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E-Pack Magnate


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      Él le deslizó la mano por debajo de la camiseta del pijama. Le acarició la cintura suavemente, tanto que ella se echó a temblar, deseando más. Luke comprendió la invitación y deslizó la mano suavemente hacia arriba hasta que le cubrió un seno. Con el pulgar frotó el ya erecto pezón. Sin embargo, ni siquiera aquella caricia tan íntima era suficiente para Sara. Necesitaba más.

      Luke rompió el beso.

      –¿Te gusta? –le preguntó.

      –Mmm...

      –Entonces, a ver qué te parece esto.

      Luke se deslizó hacia abajo y comenzó a chuparle el pezón a través de la tela. El pulso de Sara se aceleró rápidamente. Sin poder contenerse, le hundió los dedos en el cabello para animarlo a seguir.

      –Creo que eso significa que sí –susurró.

      Le levantó la camiseta y, entonces, siguió bajando. Le deslizó los labios por el vientre, dedicándole especial atención al ombligo. Entonces, volvió de nuevo a centrar su atención en el pezón. Sin la fina tela de la camiseta, las sensaciones eran mucho mejores. El sensual movimiento de la lengua, la presión de los labios y el ligero mordisco de los dientes hicieron que Sara se arqueara de puro placer.

      Entonces, él le deslizó las manos entre las piernas y le cubrió la entrepierna, sobre el pijama. Comenzó a mover la mano, de modo que la base del pulgar le rozaba el clítoris. Sara no pudo contener un gemido.

      –Luke...

      Él la besó con fuerza. Entonces, le enganchó los dedos en el pantalón y comenzó a bajárselos. Sara levantó las caderas para facilitarle la tarea y se echó a temblar mientras que él le besaba los muslos, acariciando cada milímetro de su piel a medida que la iba descubriendo.

      Sara contuvo el aliento al notar que él volvía a subir. Cuando alcanzó la cara interior del muslo, ella temblaba de gozo. Con suavidad, Luke le separó las piernas y se arrodilló entre ellas. Sara no pudo abrir los ojos. Se limitó a susurrar:

      –Luke, me estás volviendo loca...

      –De eso se trata...

      Entonces, por fin, él le deslizó un dedo a lo largo del sexo, camino que luego recorrió a la inversa.

      –Por favor... –susurró ella.

      Luke volvió a hacerlo. Y una vez más. Entonces, se movió ligeramente y Sara sintió su aliento contra la piel. Ella contuvo el suyo, esperando, deseando que él lo hiciera. Cuando notó por fin el lento movimiento de la lengua, creyó volverse loca de deseo y volvió a agarrarle del cabello.

      –Sabes tan dulce...

      De repente, ella sintió que Luke se retiraba un poco. ¿Iba a detenerse tan pronto?

      –Ni se te ocurra parar ahora...

      –No tengo intención.

      –Entonces, ¿qué estas haciendo? –preguntó ella, sin abrir los ojos.

      –Sólo estoy comprobando que estás segura y que sabes lo que estás haciendo...

      –Por supuesto que sí.

      –A mí me ocurre lo mismo... –murmuró él. Entonces, agarró la mano de Sara y le hizo agarrarle su erección.

      Ella lo agarró con fuerza y meneó la mano ligeramente. Deseaba darle la dulce tortura que él le estaba inflingiendo a ella.

      –Sara, en estos momentos no puedo pensar. Lo único que deseo es hundirme en ti... Profundamente.

      –En ese caso, hazlo, porque voy a... a explotar si no lo haces.

      Para asegurarse de que él comprendía cómo se sentía, le apretó el pene con los dedos índice y pulgar y movió lentamente el círculo que formó con ellos de arriba abajo.

      Una vez.

      Luke tragó saliva.

      –Necesito un preservativo. Ahora mismo.

      Luke saltó de la cama. Sara se dio cuenta de que él debía de haberse quitado los calzoncillos al mismo tiempo que le despojaba a ella de los pantalones del pijama. Desnudo, Luke ofrecía una imagen gloriosa. Su cuerpo, perfectamente esculpido y tonificado, era muy bello. El modo en el que se movía, como si fuera un bailarín, la excitaba aún más.

      Él se sacó un preservativo de la cartera y regresó a la cama. Entonces, Sara pensó en el hecho de que llevara preservativos en la cartera y en la cantidad de nombres femeninos que había visto asociado al de él.

      –¿Haces esto a menudo? –le preguntó.

      –¿El qué?

      –Acostarte con tus empleadas.

      –Nunca –dijo él con sinceridad–. Para mí, es una regla inquebrantable. En este caso, ocurre que en realidad tú no eres mi empleada. Tú eres tu propia jefa.

      –Creo que estás buscándole tres pies al gato.

      –Además, sé que según parece por las revistas del corazón, salgo mucho, pero te aseguro que elijo muy bien. No me acuesto con cualquiera, eso te lo aseguro.

      Luke se reclinó sobre ella y volvió a acariciarle la boca a Sara con la suya.

      –Deja de pensar. Sólo siente... –susurró. La miró y le enganchó los dedos en uno de los tirantes de la camiseta del pijama–. Me gusta esto, pero tienes que quitártelo. Quiero sentir tu piel contra la mía...

      –Pero tienes muchas relaciones sexuales –dijo Sara, sin poder olvidarse de lo que él le había dicho anteriormente.

      –Sara, me gusta el sexo. Me gusta el sexo bueno y sí, me gusta disfrutarlo con frecuencia, pero, como te dije, elijo bien mis amantes. No obstante, debería dejar claro una cosa. No me interesan los finales felices ni el matrimonio. Sólo tú y yo, este momento. No es una declaración de intenciones ni va a interferir con nuestros trabajos. Simplemente, nos va a sacar esta locura de dentro para que podamos volver a la vida normal y trabajar juntos. Sara, me gustas mucho. Creo que yo también te gusto a ti o no estarías trabajando conmigo. Ninguno de los dos está con otra persona, así que, ¿dónde está el problema?

      –Para que conste, yo tampoco estoy buscando una relación.

      –Bien.

      –Ni tengo por costumbre ir acostándome por ahí con todo el mundo.

      –Si hace que te sientas mejor, nunca lo hubiera pensado... Me ha costado mucho mantener las manos lejos de ti. No hago más que mirarte cuando estamos juntos en el despacho sin dejar de pensar en lo mucho que me gustaría levantarte de la silla y tumbarte en tu escritorio para... –se interrumpió para colocarle una mano de nuevo entre los muslos, rozándole suavemente la piel pero sin llegar a tocarle el sexo– tocarte, saborearte... deslizar mi cuerpo dentro del tuyo y hacer que te corras de tal manera que te olvides de quién eres. Provocarte un orgasmo que te haga gritar de placer.

      –Luke...

      –Quiero estar dentro de ti, Sara. Ahora mismo. Y creo que tú también quieres. Estás muy caliente –musitó tocándole de nuevo el sexo.

      –Sí...

      Luke le deslizó el dedo por encima del clítoris, con la presión justa y a la velocidad adecuada para excitarla un poco más. Ella contuvo el aliento y lanzó un gemido de puro placer cuando él le introdujo un dedo.

      –Y también muy húmeda...

      –Sí...

      –Estás lista para mí... Dilo.

      –Estoy lista para ti –gimió ella, con dificultad.

      –Ahora, quítate la camiseta...

      Sara se incorporó. Los dedos le temblaban mientras se sacaba la prenda por la cabeza. De repente, se sintió muy tímida. Al notarlo,