Laura Emilia Pacheco

El infinito naufragio


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      desconocen la noche de los muertos.

      Al prescindir del viaje renunciaron al goce

      de la resurrección

      que habrán de disfrutar sus semejantes:

      siemprevivas porque antes ya se han muerto,

      perennes porque saben renacer como nadie.

      3

      Cuánto ocaso en el día que ya se va

      y parece el primero en estar muriendo.

      Son las últimas horas del gran ayer.

      De mañana ignoramos todo.

      4

      Después de tanto hablar

      guardemos un minuto de silencio

      para oír esta lluvia que disuelve la noche.

      La arena errante

      LAS FLORES DEL MAR

      Danza sobre las olas, vuelo flotante,

      ductilidad, perfección, acorde absoluto

      con el ritmo de la marea,

      la insondable música

      que nace allá en el fondo

      y es retenida

      en el santuario de las caracolas.

      La medusa no oculta nada,

      más bien despliega

      su dicha de estar viva por un instante.

      Parece la disponible, la acogedora

      que sólo busca la fecundación

      no el placer ni el famoso amor

      para sentir: “Ya cumplí.

      Ya ha pasado todo.

      Puedo morir tranquila en la arena

      donde me arrojarán las olas que no perdonan.”

      Medusa, flor del mar. La comparan

      con la que petrifica a quien se atreve a mirarla.

      Medusa blanca como la Xtabay de los mayas

      y la Desconocida que sale al paso y acecha,

      desde el Eclesiastés, al pobre deseo.

      ¶ Flores del mar y el mal las medusas.

      Cuando eres niño te advierten:

      “Limítate a contemplarlas.

      No las toques. Las espectrales

      te dejarán su quemadura,

      la marca a fuego que estigmatiza

      a quien codicia lo prohibido.”

      Y uno responde en silencio:

      “Pretendo asir la marea,

      acariciar lo imposible.”

      Pero no: las medusas

      no son de nadie celestial o terrestre.

      Son de la mar que nunca será ni mujer ni prójimo.

      Son peces de la nada, plantas del viento,

      gasas de espuma ponzoñosa

      (sífilis, sida).

      En Veracruz las llaman aguas malas.

      LA ARENA ERRANTE

      [Otro poema de Veracruz]

      Los misteriosos médanos cambiaban

      de forma con el viento.

      Me parecían las nubes que al derrumbarse por tierra

      se transformaban en arena errante.

      De mañana jugaba en esas dunas sin forma.

      Al regresar por la tarde

      ya eran diferentes y no me hablaban.

      Cuando soplaba el Norte hacían estragos en casa.

      Lluvia de arena como el mar del tiempo.

      Lluvia de tiempo como el mar de arena.

      Cristal de sal la tierra entera inasible.

      Viento que se filtraba entre los dedos.

      Horas en fuga, vida sin retorno.

      Médanos nómadas.

      Al fin plantaron

      las casuarinas para anclar la arena.

      Ahora dicen: “Es un mal árbol.

      Destruye todo.”

      Talan las casuarinas.

      Borran los médanos.

      Y a la orilla del mar que es mi memoria

      sigue creciendo el insaciable desierto.

      EL JUICIO

      Ante el juez todos estamos indefensos. Él, en su silla alta, su escritorio de roble, su peluca, su mazo, su vestuario de sumo sacerdote. Nosotros, con la bata ridícula del enfermo al que hacen toda clase de exámenes para diagnosticar que ya no tiene remedio.

      Animales de laboratorio ante el supremo experimentador, nos sabemos condenados de antemano. El fiscal termina su diatriba. Nos arroja una última mirada de cólera y desprecio. Nuestro defensor calla, anonadado por las fulminaciones de la parte enemiga. Sorprenden la acumulación de cargos y la ferocidad con que nos acusan de crímenes no cometidos.

      Qué superioridad la del señor juez, con qué ojos de asesino desdén nos mira, cómo disfruta de nuestra humillación irremediable. Al fin nos sentencia primero a la picota y después al cadalso. Intentamos decir unas palabras. Los guardias nos cierran la boca con tizones. No tenemos derecho a nada. Entonces comprendemos que nuestro delito fue haber nacido.

      TRES NOCTURNOS DE LA SELVA EN LA CIUDAD

      1

      Hace un momento estaba y ya se fue el sol,

      doliente por la historia que hoy acabó.

      Se van los pobladores de la luz. Los reemplazan

      quienes prefieren no ser vistos por nadie.

      Ahora la noche abre las alas. Parece un lago

      la inundación, la incontenible mancha de tinta.

      Mundo al revés cuando todo está de cabeza,

      la sombra vuela como pez en el agua.

      2

      El día de hoy se me ha vuelto ayer.

      Se fue entre los muchos

      días de la eternidad —si existiera.

      El día irrepetible ha muerto

      como arena errante en la noche

      que no se atreve a mirarnos.

      Fuimos despojo

      de su naufragio en la hora violenta,

      cuando el sol no se quiere ir

      y la luna se niega a entrar

      para no vernos como somos.

      3

      Volvió de entre los muertos el halcón.

      En los desfiladeros de la ciudad,

      entre los montes del terror y las cuevas

      de donde brotan las tinieblas,

      se escuchan

      un aleteo feroz, otro aleteo voraz

      y algo como un grito pero muy breve.

      Mañana