Agustín Laó-Montes

Contrapunteos diaspóricos


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Puerto Rico. Se desató un caluroso debate en los medios masivos y sociales en los que, como en Colombia, se acusó a activistas afrodescendientes de ver racismo donde no lo hay, y en este caso de ser colonizados por usar el término inglés blackface.

      La escritora Mayra Montero, en su columna periodística, nos tildó de “estúpidos” y comparó nuestros argumentos con “los que esgrimieron los terroristas que atacaron a los trabajadores del semanario humorístico francés Charlie Hebdó”. Montero se refirió al teatro Bufo cubano, a la televisión dominicana y a las representaciones teatrales del Otello de Shakespeare, como ejemplos de la normalidad y naturalidad del pintarse de negro como recurso escénico. La virulencia emocional expresa en la prosa violenta de Montero, se replicó en los debates en los medios sociales, en discursos en los que las activistas antirracistas se tornaron en racistas, y las víctimas en victimarios agresivos y resentidos, portadoras de prácticas divisorias de la nación. A contrapunto, en una respuesta en los medios sociales, la profesora Isar Goudreau observó que “Mayra Montero es ejemplo de cómo la gente blanca no se da cuenta de sus privilegios raciales en una sociedad racista”, señalando que “su columna tiene todos los mitos e ideas tergiversadas de la gente que no sufre el racismo y piensa que los demás tampoco lo sufren”. En clave con Goudreau, argumentamos que Montero ni es consciente de que, como ella misma afirma, Chianita es la campesina ruda y simple, la picaresca popular que representa la otredad negra de la nación oficial.

      Al igual que sus pares colombianos, Montero se quejó que el canal de televisión decidió no dar el contrato a Meyer para revivir a Chianita. El 3 de noviembre del 2016, una coalición de agrupaciones e individuos, parte del emergente movimiento antirracista y afrodescendiente de Puerto Rico, organizaron “El Entierro de Chianita”, un happening teatral que entrelazó poesía, letanías, escultura (ataúdes) con humor satírico, componiendo un performance político genial que se diseminó en los medios sociales a través de la región y globalmente. En Colombia tuvo particular resonancia, por su similaridad y asociación con la lucha contra el Soldado Micolta. En ambos casos, hubo debates candentes sobre si los personajes pintados de negro, el soldado Micolta en Colombia y Chianita en Puerto Rico, son representaciones racistas o simple sentido del humor, que demostraron la vigencia y potencia de las divisiones raciales contemporáneas. Las dos victorias demostraron la capacidad de movilización y cambio del activismo antirracista y afrodescendiente. Los argumentos esgrimidos contra Chianita y el Soldado Micolta demostraron cómo la dimensión performativa de lo racial, aquí presentada como caricatura grotesca del cuerpo negro, es elemento constitutivo de la gramática del color y, por ende, de la racialidad113.

      Indagando en la problemática de la racialidad, en este capítulo delinearemos las coordenadas para una analítica de las formaciones étnico-raciales, racismos y política étnico-racial en Nuestra Afroamérica. En su libro Toward a Global Idea of Race (2007), la socióloga afrobrasileña Denise Ferreira da Silva plantea que busca proveer “un mapa de la analítica de la racialidad, un descripción de su contexto de emergencia, sus condiciones de producción, y los efectos de significación del arsenal conceptual generado en proyectos científicos que buscan descubrir la verdad del hombre”. Ferreira da Silva (2007) argumenta que la racialidad localiza el sujeto moderno, el Hombre, como varón blanco, “confinado al Oeste de Europa y su sucursal Norteamericana”, mientras “produce la otredad de Europa como un ser sin capacidad de autodeterminación”, con base en una lógica en la que “la historia natural y la ciencia de la vida, convierten los rasgos corporales y geográficos en significantes de atributos mentales, morales e intelectuales, que demuestran el poder productivo de la razón universal” desde la ideología “del humano secular terrestre del Renacimiento hasta el mapiamento científico global de la humanidad en el siglo XIX”114.

      En clave análoga, aquí buscamos definir una perspectiva epistémica que nos permita estudiar y explorar las condiciones de posibilidad y los procesos constitutivos de la racialidad como elemento central de la matriz de poder moderna/colonial que configura el sistema-mundo capitalista en su larga duración. Entonando ese son, dibujaremos un marco categorial, y referentes teóricos y metodológicos para elaborar una analítica, para conceptualizar e investigar las formaciones étnico-raciales, el racismo en su pluralidad y complejidad, y la política racial como el elemento más dinámico y transformador de la cuestión étnico-racial. La formulación de esta analítica será fundamental como marco teórico en la cartografía de la política en Nuestra Afroamérica, que es el objeto de estudio de este libro115.

      MODERNIDAD, COLONIALIDAD DEL PODER Y LA INVENCIÓN DE “RAZAS” Y “RACISMOS”

      ¿Qué entendemos por colonialidad del poder y cuál es su importancia como categoría de interpretación histórica y social? ¿Cuál es su valor crítico tanto en términos epistémicos como ético-políticos? Quijano define la colonialidad como “un patrón de poder”, es decir un entramado de relaciones que articula de manera compleja una multiplicidad de formas de dominación, explotación y conflicto en relación con la organización y apropiación de seis ámbitos fundamentales de la vida social: autoridad, comunicación, naturaleza, sexo, subjetividad y trabajo. Dichos elementos están entrelazados a la vez que representan dimensiones particulares del espacio y proceso social. Otra estrategia de representación conceptual de la colonialidad del poder es como el entrelace de cuatro regímenes de dominación, explotación y conflicto: capitalismo, racismo, imperialismo y patriarcado. Una tercera manera de representar la colonialidad del poder es como tres ejes intersectados: el eje de explotación del trabajo por el capital, el eje de dominación etno-racial y cultural, y el eje de dominación sexual y de género.

      Denominamos las formas modernas de la dominación usando el sustantivo colonialidad para significar y acentuar no solo su origen colonial, sino sobre todo la continuidad de estas jerarquías de poder y formas de desigualdad y opresión –económicas, geopolíticas, epistémicas, étnico-raciales, sexuales, éticas, estéticas, religiosas, lingüísticas– en la larga duración de la historia de la Modernidad capitalista116. Es en este sentido que esgrimimos el concepto de colonialidad del poder y del saber.

      La colonialidad del poder/saber se entiende como un proceso histórico-mundial constitutivo de la Modernidad capitalista que caracteriza fundamentalmente el camino de globalización que surge en el largo siglo XVI, constituido por la conquista de las Américas, el comercio esclavista trans-Atlántico y la institucionalización del sistema de plantaciones, la emergencia de imperios europeos modernos y, eventualmente, un orden geopolítico basado en un sistema de Estados naciones, y la emergencia de la ideología de Occidente como marco discursivo para dar sentido a las nuevas formas de dominación tanto religiosas y lingüísticas como culturales y epistémicas, lo cual implicó la emergencia de nuevos modos de identificación e inter-subjetividad. Es en esta coyuntura cuando emerge el capitalismo centrado en el Atlántico como modo de producción dominante, junto a las invenciones simultáneas de las Américas, África y Europa, en cuanto categorías geohistóricas de civilización y región que corresponden con constructos raciales117. Se crean las formas de clasificación y estratificación racial junto a los nuevos modos de explotación del trabajo subyugados a las dinámicas de acumulación de capital en el naciente mercado mundial. Con la redefinición del poder patriarcal, se origina el patrón de colonialidad del poder que continúa dominando mundialmente hasta el día de hoy.

      Esta madeja de relaciones, procesos y estructuras, lo representamos como el entrelace de cuatro regímenes de dominación –capitalismo, patriarcado, racismo e imperialismo–, que componen la matriz principal de poder y saber que configura la modernidad/colonialidad. Estas cuatro formas de dominación constituyen un intricado ensamblaje, en vista de que el capitalismo tiene dimensiones patriarcales y raciales, como la división y estratificación sexual y étnico-racial del trabajo a escala mundial; y el imperialismo contiene discursos y políticas patriarcales y raciales de dominio del hombre blanco sobre territorios y cuerpos feminizados, racializados, infantilizados y erotizados, para ser apropiados y explotados118.

      La otra estrategia de representación de la colonialidad es como tres ejes intersectados de poder y conocimiento. Comenzamos