Stephen Goldin

Asalto A Los Dioses


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Su mirada nunca era fija, sino que lanzaba miradas alrededor de la oficina, como si temiera perderse de algún evento trascendental.

      “¿Es usted Ardeva Korrell?” preguntó al tiempo que ambos estrechaban sus manos.

      “Correcto.”

      “No hay muchos capitanes del sexo femenino, ¿no es así?” Su discurso era tan rápido como desafiante. Dev no podía decidir si su trato era bueno o malo.

      “Había otra además de mi en mi clase de graduación, de ciento diez personas,” respondió formalmente. “A pesar de ello, hay incluso menos enanos pelirrojos y zurdos en la profesión.”

      “Me lo imagino. ¿De dónde proviene?”

      “Soy de Eos.”

      Larramac levantó una ceja pero no dijo nada, un gesto que imposibilitaba a Dev interpretar sus pensamientos. “Y usted desea ser capitana de astronave.”

      “Soy una capitana. Mis credenciales y licencias están todas en orden. Lo que busco es una nave.”

      Larramac negó con la cabeza. “Mi problema es que tengo una nave y por el momento no tengo capitán. ¿Hace usted muchas preguntas?”

      “¿En qué manera?”

      “¿Debe usted saber todo lo que sucede a bordo de su nave?”

      “Es el deber de un capitán saber todo lo que está sucediendo—”

      “Despedí a mi anterior capitán por ser demasiado curioso.”

      “—Pero hay algunas cosas que no es tan importante conocer como otras,” alcanzó a decir Dev oportunamente. A veces, las preferencias personales deben ceder ante el ímpetu de la necesidad, después de todo. “Mi trabajo principal sería llevar la nave con seguridad de un puerto a otro. Todo lo que corresponda a eso es mi responsabilidad, desde el mantenimiento hasta la astrogación. Otros asuntos podrían ser circundantes a la marcha de la nave, y sobre esos puedo ir con más delicadeza.”

      Larramac rumió durante un momento, acariciando su perilla. Alcanzó una pila de papeles y sacó una hoja que Dev reconoció como la planilla que ella había enviado la semana anterior. “De acuerdo con su currículo, ha tenido muchos empleos distintos. No ha permanecido con ninguna nave durante más de un año. ¿A qué se debe eso?”

      Dev suspiró. Alguien siempre le hacía esta pregunta, aunque la respuesta parecía tan obvia. “Los prejuicios. A muchos hombres no les gusta trabajar bajo el mando de una capitana. A quienes no les importa eso, se sienten incómodos con el hecho de que soy eoana. Si verifica mis referencias, notará usted que mis empleadores por lo general me recomiendan altamente. Soy una buena capitana que ha sido víctima de las circunstancias.”

      “No pago mucho; no puedo permitírmelo. Seiscientos galacs mensuales, más beneficios de ley.”

      Para una capitana con su entrenamiento y experiencia, esa suma era irrisoria; desafortunadamente, su situación financiera no era graciosa. “Yo debería estar ganando fácilmente el doble de esa cantidad,” dijo. “Pero supongo que el negocio está duro.”

      “Difícilmente puedo decir que me encuentro en la misma clasificación de Lenning TransSpacial o deVrie Shipping,” admitió Larramac. “Voy a los pequeños planetas que ellos omiten, aquellos con los márgenes coste-beneficio más bajos. Tengo que lamer el tazón que me entregan, para decirlo de alguna manera. Salgo adelante y he podido crecer. La empresa ha crecido durante los últimos dos años, y no veo ninguna razón por la cual ese crecimiento no debería continuar. Me quedo con las personas si pueden hacer el trabajo, y soy bastante bueno con los ascensos. Si me agrada la manera como hace usted el primer viaje, podemos hablar sobre un aumento salarial.”

      Dev miró a su posible empleador. Parecía del tipo honesto; un poco muy sincero, un poco entregado al entusiasmo y al ímpetu, pero distante del peor de los jefes con quienes haya trabajado.

      “Me he tomado la libertad,” prosiguió Larramac, “de buscar su nombre en mi diagrama.”

      “¿Diagrama?”

      “Sí, los patrones de letras, todos tienen significados, aunque los sepa o no. Usted tiene un buen nombre, se mezcla con todo lo demás.”

      “Estoy segura que mis padres se lo agradecerían; fue su elección,” dijo secamente. Se preguntó sobre la cordura de una persona que diagramaría el nombre de una persona antes de decidir si contratarla o no. Oh, bueno, cualquiera que lleve a su cargo Elliptic Enterprises debe tener algunas excentricidades.

      “Hay una cosa que me gustaría especificar,” continuó ella. “¿Debo tener autoridad disciplinaria completa sobre mi equipo?”

      “¿Por qué eso?”

      “Por una cosa, es tradicional. Pero más que eso, el equipo debe saber que usted está detrás de mí en todos los asuntos. Como lo he dicho, a algunos hombres les molesta recibir órdenes de una mujer. A no ser que mi palabra sea la ley—ley ejecutiva—no puedo garantizar la marcha de la nave sin problemas.”

      “Suena razonable. Entonces ¿hacemos negocios?”

      Dev negó con su cabeza. “Negocios. ¿Cuándo me necesita?”

      “Foxfire debe partir dentro de dos semanas. Supongo que usted querrá venir y verla de primera mano antes de ese momento.”

      ¿Sólo dos semanas para conocer una nave de carga de arriba a abajo? “Por Espacio, ¡sí! Mejor comienzo mañana a adaptarme a ella, aprendiendo sus capacidades e idiosincrasias.”

      Larramac la miró con extrañeza. “Pensé que ustedes los eoanos no juraban por Espacio.”

      “Es un falso juicio popular. Es cierto que no estamos particularmente maravillados con los poderes místicos del universo; pero cuando hablo galingua tengo que arreglármelas con las frases para expresar mis pensamientos, incluyendo los clichés convencionales. La pureza ideológica no sustituye a la comprensión.”

      “Usted es una mujer extraña, capitana Korrell.”

      “Escogeré aceptar eso como un cumplido, Maestro Larramac.” Sonrió. “Cualquier cosa que no sea un insulto directo es más fácil de aceptar como un cumplido.”

      “Insisto en que me llame Roscil.”

      “Y personalmente, prefiero que me llame Dev.”

      “Entonces Dev, eso es. ¿Le importaría almorzar conmigo?”

      Dev dudó. Esa, aunque ella no lo había mencionado, era otra razón por la cual cambiaba de un empleo a otro—principalmente empleadores amorosos que creyeron que los deberes de una capitana eran tanto horizontales como verticales. Ella no era virgen, ni una puritana, pero aprendió, mediante una amarga experiencia, que el sexo frecuentemente perjudicaba las relaciones de negocios. Por otra parte, su situación financiera era tal que no podía negarse a aceptar una comida gratuita. La sinceridad de Larramac era refrescante, pero podría hacerse tan desagradable como el toqueteo de otra persona. Supongo que tendré que investigar sobre él en algún momento, pensó. Puede ser tarde o temprano. “Es una buena idea,” le dijo.

       ***

      Mientras luchaba a través de la lluvia daschamesa, Dev pensó afectuosamente sobre ese almuerzo. El impetuoso exterior de Larramac puede intimidar a la mayoría de las personas, pero ella vio más allá de eso. Larramac, un hombre solitario en su interior, prefería rechazar antes que ser rechazado. En ese momento, él no le dejó hablar, por lo cual ella se sintió agradecida. Se lo había permitido hace una semana, a lo cual ella pudo evadir hábilmente sin lastimarlo. Por lo tanto, quedaron establecidas las reglas del juego, las cuales él cortésmente guardó.

      Por supuesto, había otras cosas por las que ella pudo haberlo estrangulado—tales como su insistencia en acompañarla en este primer viaje para “ver qué tan bien te desempeñas.” A pesar de eso, ella estaba razonablemente