refiere la sobre-explotación que caracteriza las configuraciones raciales del trabajo en el capitalismo racial, lo cual también envuelve problemas de sub-consumo persistente, sub-empleo y desempleo crónico.
El concepto mismo de racismo estructural revela la importancia fundamental de la opresión racial en las constelaciones modernas de poder y saber dentro de la matriz histórica denominada colonialidad. Es en este sentido que el sociólogo estadounidense Howard Winant argumenta que una de las ideas-fuerza de la sociología histórica deber ser que la categoría raza es formativa de los procesos principales del mundo moderno, siendo componente constitutivo de la economía mundial, el Estado, los espacios culturales y los discursos de identidad.
El racismo es estructural porque la opresión y la desigualdad racial es componente clave promovido por las instituciones principales del sistema-mundo moderno/colonial y por las formas y prácticas hegemónicas de conocimiento, cultura, religión y lenguaje en la llamada civilización occidental. En este registro, las instituciones occidentales de conocimiento como las universidades y los sistemas escolares, producen y promueven versiones eurocéntricas de la historia, la cultura, la espiritualidad y el lenguaje, que sirven de vías ideológicas a favor de la supremacía blanca que desvalorizan, marginalizan e incluso pueden borrar de la representación los conocimientos, historias, prácticas culturales, expresiones estéticas, religiosidades y formas semióticas de los sujetos y territorios subalternizados; y es a la luz de estos procesos que postulamos el concepto de racismo epistémico como una dimensión del racismo estructural181.
El racismo estructural es un concepto que hila las estructuras económicas y políticas de larga duración, como la división étnico-racial del trabajo a escala mundial y los Estados raciales, con la persistencia de las culturas racistas de la Modernidad/colonialidad con su inconsciente racial. Estas últimas dos categorías, culturas racistas e inconsciente racial, son herramientas clave para investigar y analizar las lógicas culturales, modos de subjetividad, representaciones, prácticas discursivas, disposiciones conductuales y comunicacionales del racismo moderno. En esta monografía, cuyo objetivo principal es construir cartografías políticas de Nuestra Afroamérica, las lógicas culturales y psicológicas del racismo no han ser objeto de estudio, aunque es imposible investigar lo político sin tenerlas en cuenta.
Lo que llamamos el proceso y la agenda de Durban refiriéndonos a las reuniones preparativas hacia la Tercera Conferencia Mundial contra el Racismo y Formas Conexas de Discriminación, la conferencia misma en Durban, Sudáfrica en el 2001, y los esfuerzos de implementar su Declaración y Plan de Acción, ha sido claves para plantear el racismo como un problema fundamental en América Latina.182 Tres de los logros mayores de la agenda de Durban ha sido el realizar estudios sobre el racismo en países a través de toda la región, impulsar la creación de políticas sociales para combatir el racismo y promover la equidad racial, y cambiar parcialmente la cultura publica hasta el punto que hoy muchas personas hablan de racismo estructural. Hemos de discutir la importancia de Durban para los procesos que conceptualizaremos como campo político Afroamericano en varios capítulos de este volumen.
El racismo puede ser considerado institucional cuando se reproduce y facilita, intencionalmente o no, la opresión, la desigualdad y la discriminación racial en instituciones principales de la sociedad como son el Estado, el sistema educativo, los mercados de trabajo y vivienda y el sistema de salud. Si las/los afrodescendientes permanecen ocupando los lugares más precarios en los mercados laborales, siguen seriamente subrepresentados en las universidades y sobrerepresentados, tanto en las cárceles como en las filas de los desterrados y desempleados: el racismo institucional no se ha abolido183. Este es el cuadro que pintan las estadísticas que han revelado tanto estudios académicos como de instituciones tales como la Comisión contra la Discriminación de la Organización de Naciones Unidas (CERD) y el Banco Mundial184. Aquí un hito que hila rasgos estructurales e institucionales del racismo es la dimensión del Estado moderno denominado como “Estado racial”, tema que discutimos en la sección anterior.
El tercer ángulo de mirada es la infinidad de prácticas que caracterizamos como racismo cotidiano para conceptualizar las muchas formas de violencia, tanto física como simbólica, que se ejecutan en insultos, exclusiones, vejaciones, discriminaciones y humillaciones que sufrimos los sujetos por el racismo moderno. Esta dimensión de la dominación racial es la que la mayoría de las personas entiende por racismo. Por esta razón establecemos una diferencia analítica entre racismo como categoría general de dominación y discriminación racial para designar las prácticas cotidianas de violencia contra los sujetos y poblaciones negativamente racializadas185.
Una metodología adecuada para entender a cabalidad esta dimensión de lo que Wieviorka llama “el espacio del racismo” es realizar una fenomenología de los discursos, las ideologías y las prácticas de opresión y discriminación racial186. Desde su analítica estructural y material del racismo, Bonilla Silva conceptualiza estos discursos, representaciones y prácticas como gramática racial. En esta clave, plantea que la gramática racial “es un destilado de la ideología racial y, por lo tanto, de supremacía blanca [que organiza] el campo normativo de las transacciones raciales […] facilita la dominación racial y puede ser más central que la coacción y otras prácticas de control social para la reproducción de la dominación racial”. Muchas de estas prácticas de discriminación como las que ocurren en senos familiares al igual que en muchos otros micro-espacios de lo social son invisibles al registro público. Muchas otras como las representaciones racistas en los medios de comunicación masiva son sumamente visibles, pero tienden a pasar desapercibidas al ser naturalizadas por el inconsciente racial colectivo, a menos que sean politizadas por movimientos antirracistas. En estos escenarios la política antirracista envuelve tanto elaborar críticas de las representaciones racistas como desarrollar estrategias de representación positiva de las historias y formas de vida de las/los afrodescendientes en el caso del racismo antinegro.
El racismo es un fenómeno complejo y cambiante, al igual que “la raza”, que es su categoría correspondiente. Como bien se afirma en la introducción a una colección sobre Las relaciones raciales en Cuba:
Desde el propio surgimiento y definición de la ciencia antropológica hasta hoy día, el racismo y las teorías contrarias han encontrado un álgido campo de batalla en el que por momentos el anti-racismo parece vencer. Pero el racismo se esconde, se agazapa como el personaje del Gatopardo, sabe que “si [quiere] que todo siga como está, es preciso que todo cambie”; se transforma para seguir siendo el mismo, se convierte en una especie de mutante (Núñez González et al., 2011).
Como enuncia con justicia poética el intelectual afrocubano Rogelio Martínez Furé (2008): “Yo creo que el racismo es proteico: se inventa de manera permanente, se reconstituye y adquiere millones de máscaras, millones de rostros de yagruma”. Por ende, es necesario el historizar los racismos, elaborar analíticas para conceptualizar e investigar sus formas, ideologías, discursos, representaciones, estrategias y efectos de poder en tiempo y espacio187. Esto nos lleva Al tema de la política étnico-racial.
Con la cuestión de la política étnico-racial llegamos al meollo del tema central de este libro, que es realizar una cartografía de lo político y la política en Nuestra Afroamérica. Nuestro argumento es que lo racial –es decir, las formaciones étnico-raciales y los regímenes racistas– es una arena quintaesencialmente política, en la medida en que está necesariamente inscrita por las relaciones de poder, a la vez que constituye una dimensión vital de las constelaciones del poder moderno/colonial188. Entendemos como política étnico-racial aquellas formas de lo político –instituciones, discursos, ideologías, acciones colectivas, luchas– que se conciben en relación con lo étnico-racial y/o tienen efectos de poder en ese ámbito de lo social. En un sentido general, lo racial es político por definición, a la vez que la política étnico-racial es una dimensión particular –el Estado racial, los movimientos étnico-raciales, las organizaciones político-culturales afrodescendientes, las reivindicaciones de tipo racial como las acciones afirmativas– de lo político.
En lo que resta