Jane Porter

Hasta que pase la tormenta


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2019 Jane Porter

      © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Hasta que pase la tormenta, n.º 2816 - noviembre 2020

      Título original: Christmas Contract for His Cinderella

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1348-912-4

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Epílogo

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      MONET Wilde estaba en la quinta planta de los grandes almacenes Bernard’s, buscando en la trastienda un vestido de novia que se había perdido, cuando una de las empleadas entró para decirle que un hombre la esperaba en el vestíbulo y, aunque era brusco, no era tan fastidioso como la señora Wilkerson, que no podía entender cómo era posible que el vestido de novia de su hija hubiera desaparecido.

      Monet suspiró mientras se atusaba el elegante y estirado moño. Vestía de modo más conservador que la mayoría de sus compañeras, pero como jefa del departamento de novias era importante mantener una imagen decorosa.

      –¿Ha dicho lo que quiere? –le preguntó, mirando el reloj.

      Quince minutos para la hora del cierre. Quince minutos para encontrar el carísimo vestido de la airada señora Wilkerson.

      –A ti –respondió la joven con expresión compungida–. Bueno, ha preguntado por ti.

      –Dime que no hemos perdido otro vestido de novia.

      –No lo sé. Solo ha preguntado por ti.

      Monet frunció el ceño. Había sido un día enloquecedor en Bernard’s. Los clientes habían entrado en hordas en cuanto abrieron las puertas esa mañana y las colas habían sido interminables. Además de las típicas compras navideñas, todo el mundo parecía haber decidido celebrar una boda de repente.

      Monet había pasado horas al teléfono, llamando a diseñadores y costureras para ver si tenían listos los pedidos, y aún tenía una docena de cosas que hacer antes de cerrar.

      –¿Ha dicho su nombre?

      –Marcus Oberto o algo así. Es italiano.

      Monet se quedó helada. El nombre era Marcu Uberto y era más que italiano, era siciliano.

      –Le he dicho que estabas ocupada –añadió la joven– pero él dice que no le importa esperar, que no tiene prisa.

      Monet no lo creía en absoluto. Marcu no era un hombre al que le gustase esperar.

      ¿Pero qué estaba haciendo allí? ¿Y por qué ahora?

      No lo había visto en ocho años. ¿Qué podía querer?

      –¿Qué le digo? Es guapísimo, por cierto. Claro que yo adoro a los italianos, ¿tú no?

      Siciliano. Marcu era siciliano hasta los huesos.

      –Prefiero lidiar con el señor Uberto personalmente, pero podrías llamar a la señora Wilkerson para decirle que no nos hemos olvidado de ella y que tendremos noticias del vestido por la mañana.

      –¿Seguro?

      –Espero que sí. Tiene que ser así –respondió Monet, irguiendo los hombros mientras salía de la trastienda para enfrentarse con Marcu.

      Lo vio inmediatamente. Estaba en medio del vestíbulo, de espaldas, mirando por el ventanal.

      Alto, de hombros anchos, Marcu Uberto parecía lo que era, un poderoso y rico aristócrata. Iba impecablemente vestido con un traje de chaqueta gris hecho a medida, camisa blanca y una corbata azul brillante que destacaba su pelo negro y sus penetrantes ojos azules. Ocho años antes había llevado el pelo largo, pero ahora lo llevaba corto y apartado de la cara.

      El pulso de Monet se aceleró mientras luchaba contra los recuerdos; recuerdos con los que no podía lidiar en un día como aquel. Por suerte, él aún no la había visto y aprovechó esos segundos para calmarse y controlar su respiración.

      «Coraje y calma», se dijo a sí misma. «Puedes hacerlo».

      –Marcu –lo saludó, acercándose–. ¿Qué te trae por Bernard’s? ¿En qué puedo ayudarte?

      Monet.

      Habría reconocido esa voz en cualquier sitio. Había un calor especial en su tono, una dulzura