Sixto Paz Wells

El Santuario de la Tierra


Скачать книгу

y piden la protección y sanación de las personas.

      Visiblemente confundido, el padre de la niña comentó:

      –¡No sé qué decir Pedro! Para mí era más cómodo pensar que todo era producto de una prolífica imaginación infantil y nada más. Pero ahora que con conocimiento del tema me dices que no es mera fantasía, sí me preocupa e interesa ver el resultado de todo esto.

      »Pero no creo que vaya a ser posible en este viaje, ya que tengo que regresar al Ministerio de Trabajo en Lima y hacer unos informes. Dejémoslo para más adelante. Yo os avisaré con tiempo cuando podamos repetir la visita.

      –¡No se hable más sobre esto José; cuando podáis me avisáis y seréis mis invitados en esa próxima oportunidad! Además, estoy en deuda contigo porque me has dado unos consejos muy valiosos para resolver mis asuntos en las minas.

      –A ver Pedro, para situarnos bien y ordenar las ideas, siempre y cuando sea posible, haznos un resumen de toda esta historia del disco que menciona Esperancita –sugirió Aarón.

      –Pues resulta que, según el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa, que acompañó a las huestes de Francisco Pizarro en la conquista del Perú, él entrevistó a los «orejones» de Cuzco, que eran los nobles pertenecientes a los clanes o panacas reales. Su nombre deriva de la deformación de sus orejas y cráneos, todos ellos alargados para asemejarse a los seres del cielo. El cronista les pidió que le contaran la historia oficial de los incas y el imperio. Ellos le refirieron que en tiempos del Inca Túpac Tupanqui, este quiso expandir el imperio y explorar en dirección al Antisuyo (la selva) y al Contisuyo (el mar), por lo cual preparó dos expediciones, una con 20.000 guerreros en cuatrocientas balsas hechas de totora que viajaron por el mar hacia el Oeste, hasta las islas de la Polinesia. El viaje duró entre nueves meses y un año, y el propio Inca se embarcó en la expedición. La evidencia de todo ello estaría en la Isla de Pascua, donde se ha encontrado totora en los lagos de agua dulce que hay en el interior de los conos volcánicos, y en donde algunas de sus gigantescas estatuas hacen referencia a hombres de orejas largas.

      »La otra expedición fue de 40.000 guerreros que bajaron de las montañas de Cuzco en dirección al Madre de Dios avanzando por los ríos Pilcomayo, Alto Madre de Dios, Palotoa, Pantiacolla y Rinconadero hasta las fuentes del río Siskibenia. Esta expedición fue muy dura porque los incas tuvieron que enfrentarse a una naturaleza muy difícil y hostil, a ríos torrentosos, animales salvajes, insectos ponzoñosos y tribus aborígenes muy bien adaptadas al ambiente. Finalmente resolvieron hacer un acuerdo diplomático con el gran «Yaya» o «Señor de Maravi o Paititi», jefe de las tribus de la selva, quien les permitió fundar una ciudad de penetración llamada Paiquinquin, y que se menciona en las leyendas como Paititi.

      –¡Paititi o El Dorado! –interrumpió don José.

      –¡No exactamente! No hay que confundir a Paititi con la leyenda de El Dorado de Colombia –sentenció don Pedro–. Allí se habla del cacique Muisca Guatavita, que para demostrar que aún contaba con la vitalidad necesaria como para seguir gobernando a su gente, cubría su cuerpo con polvo de oro, y en una embarcación, toda ella cubierta del valioso metal, avanzaba por el interior de una laguna, arrojando ofrendas de oro al agua y luego volvía nadando. Cuando llegaron los españoles hacía poco que Guatavita había muerto asesinado.

      –Entonces, ¿cómo se relaciona El Dorado con Paititi? –insistió el padre.

      –A la muerte del Inca Tupac Yupanqui, le sucedió en el trono su hijo Huayna Cápac. Por aquel entonces el Inca recién coronado consultó el oráculo y los astrólogos le revelaron que su gobierno estaba marcado por el infortunio. Que sobrevendrían 500 años de Pachacuti o purificación, y la cabeza del imperio desaparecería. Él naturalmente no les quiso creer y los echó de mala manera. Resultó a continuación que en esa época hubo tensión con los pueblos del Norte, revelándose los cañaris, esto es la gente del Ecuador, contra el poder central, y los ejércitos imperiales fueron a sofocar el levantamiento coincidiendo este hecho también con la llegada de los castellanos a la costa Norte. Sin saberlo los europeos trajeron la guerra bacteriológica, porque en cuanto desembarcaron depositaron en tierra la viruela (desconocida hasta entonces en América), que en pocos meses produjo más de un millón de muertos, incluyendo al propio Inca Huayna Capac y a su hijo, el heredero al trono Ninan Cuyuch.

      –Dime Pedro, ¿es cierto lo que se cuenta de que en su lecho de muerte el Inca vio a unos seres pequeños de cabezas grandes rondándolo, lo que habría llevado al oráculo de Pachacamac en la costa a interpretar que el Inca no moriría al estar asistido por semejantes presencias?

      »Es curioso, pero esos seres pequeños y cabezones son los «grises» en la temática de los ovnis, seres presumiblemente provenientes de un planeta de la estrella Zeta Reticulli. Hoy por hoy son muchos los casos de los llamados «visitantes de dormitorio», gente que es aparentemente contactada por seres de este tipo en sus propias casas y hasta en sueños –comentó Aarón.

      –¡Así es Aarón, tal cual!

      »La muerte prematura del soberano y de su heredero llevaron a que los ejércitos imperiales nombraran de entre los príncipes a quien les era más cercano e inspirador y que estaba de su lado, que fue el caso de Atahualpa, mientras que los nobles de Cuzco tenían a su propio candidato llamado Inti Cusi Hualpa Huascar. Huayna Capac tenía muchas esposas entre princesas y concubinas, y por ende tuvo muchos hijos. Con este Inca se cumplió la profecía y la epidemia que costó la vida a un gran número de súbditos, acompañada de una guerra fratricida, así como de la invasión de los europeos apoyados por los rebeldes cañaris.

      »Atahualpa capturó a Huáscar y lo mató; a la vez él cayó en la trampa de los Pizarro en Cajamarca, donde su guardia personal de élite fue masacrada.

      »Uno de los hermanos de Atahualpa y Huáscar se llamaba Choque Auqui o «Príncipe Dorado» quien, al conocer todo lo ocurrido y relacionarlo con la profecía del Pachacuti, se retiró apresuradamente de Cuzco con algunos de los sacerdotes, vírgenes del Sol y gente del Ejército –sentenció don Pedro.

      –¿Y se puede saber Pedro por dónde se fueron y hacia dónde? –preguntó don José.

      –¡Fue tal y como dijo Esperanza! Salieron por la o túnel del Coricancha en dirección primero a Sacsayhuaman y de allí a los túneles y cuevas de Cusiyuchayoc, y siguieron camino a Paucartambo, Tres Cruces, Pilcopata, Alto Madre de Dios, Palotoa, y Pantiacolla, llegando hasta las mismas fuentes del río Siskibenia, por la ruta dejada por los ejércitos colonizadores de Tupac Yupanqui.

      »Choque Auqui recibió en Paiquinquin, de manos de la gente del sumo sacerdote, el disco que fue recuperado y trasladado desde un Cuzco ya invadido por los conquistadores. Se lo arrebataron ante sus propias narices a los españoles una noche en la que los que lo custodiaban bebieron hasta perder el sentido.

      –¿Y es como dice Esperancita que ese disco es tan especial que puede abrir portales entre dimensiones? –preguntó don José.

      –¡Ciertamente querido amigo! Ese disco fue forjado, junto con los otros más pequeños, en una época en que habitaba la Tierra la primera raza originaria del planeta, la raza lemuriana. Esa raza lo produjo con oro alquímico, condensando en él toda la sabiduría y el conocimiento al que había tenido acceso. Y lo trajeron a Cuzco desde un lugar llamado «Los Altares», en el Chubut, en la Patagonia argentina, donde lo habían forjado hace miles de años con el conocimiento de la alquimia y a la vez con el poder de la palabra, la mente y el sentimiento.

      –¿Para qué y por qué lo hicieron? –intervino el padre de Esperanza.

      Pedro Tùpac se iba entusiasmando cada vez más con el relato aunque se le veía visiblemente inquieto, mirando hacia todos lados como para no revelar información que lo expusiera innecesariamente. Al confirmar que no había nadie extraño cerca, continuó, después de hacer una breve pausa en la que bebió un vaso de agua.

      –No es bueno saber tanto querido amigo José, sobre todo cuando aún no es el tiempo para que las cosas ocurran. Saber demasiado o saber las cosas antes de tiempo lo expone a uno y expone el Plan. Solo os puedo decir que se hicieron los discos, el principal y los