Jean Shinoda Bolen

Los dioses de cada hombre


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están presentes en los hombres) como base de una psicología arquetípica femenina. En conjunto, los dos libros presentan una nueva psicología sistemática para hombres y mujeres que explica la diversidad que hay entre nosotros y nuestra complejidad interior. Esta psicología basada en el panteón de las deidades griegas refleja la riqueza de nuestra naturaleza humana y nos indica la divinidad que experimentamos cuando lo que hacemos surge de lo más profundo que hay en nosotros y sentimos la dimensión sagrada en nuestras vidas.

      2. PADRES E HIJOS: LOS MITOS

      NOS HABLAN DEL PATRIARCADO

      En el plano más privado y personal, el patriarcado da forma a la relación entre padre e hijo; en el plano más superficial de las costumbres, los valores patriarcales determinan qué rasgos y valores se han de fomentar y recompensar, y, por consiguiente, qué arquetipos colocarán a un hombre en una situación de ventaja respecto a los demás, tanto internamente como entre los otros hombres. Para conseguir conocerse a sí mismo, lo cual confiere poder, un hombre ha de ser consciente de las influencias sobre sus actitudes y conductas: ha de comprender qué es el patriarcado y de qué forma influye en sus hijos.

      Los mitos de una cultura revelan sus valores y patrones de relación. Un buen lugar por donde empezar la exploración de nuestros propios mitos es Luke Skywalker y su padre, Darth Vader, de la trilogía La guerra de las galaxias. Las historias y los personajes arquetípicos –ya sean de películas contemporáneas o de los antiguos mitos griegos– nos hablan de verdades sobre la historia de nuestra familia humana y de los papeles que muchos de nosotros desempeñamos en ella. Darth Vader, un poderoso padre que intenta destruir a su hijo, es un tema familiar que se repite desde los tiempos griegos hasta el presente.

      Luke Skywalker, sin embargo, representa el héroe de todo hombre en este momento de la historia. Para ser un Luke Skywalker, un hombre contemporáneo ha de descubrir lo que a él le sucedió en el pasado y también a la humanidad. Ha de descubrir su verdadera identidad en un sentido psicológico y espiritual, aliarse con su hermana (como una feminidad poderosa, una posibilidad interna y externa) y unirse a hombres y otras criaturas afines a él en su lucha contra el poder destructor. Sólo el hijo (al no volverse como su padre y sucumbir al miedo y al poder) puede liberar al padre amoroso que durante tanto tiempo estuvo encerrado dentro de Darth Vader, símbolo de lo que puede suceder en un hombre dentro de un patriarcado.

      La enorme y amenazadora figura de Darth Vader con su máscara de metal negra es una imagen del hombre cuya búsqueda para conseguir y ostentar poder y prestigio se ha convertido en su misma vida y le ha costado sus características humanas. El poder negro emana de él. Parece una máquina eficaz y despiadada, que lleva a cabo las órdenes de su superior y da órdenes que espera que se lleven a cabo con la misma obediencia incuestionable. Así es como Luke ve a su hostil y destructor padre. Darth Vader es una imagen del lado oscuro del patriarcado.

      El rostro original de Darth Vader se oculta bajo una máscara de metal que le sirve de identidad, armadura y defensa de su vida. No se la puede sacar, porque está tan deteriorado que sin ella moriría –una buena metáfora para los hombres que se identifican con sus personas, las máscaras o rostros que llevan en el mundo. A falta de una vida personal que les llene, son mantenidos por sus personas y posiciones. Puesto que carecen de vínculos emocionales y están sentimentalmente vacíos, puede que no sobrevivan a una pérdida de poder y de posición importante.

      Darth Vader es una figura paterna arquetípica de la misma tradición que los dioses griegos padres celestiales. Urano, Cronos y en un menor grado Zeus fueron hostiles con sus hijos, especialmente contra los varones, que temían que pudieran arrebatarles su autoridad. Luke Skywalker, el hijo, es el protagonista en el viaje de un héroe, otro arquetipo.

      Las conexiones entre el mitólogo Campbell, el creador de mitos Lucas y la psicología junguiana no son sorprendentes. La teoría psicológica de Jung ofrece la clave para comprender la razón por la que los mitos tienen tanto poder para habitar en nuestra imaginación: tanto si somos conscientes de ellos como si no, los mitos viven en y por nosotros. En el mundo occidental los antiguos mitos griegos siguen siendo los más recordados y poderosos.

      Las historias mitológicas son como yacimientos arqueológicos que nos revelan la historia cultural. Algunos son como pequeños fragmentos que vamos uniendo y de los cuales sacamos deducciones, otros están bien conservados y detallados como los frescos que una vez estuvieron enterrados bajo las cenizas de Pompeya, pero que ahora están al descubierto.

      Pienso en la mitología griega como un tiempo que equivalía a la infancia de nuestra civilización. Estos mitos pueden decirnos mucho sobre las actitudes y los valores con los que hemos sido educados. Al igual que las historias familiares personales o los mitos, transmiten a nuestra presente generación un mensaje sobre quiénes somos y qué es lo que se espera de nosotros, qué es lo que se encuentra en nuestra memoria genética, por así decirlo, y que forma parte del legado psicológico que nos dio forma y que afecta de manera invisible a nuestras percepciones y nuestra conducta.

       La historia de la familia olímpica

      Los mitos sobre Zeus y los dioses del Olimpo son “historias familiares” que esclarecen nuestra genealogía patriarcal y su enorme influencia sobre nuestras vidas personales. Son historias sobre actitudes y valores que hemos heredado de los griegos, descendientes de los indoeuropeos con sus dioses guerreros, que llegaron en oleadas de invasiones para conquistar los primeros cultos a diosas de los habitantes de la vieja Europa y la península griega. Nos hablan de nuestros padres fundadores y arrasan el reino matriarcal que les precedía o sólo ofrecen pequeños indicios del mismo.

      Como suele suceder en las familias, cuando los años de esfuerzo por establecerse han tocado a su fin, la gente siente la necesidad de registrar lo que sucedió y construir un árbol genealógico. Nosotros estamos en deuda con Homero (circa -750) y Hesíodo (circa -700). Homero, en su Iliada y su Odisea, conservó los temas mitológicos en las épicas que tenían algún fundamento histórico, mientras que Hesíodo anteriormente había organizado numerosas tradiciones mitológicas en la Teogonía, que es un relato sobre el origen y el linaje de los dioses.

      Al principio, según Hesíodo, había el vacío. De ese vacío, se materializó Gea (Tierra). Ésta dio a luz a las montañas, al mar y a Urano (Cielo), que se convirtió en su esposo. Gea y Urano se unieron y se convirtieron en los padres de los doce Titanes –antiguos, poderes primordiales de la naturaleza adorados en la Grecia histórica. En la genealogía de los dioses de Hesíodo, los Titanes eran una dinastía reinante temprana, los padres y abuelos de los dioses del Olimpo.

      Urano, el primer patriarca o figura paterna en la mitología griega, se enfadó por la capacidad generativa de Gea, ya que engendrar hijos no era de su agrado. Cuando nacieron los últimos niños,