que son más fuertes, nos mantendrán unidas en la distancia.
En ese momento, Raquel se acercó a Esperanza y la abrazó entrañablemente, soltando más de una lágrima. Las dos sintieron como si todo el vasto mar del Universo fuera testigo del pacto de amistad que sellaban.
Las niñas volvieron al juego divirtiéndose despreocupadamente, cuando repentinamente el hoyo de arena se llenó de agua. La pequeña inundación procedía de una ola que las alcanzó con fuerza, lo cual les produjo mucha risa y emoción. Al retroceder, el agua arrastró uno de los juguetes de las niñas. Entonces apareció de la nada una joven como de unos veinte años con el pelo largo y claro, vestida de blanco, que rescató el juguete y se lo llevó a las niñas.
–¿A quién se le perdió esto? –dijo la extraña joven de rostro triangular, muy bronceado y ojos extremadamente claros.
–¡A nosotras! –dijo Raquel.
–Tenéis que anticiparos a la posibilidad de que las olas os quiten vuestras cosas. La vida es similar a la playa: siempre hay que anticiparse a los peligros y amenazas. En la vida, si uno no está atento y no prevé lo que puede pasar, corre el riesgo de no estar preparado para hacer frente a las pruebas. Debéis prepararos estando más atentas y fortaleciendo vuestra sensibilidad y voluntad. El que seáis niñas pequeñas no significa que no llevéis dentro almas viejas que han madurado antes en vidas pasadas.
»Recordad que el siguiente mensaje es ¡«dos»!
–¿«Dos»? –preguntaron a coro las niñas.
–¡Sí, «dos»! Dos es el mensaje.
–¿Qué mensaje? –preguntó Esperanza.
–Si sois dos, si os unís con vosotras mismas y entre vosotras, nada os resultará imposible. Dos es unidad en el compartir, es vencerse a sí mismo enfrentando esa parte interna que te dice que no te esfuerces más de lo necesario. Dos es crecer en voluntad, enfrentando la aparente debilidad. Es descubrir la fuerza de tu ser interno y sumarte a otros para lograr las cosas.
»¿Alguna vez habéis logrado algo que os haya costado mucho esfuerzo conseguir?
–¡Sí claro! –dijo Raquel–. Me costaba mucho aprender matemáticas, pero me dije que podía hacerlo, que si otros compañeros lo hacían, por qué yo no. Y le pedí a mi hermana mayor que me las explicara y así llegué a sacar muy buenas notas.
–¿Cuál fue tu secreto para lograrlo Raquel? –preguntó la extraña joven.
–Pues creo que le puse ganas …
–Ciertamente fuiste humilde para aprender de otro, pusiste amor para valorarlo y voluntad para lograrlo. ¡Esa es la clave!
»¿Y tú, Esperanza? ¿Qué has logrado con voluntad? –preguntó la joven.
–¿Cómo sabes nuestros nombres? ¿De dónde eres?¿Cuál es tu nombre? Sabes que tienes una cara rara, no es fea pero es rara –indagó inquisitiva Esperanza.
–¡Qué maleducada he sido! No me he presentado. Soy Titi. Os vi en la playa y bajé a estar un momento con vosotras. Y no soy de aquí sino de muy lejos. Hay algunos de nosotros que vivimos entre vosotros sintiéndoos, aprendiendo de vosotros a través de la observación, evaluando como vais evolucionando.
»Nosotros también practicamos el mensaje que trae el número dos…
–¡Qué gracioso tu nombre «Titi»! Ya decíamos que eras extranjera. Gracias por ayudarnos con nuestras cosas, pero ¿cómo sabías nuestros nombres? Nosotras no te los dijimos –insistió Esperanza.
–No necesitáis decírmelos, los puedo ver y leer en vuestras mentes. Cuando lleguéis a ser uno con vosotras mismas y dos como fuerza de grupo entre vosotras y con muchos más, habréis aprendido que con amor y voluntad podréis lograrlo todo.
»Veréis que si permanecéis unidas en el amor solidario y compasivo con el tiempo leeréis vuestras mentes y podréis ver en los corazones de los demás. Si enfrentáis vuestro lado oscuro lograréis la paz, y eso es el número dos.
»Nos volveremos a ver muy pronto –dijo la joven mirando a las niñas fijamente con sus penetrantes ojos, mientras su pelo, que era largo pero ligeramente más grueso de lo normal, se agitaba con el viento.
Esperanza y Raquel se fueron corriendo donde estaban sus madres para presentarles a la extraña joven de la playa; las encontraron sumergidas en una amena charla.
–¡Mamá, hemos conocido a una señora muy rara! Nos habló mientras estábamos haciendo el pozo, y hasta nos ayudó a recuperar nuestras cosas que se estaba llevando una ola –comentó Esperanza entusiasmada.
–¡Ay niñas, tened cuidado con las olas! No os acerquéis demasiado al mar –intervino preocupada Olga, la madre de Raquel. Era alta, gruesa, de piel clara y cabello castaño oscuro rizado como su hija.
–¿Dónde está esa señora que dices, Esperanza? –preguntó su madre, Marie.
Las niñas se giraron pero ya no se veía a la joven por ninguna parte; solo se veía una extraña nube lenticular sobre la playa, que inexplicablemente se movía despacio contra el viento.
–¡Ya no está! ¡Qué extraño, ha desaparecido! –dijo sorprendida Esperanza.
–Y nos ha dado un mensaje que parece continuación de lo que escuché cuando aparecieron las esferitas. Ella nos dijo: «¡Dos!»
–¿Dos?... ¡Claro Esperancita linda, esa joven os ha dicho «dos» porque tú y mi hija Raquel sois dos! Dos buenas amigas que se cuidan y se quieren mucho –quiso aclarar Olga.
–¡No mamá! –dijo Raquel como queriendo hacer entender a su madre que había un importante mensaje detrás de ello.
–Esa chica quiso decir algo más que eso. Nos dijo que debíamos fortalecer la voluntad y unirnos para que nuestras voluntades unidas nos permitieran lograr cualquier cosa.
Las madres se quedaron sorprendidas con los comentarios de sus hijas, pero siguieron a lo suyo.
Más tarde los padres las llevaron a un restaurante cercano a la playa para comer. Cuando ya estaban todos sentados, Esperanza escuchó en su mente que le decían:
–¡«Tres»!
–¿«Tres»? –preguntó ella.
–¡Sí, «tres»! Ese es el siguiente mensaje –le reiteraba la voz en su mente.
Esperanza se bajó de la silla y corriendo se fue a la puerta del restaurante. Miró al cielo pero no vio nada. Bajó la cabeza intrigada y confundida. De pronto, una gran sombra circular se colocó sobre ella. Había algo grande a cierta altura sobre su cabeza y un extraño zumbido que todo lo envolvía, pero ella no se atrevió a levantar la vista y, sintiendo un intenso escalofrío, se metió rápidamente en el restaurante, sentándose en su silla.
En cuanto se sentó, escuchó en su mente claro y fuerte:
–¡«Tres»!...
–¿Qué es «tres»? –preguntó.
–¡«Tres» es equilibrio y armonía! Si te amas a ti misma y enfrentas tus defectos y errores, si te unes contigo misma y con los demás, lograrás tu paz y así estarás en paz con todo y con todos. Tres es paz y equilibrio.
–¿Y cómo lo logro? ¿Cómo me uno con todos? –preguntó inquieta Esperanza.
–¡Con comunicación, amor y voluntad! Escuchando a todos. Aceptando a cada quien como es, no queriendo cambiar a los demás sino cambiando tú.
»No permitas que nada ni nadie te haga perder tu paz interior –recibió en su mente como respuesta.
Esperanza se fue a donde estaba su padre para contarle lo que le estaba pasando, pero él, enfrascado en una animada conversación con los mayores, la reprendió diciéndole que volviera a su silla y se estuviera quieta, lo que frustró a la niña, pues sentía que aquello era importante.