Stephen Goldin

Asalto A Los Dioses


Скачать книгу

un robot,” dijo Dev, sentándose en su sillón de aceleración y tocando ociosamente el uniforme de Zhurat. “Debió haberlo sido, para brillar así. Me han dicho que algunos peces en las profundidades del océano tienen su propia fosforescencia natural, pero es una adaptación a su medio ambiente. Este ángel no la necesitaba—ni tampoco necesitaba sus alas.”

      “Entonces, ¿cómo volaba?”

      “De la misma manera como el Foxfire lo hace—impulso gravitacional. ¿No se dio cuenta de cómo permaneció lo suficientemente alto y distante de cualquier persona, para evitar matarnos a todos con su estela? Cuando aleteaba, sus movimientos no eran lo suficiente rápidos o fuertes para llevar algo tan grande al cielo. Luego planeó durante un largo tiempo sin aletear en lo absoluto. Con el equipo adecuado, posiblemente usted pueda construir uno para usted en un par de días.”

      El ingeniero negó con su cabeza. “Sí, ahora que lo explica todo suena tan simple. Pero aún así no puedo pasar sobre el alcance de la operación.”

      “Cuando se desea controlar un planeta, se debe pensar en grande,” Dev señaló.

      “Eso supongo,” admitió Dunnis. “Bien, ¿qué vamos a hacer al respecto?”

      “Nuestra primera instrucción para los negocios será limpiar nuestra nave—asumiendo que esté llena de bichos, en primer lugar. Dejar los escudos antimeteoros encendidos durante todo el tiempo es un gran derroche de energía. ¿Hay alguna manera en que pueda usted fabricar un detector para encontrar los transmisores?”

      “¿Ahora, capitana? No he dormido nada desde la noche anterior—”

      “Tampoco yo. Como recuerdo, el hecho de que usted y Zhurat se hayan quedado afuera durante más tiempo del que debían, ha sido lo que inició esta cadena de eventos. Me estaba preguntando sanción sería adecuada—posiblemente una pérdida adicional de sueño sería apropiada.”

      No agregó que, para asegurarse de él no arruinase el trabajo, ella también tendría que perder horas de sueño—sin haber hecho nada que le hiciera merecer un castigo. La responsabilidad viene con la autoridad, se recordó a sí misma. Por eso eres una capitana y él es sólo un ingeniero.

      Dunnis sacudió su cabeza. “Aún si yo no estuviese cansado, sería horriblemente difícil detectarlos. No tengo la más remota idea de cuál es la frecuencia en la cual transmiten, o la intensidad de su señal. Tomaría una eternidad.”

      Dev pensó acerca de eso. “Entonces tendríamos que encontrar una primero y examinarlo. Eso debería darnos suficientes pistas para construir algo.” Se puso de pie. “La bodega de carga es el lugar más lógico para comenzar nuestra búsqueda. Vamos.”

      Notoriamente, Dunnis se sentía infeliz por tener que trabajar cuando estaba tan cansado, pero también estaba claro que respetaba la autoridad de Dev. Al menos ella había establecido eso durante las seis semanas que llevaba con la nave a su cargo. Zhurat había sido el único que la despreciaba—y ahora ella ya no tendría ese problema de nuevo, aunque su pérdida significaba más trabajo para todos, inclusive ella misma, al menos podía darle las gracias a los dioses de Dascham por ese pequeño favor.

      Los incómodos camarotes del equipo estaban cerca de la sala de control. Roscil Larramac dormía detrás de una de esas puertas cerradas, y Lian Bakori, el astrogador de la nave, estaría en la otra habitación. El complemento restante del Foxfire consistía en robots, que habían estado bajo la responsabilidad de Zhurat; habían sido apagados durante la noche y estaban almacenados en una habitación especial, justamente delante de la bodega. Una nave de este tamaño realmente debería tener al menos el doble de esta tripulación, pero Roscil Larramac recortó los gastos a modo de poder tener gananciales; Dev había discutido con él para incrementar el número de tripulantes, por lo menos una o dos personas más, pero él se había rehusado. Ahora, en su primera parada planetaria, ya se encontraban cortos de manos.

      “No disfrutes al señalar a los demás cuando eres ti quien tiene razón,” citó a un escritor del siglo veintidós llamado Mellers, “a menos que ellos disfruten al señalarte cuando tú estés equivocada.” No obstante, le hubiese gustado haber tenido esos compañeros extra.

      Inmediatamente atrás de los camarotes se encontraban las áreas comunes, que incluían cocina, capilla, lavandería, muelle de salvavidas, reciclador y sala de recreación. Después, la sala de almacenaje de robots y finalmente la bodega de carga, con los motores hacia el final de la nave. La distribución era estándar para la mayoría de las naves comerciales pequeñas. Aunque Dev sólo había estado a bordo durante dos meses, sentía como si hubiese vivido allí durante la mayor parte de su vida.

      Mientras se acercaba a la bodega, Dev creyó haber escuchado un ruido proveniente del otro lado de la puerta. De inmediato miró a Dunnis y el gran hombre hizo un gesto indicando que también lo había escuchado. Silenciosamente, ambos bajaron hacia la escotilla de la bodega. Dev retiró su arma láser de su cinturón, preparándola para disparar, incitando a Dunnis a hacer lo mismo. Cuando ambos estuvieron listos, presionó el botón que hacía que se abriera la escotilla.

      La bodega estaba oscura por dentro, la única luz se filtraba a través del corredor donde se encontraban. Nada se movía, nada parecía estar fuera de lugar, pero Dev no se bajó la guardia. Al llegar al próximo botón, encendió las luces adentro de la bodega.

      Allí—tras una fila de cajas cubiertas—vio que algo se movió, de eso estaba segura. Se lanzó cuidadosamente a través de un agujero en la pared, aterrizó con las rodillas flexionadas y miró en dirección al ruido. Encima de las cajas, sólo pudo ver un techo de pelaje marrón.

      Había un polizón a bordo del Foxfire.

       CAPÍTULO 3

      La más alta moral hace una reverencia por un simple respeto hacia los demás.

      —Anthropos, La Bondad del Hombre

      Dev se puso de pie, ligeramente agachada, con el arma en su mano y corrió rápidamente hacia su lista de alternativas. Estaría entre sus derechos, como capitana de esta nave, abrir fuego de inmediato contra el intruso—pero ese curso de acción sería una estupidez bajo estas circunstancias. Los rayos láser de su arma podrían dañar parte de la mercancía que se encontraba estibada hacia arriba y que la rodeaba por completo; y de todos modos, los nativos no podrían tener armas muy potentes, ya que su tecnología no se extendía mucho más allá de cuchillos y lanzas.

      Por su cabeza se cruzó el pensamiento de que este no podría ser un nativo ordinario y su aparición aquí podría tener alguna conexión con los eventos acaecidos más temprano. Posiblemente, era algún espía de los dioses, que vino a observarlos personalmente. Pero hace apenas un momento, ella había afirmado que los dioses eran seres con una elevada experiencia tecnológica; enviar a un nativo para espiarlos no sería algo propio de esos personajes. Por ahora, Dev tachó esa posibilidad, aunque mantuvo su arma preparada. Era su política personal que al negociar con cualquier otro ser pensante, debía usar la coacción física sólo como un último recurso.

      “Dunnis,” llamó al ingeniero en voz baja, quien continuaba en el corredor sobre ella, mirando con preocupación hacia la bodega. “Despierte a Larramac y a Bakori. Dígales que tenemos un polizón en la bodega y tráigalos aquí. Puedo requerir de su ayuda.”

      El gran hombre dudó dejarla sola. “¿Está segura que estará bien? Una mujer sola con un intruso desconocido—”

      Ten paciencia con las buenas intenciones, dijo para sí con firmeza. Con frecuencia, no pueden evitarlo. “Vaya. Ahora. Es una orden.”

      Dunnis obedeció.

      Dev volcó toda su atención sobre el nativo. No se había movido de su posición inicial tras un lote de cajas. Ya que la criatura debía saber que Dev había ingresado a la bodega, al parecer no se encontraba segura de haber sido vista y no quería hacer ningún otro movimiento. Además, debía usar el silencio para