Gloria Candioti

Hola, Princess


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¿no querés un pedazo?

      —No tengo hambre, con mate estoy bien.

      Paula se distraía con mucha facilidad, cebaba el mate, miraba si tenía mensajes en el celular, ponía música. Guille la obligaba a estudiar, tenía mucha paciencia y explicaba muy bien. Aunque eso no garantizaba que Paula aprobara.

      —Estás un poco distraída, Pau –dijo Guille que ya le había mostrado cómo se hacían los mismos ejercicios tres veces.

      —Puede ser, es que estos ejercicios me re aburren. No sé cómo a vos te gustan tanto.

      —Son divertidos cuando les encontrás la vuelta.

      —Yo no tengo más ganas de estudiar. Me duele un poco la cabeza. ¿Me vas a ayudar en la prueba de mañana? ¡Dale!

      Guille la miró, mientras cerraba la carpeta y la guardaba en la mochila. Sabía que la tarde de estudio terminaba así y que él la ayudaría al día siguiente. Paula era inteligente pero muy vaga. Lo que pasaba, según Guille, es que tenía esas ideas en la cabeza de ser modelo. Lo habían hablado varias veces pero no había forma de convencerla.

      —Okey. Espero que no sea una prueba larga sino no tengo tiempo de hacer las dos. Vos empezá que cuando termino la mía, sigo con la tuya.

      —¿Guille te quedás a cenar con nosotros? –los interrumpió Adriana.

      —Gracias Adriana, pero me tengo que ir, mis papás me esperan.

      —¿Estudiaron mucho?

      —Bastante, seguro nos sacamos un diez en la prueba de Mate –aseguró Guille.

      —Vos te sacás un diez, a mi aunque esté todo bien, la profe me pone un seis. Me tiene idea –dijo Paula.

      Ninguno de los dos le contestó. Paula siempre pensaba que los profesores tenían mal concepto de ella y por eso no aprobaba. Guille se había cansado de decirle que tenía que estudiar más y prestar atención en clase, que si no hacía nada los profesores se enojaban.

      Adriana se ofreció para abrirle la puerta del edificio. Guille era un chico muy bueno, estudioso, de una familia trabajadora y se llevaba muy bien con Paula. Siempre le había parecido que Guille estaba un poco enamorado de Paula, pero sostenían que solo eran amigos. Adriana se sentía más tranquila cuando Guille estaba cerca. Era un chico en el que se podía confiar y que cuidaba a Paula.

      ¡Hola, Princess! ¡Es un divino Guille! Seguro que gusta de mí. Y yo lo tengo ahí. Me ayuda con las pruebas. Bueno, vos ya sabés que en realidad me las hace. Yo después le hago unos mimitos. Nada importante, como cuando vamos a una fiesta y toma de más. ¿Te acordás del quince de Sandra? Había cerveza y bueno, Guille tomó mucho, no está acostumbrado y se emborrachó un poco. Se puso más pesado, quería bailar solamente conmigo y se me tiró encima, yo un poco lo paré y otro dejé que me acariciara pero nada más. Estaba borracho, no se dio cuenta. ¡Es tan bueno! No me gusta para salir Guille, es mi amigo y no me quiero divertir con él. No le hago eso a un amigo. Con otros, como con los de quinto que siempre te quieren meter mano bueno, qué sé yo, total es por un rato.

      ¡Soy un tarado! Paula me puede. Mañana como siempre le voy a hacer la prueba de “Mate”. No quiero que se enoje conmigo. Alguna vez tendría que dejarla sola, a ver si aprende. Cambió mucho desde primer año. Antes era más dulce, no tan creída. Ahora muchas veces es insoportable, después me mira o me apoya la cabeza en el hombro y listo se me pasa todo. Es mi amiga, la quiero. A veces me parece que le gusto un poco. Cuando voy a la casa, tarda tanto en el baño, estuvo horas arreglándose y después sale lindísima, y solo para estudiar. Otras veces, me busca. Mis amigos me dicen que me usa, no sé, somos amigos. A veces me trata re mal. Ella no era así. Capaz que cuando se le vaya esa idea de ser modelo vuelva a ser la de antes. Mis amigos me dicen que soy un tarado, que aproveche los favores que le hago, que tengo derechos. Eso no. Ella me confunde, no sé bien lo que quiere, ¡yo sí sé! Pero soy un imbécil, me da miedo decirle algo, capaz que se enoja y la pierdo.

      —Muy bien, Paula, excelente la prueba de Pessoa, se ve que te gustó.

      —Sí, profe, es re copado el tipo.

      —Paula, el registro, por favor.

      —Perdón, profe.

      —¿Te está yendo mejor en las otras materias?

      —¡Levanté un montón de notas! Estoy re estudiando.

      —Me alegro, Paula. Vos sos muy inteligente.

      —Gracias, profe.

      Paula se sentó en su banco, contenta del diez en Literatura. La profesora sacó un libro y leyó:

      “La tristeza, ¿en qué consiste?

      De la alegría, ¿qué haré?

      No soy alegre ni triste.

      La verdad, no sé qué soy.

      Al final, ¿alegre o triste?

      Pensar no está bien aquí…

      Sí, mi tristeza consiste

      en no saber bien de mí…”

      —Es otro poema de Fernando Pessoa. ¿Qué les pareció? –la clase se quedó en silencio.

      Cuando la profesora hacía esas preguntas, nadie se animaba a responder hasta que alguno de los mejores de la clase rompía el silencio incómodo.

      —Está bueno lo que dice. Yo, a veces, estoy triste o contenta –dijo Paula y sorprendió a todos.

      Generalmente ella no intervenía en las clases.

      —Hay veces que sí sabemos lo que nos da tristeza o bronca –retrucó Marina.

      Después del episodio entre Paula y Daniel, Marina y Paloma la habían declarado persona peligrosa y alejaban a los chicos de ella. Marina armó un escándalo que dejó mal a Paula a la vista del resto de los compañeros. Desde ese día, no se soportaban. Se habían declarado la guerra.

      —Sería bueno que pusieran ejemplos –dijo la profesora.

      Silencio otra vez en el aula. Se percibía que algo se quería decir pero nadie se atrevía.

      —¿Pasa algo que los está poniendo tristes en este momento? –preguntó la profesora.

      —Tristes no, re enojados –siguió Paloma–. Hay una o uno, re tarados, que hicieron una página para burlarse de nosotros.

      —¿Cómo? Explicate, por favor.

      —Hay alguien que creó en Face una página: Princess forever. Dice cualquiera de nosotros, cosas que no son y no sabemos quién es.

      —¿Eso que tiene que ver con Pessoa y este poema? –preguntó fastidiada Paula.

      Marina, Paloma y las otras la odiaron con la mirada.

      —Yo digo que a veces estoy contenta con lo que me pasa y otras no sé por qué las mismas cosas me dan tristeza –siguió Paula que parecía no registrar la tensión en sus compañeras.

      —¿Cómo no saben quién es? –la profesora ignoró el comentario de Paula; estaba interesada en el tema de la página.

      —A veces parece un chico, otras veces una chica. Sabe mucho de nosotros y dice mentiras de todos.

      —La página tiene nombre de mujer.

      —Eso no tiene nada que ver. Si usted