera que solo la estaba utilizando para tener mejor acceso a los bares donde trabajaba.

      –Vamos –intentó de nuevo apartarla de mirada caliente de Devon. Volvió a levantar la vista hacia Devon y, si las miradas matasen, se habría convertido en un charco de sangre allí mismo. Volvió la mirada de nuevo hacia su novia.

      Envy sacudió la cabeza. Apostaba a que se lo podía explicar.

      –Vine a bailar. Puedo bailar con estas señoritas o puedes unirte y bailar con nosotros.

      Ella levantó delicadamente una ceja, como si a ella le diera igual una u otra opción.

      Trevor volvió la cabeza lentamente y echó un vistazo por encima de su hombro a los tíos lujuriosos que seguían rondando por allí esperando por si tenían alguna oportunidad con ella. –Largo–, les dijo en tono amenazador mientras se acercaba a Envy. Si ella quería bailar, entonces por descontado, ella bailaría con él.

      Envy se puso de morros con él, pero en su interior se preguntaba por qué actuaba con tantos celos cuando él había estado bailando de manera tan provocativa con otras dos chicas.

      –No eres nada divertido –Ella finalmente soltó el barrote para poner las manos sobre su propio cuerpo, sacando la pequeña pistola paralizante de su bolsillo de manera despreocupada y entonces deslizó las manos por sus costillas.

      Devon permanecía de pie, observando a la pequeña pelirroja que había atraído mucho más que solo su atención. No le gustaba el olor del tío que estaba intentando reclamarla. Olía a pólvora vieja y eso significaba que llevaba un arma escondida en alguna parte. Quitó el pestillo de la jaula y salió diciéndole a la bailarina que se tomara un descanso.

      Tocándose la oreja con el dedo, Devon escuchó a su hermano informarle a través del intercomunicador casi invisible de que la chica que se había acercado a la jaula tenía una pistola paralizante y tenía intención de usarla contra un chico. Miró por toda la pista de baile hacia la luz negra que iluminaba los escalones donde Nick estaba listo para intervenir, si fuera necesario.

      Había sido Warren el que había hablado por el intercomunicador, así que Devon se imaginó que su hermano mayor estaba observándolos desde una de las cámaras de vigilancia con visión nocturna que colgaban sobre la pasarela que tenía encima.

      Volviendo la vista hacia las pequeñas manos de la chica recorriendo el cuerpo del chico, Devon sintió la imperiosa necesidad de arrancarle la cabeza. Hasta que vio el destello plateado mientras su mano bajaba por la cadera del chico. Sus labios dibujaron el esbozo de una sonrisa y decidió no actuar aún.

      –Yo me encargo de esto –susurró Devon por el intercomunicador.

      Chad y Jason se sonrieron sabiendo que se estaba preparándose para bajar los escalones que llevaban a la pista de baile.

      Trevor se dio cuenta de repente de que Envy no le había dicho que ella iba a ir allí, así que ¿por qué se sentía tan culpable? –Te he preguntado qué estabas haciendo aquí–, repitió, y esta vez su voz era firme mientras se acercaba a ella. Mala idea, casi perdió el hilo de sus pensamientos porque la mayor parte de su sangre fue a parar a su ingle, lo que le produjo una erección, la primera desde que había entrado en la discoteca.

      Envy apretó su cuerpo contra el de Trevor de manera seductora para tener una oportunidad de echarse atrás rápidamente.

      –Vine a darte algo –contestó ella y concentró todo el deseo que sentía desde la pista de baile en sus ojos para distraerlo.

      –Espero que vaya a juego con lo que yo tengo para ti– gimió Trevor mientras sentía que ella pasaba la mano por su ingle.

      –Averígualo –Envy siseó y apretó la pistola paralizante contra su erección. Se apartó bruscamente justo cuando él tuvo un espasmo y cayó de rodillas sin decir nada.

      –¡Ups!