Agustín Laó-Montes

Contrapunteos diaspóricos


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racializados son jerárquicamente ordenados”, y en el cual “las relaciones sociales y prácticas emergen para ajustarse a la posición de los grupos en el régimen racial. Bonilla Silva argumenta que las razas “son el efecto de prácticas raciales de oposición” y que, por ende, “la lucha racial es la fuerza motriz fundamental de cualquier sistema social racializado”. Integrando las críticas y contribuciones de Bonilla Silva, elaboramos los conceptos de formación racial y proyecto racial en nuestra analítica.

      El concepto de formación racial tiene resemblanza familiar con los de formación social y formación de clase, que provienen de la sociología histórica de corte marxista139. En esta clave, tanto las clases como las razas, son formaciones sociales que constituyen dimensiones particulares de los escenarios sociales que están articulados con otros; por eso entendemos las formaciones raciales como ligadas a las formaciones de clase. Sin embargo, las metodologías para estudiar las clases como formaciones históricas se han desarrollado y aplicado más que la sociología histórica de las formaciones raciales. Es decir, las analíticas de la racialidad han de elaborar más los criterios para la investigación histórica de cuáles son los factores, las prácticas, ideologías y las mediaciones de poder político y economía-política que configuran los procesos de formación racial140.

      Una premisa principal de todos los análisis en las formaciones de clase es que ni el papel en las relaciones de producción, ni la posición en la división social del trabajo, son suficientes para la formación de clase, porque ello depende de las condiciones estructurales y de la agencia histórica de las/los sujetos. En el discurso crítico del marxismo esto se ha definido como la diferencia entre la clase-en-sí (posiciones estructurales) y la clase-para-sí (clase como formación histórica). Entonando ese son, en la introducción de su libro sobre las formaciones de la clase trabajadora, Katznelson plantea “cuatro dimensiones entrelazadas de teoría e historia” (estructura, estilos de vida, disposiciones y acciones colectivas) como criterios para investigar formaciones de clase obrera (Katznelson & Zolberg, 1986).

      En clave análoga, aquí planteamos los siguientes elementos para investigar las formaciones raciales afrodescendientes: 1) Economía política racial: regímenes esclavistas y postesclavistas, división étnico-racial del trabajo; 2) Orden racial: Estados raciales, ideologías y discursos raciales, hegemonía racial, proyectos raciales, identidades raciales; 3) Regímenes racistas: culturas racistas, entramado de violencias, hegemonía racial; 4) Políticas étnico-raciales: resistencias, luchas, acciones colectivas, organización, propuestas y proyectos contra el racismo y por el empoderamiento afrodescendiente. Esta analítica será marco teórico y metodológico para la cartografía que realizamos en este libro141.

      Aquí vamos a presentar más claramente tres categorías clave en nuestra analítica de la racialidad: Estado racial, proyecto racial y gramática racial. El Estado racial, como bien argumenta Goldberg, es un componente fundamental del Estado moderno, que desde sus inicios en los Estados imperiales y coloniales, hasta los Estados neoliberales en el día de hoy, han desempeñado una diversidad de roles en la constitución y reproducción de las categorías raciales y los modos de racialización, como también en la institucionalización de las desigualdades étnico-raciales, por medio de prácticas –a través de todo el tejido estatal– que varían desde las encuestas censales hasta las políticas culturales, educativas y laborales (Goldberg, 2001)142. El Estado racial, una dimensión de la institucionalidad política generalmente negada en los estudios latinoamericanos y caribeños, constituye un elemento regulador y articulador del orden racial en su conjunto, a la vez que sirve de referente clave en las luchas, acciones colectivas y políticas antirracistas.

      El concepto de proyecto racial fue acuñado por Omi y Winant (1994), quienes lo definen como “representación y explicación de las dinámicas raciales, un esfuerzo por reorganizar y redistribuir recursos con base en criterios raciales”, que “conectan significados de raza en una formación discursiva con la manera que las estructuras sociales y las experiencias cotidianas se organizan racialmente”. A partir de esta definición, Winant (2001, 2008) distingue proyectos raciales neoliberales, neoconservadores y democrático-radicales143. En clave similar, esta cartografía histórica ha de definir y deslindar proyectos raciales en Nuestra Afroamérica, a la luz de los criterios presentados en nuestra analítica de la racialidad.

      La tercera categoría que presentamos aquí es la de gramática racial, acuñada por Bonilla Silva. En su analítica, la gramática racial “es un destilado de la ideología racial y, por lo tanto, de supremacía blanca” que organiza “el campo normativo de las transacciones raciales […] facilita la dominación racial y puede ser más central que la coacción y otras prácticas de control social para la reproducción de la dominación racial”. En esta clave, la gramática racial se refiere a representaciones sociales y prácticas culturales, que constituyen el habitus y el sentido común racial de la sociedad que es vital para la reproducción de la dominación y opresión racial. En ese pentagrama, Bonilla Silva menciona fenómenos diversos, desde representaciones televisivas y cinematográficas, hasta las culturas propias de espacios universitarios estadounidenses, que denomina “universidades históricamente blancas”. Esto abre un campo de investigación similar al que ha cultivado el semiotista Teun van Dijk (2010) en los análisis que ha hecho y orientado sobre los discursos raciales y racistas. Tanto en Bonilla Silva (2001) como en Van Dijk (2010), los discursos raciales y racistas están atravesados fundamentalmente por la pigmentocracia, que aquí llamaremos la “gramática del color”, pero también están mediados por otros criterios incluyendo elementos culturales y conductuales como ya hemos explicado en relación a la categoría raza.

      La analítica que hemos esbozado no da cuenta de las dimensiones subjetivas de lo racial, de sus economías libidinales, sus inversiones de deseo, los traumas provocados por el entramado de violencias racistas, la constitución de las culturas y las subjetividades modernas/coloniales con base en un inconsciente racial colectivo. Aquí cabe destacar la fenomenología del colonialismo y el racismo del psiquiatra revolucionario Frantz Fanon, quien dibuja con profundidad tanto sus formas de deshumanización y heridas existenciales, como las contraviolencias anticoloniales que constituyen prácticas de autoafirmación y liberación de “los condenados de la Tierra”. Entonando esa melodía, el filósofo africano Achille Mbembe, afirma que como “categoría originaria, material y fantasmática a la vez, la raza fue, a lo largo de los siglos, la causa de devastaciones psíquicas insólitas, así como de incontables crímenes y masacres”.

      Una de las paradojas principales de lo racial, de la raza como categoría histórica, es que es una ficción en el sentido biológico, que tiene una enorme eficacia histórica, marcando hitos en las posibilidades de vida y muerte, de riqueza y pobreza, de poder y marginalidad. Lo racial tiene una ontología histórica, es un hecho social, como dice Bonilla Silva. Como se ha argumentado, la persistencia de la raza como categoría clave está en su flexibilidad, su capacidad de adaptar su lógica de naturalización y jerarquización de cuerpos, culturas y territorios, a situaciones diversas. Como hemos dicho, la racialización se fundamenta en criterios múltiples, incluyendo: la pigmentocracia; las complejas cartografías del cuerpo que evalúan sus partes, como el cabello; los labios, la nariz; des/valorización de culturas, conocimientos y conductas, que en su conjunto constituyen una pedagogía perversa de la mirada y una disposición ambigua entre paranoia y deseo en relación con el otro. Mbembe expresa esa complejidad con justicia poética al escribir, “la raza es, a la vez, imagen, cuerpo, y espejo enigmático en el contexto de una economía de sombras cuya característica particular es hacer de la vida misma en sí una realidad espectral”.

      Los regímenes de subjetividad racial, su micro-física del poder articulada a las estructuras sociales racializadas, son componente clave de la raza como