Nathan Burkhard

La venganza del caído


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supiste como era, pero ahora ya me conoces. Tus tontos Inumine sufrirán, seré más poderoso y temido, lograré obtener el poder que tanto resguardas, obtendré la tierra y destruiré todo a mi paso —gritó desquiciándose —Y no podrás evitarlo. No serás más mi Dios. No te guardare respeto, te maldeciré cada día por la vida que me diste, y por la de mi hermanito. Nuestra guerra jamás tendrá fin.

      Pero Dios no podía dejar de lado aquel crimen, le perdonaría tantas cosas, menos matar, menos manchar sus tierras con sangre inocente —¡Hadeo! Por ese motivo, te condeno a vivir penando, pero no en estas tierras de paz, sino en los infiernos, donde perecerás toda la eternidad —un rayo cayó en medio de ambos hermanos abriendo la tierra y mostrando un mundo inferior, un mundo lleno de lamentos y sufrimiento. Sin importar quien siguió a Hadeo y dio cabida a sus ideas revolucionarias, cayeron al mundo creado para ellos, siendo arrastrados cruelmente, separando familias, llevándose consigo almas inocentes.

      El Inumine marcado por la maldad, no cerró la boca, quería ser escuchado, debía ser escuchado —Yo gobernaré mi mundo, pero las tierras que les heredaste a los Inumine serán mías, la tierra también. Veras que tus queridos Inumines y mortales no vivirán para siempre. Te derrocaré de tu trono ¡Querido Padre! —hizo burla al referirse como padre.

      El altísimo dando razón a las maldiciones de su hijo Hadeo —Tienes razón, tendrás poder, pero no más que yo, tendrás tierras, pero se te presentaran límites los cuales no podrás romper, tendrás pertenecías suficientes, pero no conseguirás más. Y así sucesivamente, todo lo tuyo tendrá límites. Tú no serás llamado Inumine, serás llamado Demonio, serás separado por especie, no serás el patriarca, te condeno a no ser el único, no tendrás alas, caminaras arrastrándote, no te elevaras, mientras los otros si podrán. El trono que tanto has ansiado, no será para ti, se presentaran dos más, dos más reclamaran su poder y derecho a él, tu maldad y avaricia seguirá intacta, tu veneno se esparcirá formando en la tierra, discusión y dolor —hizo una pausa tratando de calmar su enojo, otra vez más sus hijos lo habían defraudado —Uran, dejarás de ser un Inumine para ser conocido como un Ángel, lamentablemente correrán el mismo destino, tú y los tuyos, tendrán abundancia, sanaras el alma de los que tu hermano a lastimado, tu misión será reparar los daños que los demonios causarán, darán fe y esperanza de mi existencia, mostrarás a mis hijos humanos que los amo a pesar de todo.

      Las tierras comenzaron a temblar, los que acompañaron a Hadeo cayeron a las profundidades de ese nuevo mundo creado, fueron despojados de sus alas blancas, para convertirlas en alas tan negras cómo sus almas condenadas, negro como el alma del ser que los obligó a perecer, sus gritos eran tan profundos, aturdidores, devastadores que fueron opacados por los truenos y rayos que cayeron esa temporada en la tierra.

      —Y así se cumplirá, yo viviré en lo profundo de mi creación, observando, pero no intervendré en estos asuntos y el cielo será para los Ángeles, grandes extensiones, grandes campos. Y el hogar de los demonios será llamado infiernos, serán cavernas frías y tenebrosas, sin luz que iluminé sus caminos y sus almas. Mientras a ti Uran, este juicio te dará un obsequio, tendrás poder, pero no más que el mío. Mi último obsequio para ti será este medallón —de una mesa de piedra una cadena delgada de oro rodeó su cuello, el medallón tenía tallado un Lobo con alas envuelto en llamas, mientras que la misma forma se pintó en su muñeca derecha —Este medallón será tu legado, lo pasaras de generación en generación, en el guardaras tu poder a la hora de morir, dejando una defensa a tus seres queridos. Si se unen los medallones tendrán el poder de las tres fuentes. El medallón es poder, es la clave para dominar, para tener al mundo en sus manos, poder destruir o dar vida a este mundo que yo he creado. Que así sea y así sea escrito. Estos medallones serán su castigo, por ambición y rencor, morirán por ellos, mataran por ellos, pero jamás encontraran la clave de la vida, jamás verán cuál será su significado. Ustedes mismos traerán el fin al mundo, pero no por sus manos, sino de otros, los demonios serán lo opuesto a los ángeles, como los ángeles lo opuesto a los demonios. El mundo no sabrá esta historia, no conocerán la rivalidad de dos hermanos de sangre, enemigos de corazón. No sabrán del inicio de cómo mis hijos han traicionado mi confianza, de cómo rompieron mi corazón. Solo la última generación sabrá el porqué de lo que he hecho hoy, la última será testigo de un nuevo poder. Yo no seré culpable de esta destrucción, ya que el juicio está en sus propias manos.

      En ese momento, el segundo medallón rodeó el cuello de Hadeo con fuerza, asfixiándole, obligándole a retroceder y caer al abismo que él mismo había creado, el chacal con alas era el símbolo de su traición, marcando su alma así como su piel mientras que sus gritos ante el dolor de sentir como arrancaban sus alas se expandió por el mundo.

      —Uran sabes cuál es tu misión. Los nuevos patriarcas serán elegidos por el medallón, su marca será idéntica para sus dueños, excepto para sus demás hermanos, ellos solo serán marcados con el animal de poder.

      Dividiéndose nuevamente, Uran llevó consigo la marca del lobo envuelto en llamas en su muleca derecha, Hadeo llevó consigo al chacal en su muñeca izquierda, dejando cuatro medallones al cuidado de sus guardianes más fieles, los Crock Novo en espera de la llegada de los tres al trono que dividirían el poder que tanto habían ansiado ese par de hermanos.

      Fue entonces cuando el mundo de los cielos se separó, siendo el lobo, el delfín y el halcón, los tres animales que cuidarían de los cielos, mientras que en el inframundo, el chacal, el murciélago y el tiburón. En ese instante, todos comenzaron a ser marcados con el animal de su clan, separando a los aldeanos de los patriarcas. El dolor marcó a todos y sin excepción.

      CAPÍTULO 5:

      SEPARACIÓN

      Marcados, separados por fuentes de poder, un distinto significado, distinta especie, Dios simplemente decidió no volver a intervenir, su corazón ya no resistió un duro golpe como ese, todo lo que amo estaba destruyéndose poco a poco por la ambición de muchos.

      Uran cayó de rodillas, debilitado, mientras que el remolino del templo desapareció, sintiendo una sensación de vacío en el corazón —¡Padre! ¡Padre! —quiso escuchar su voz, pero todo fue en vano, habían dejado de escucharlo y con ello se dio cuenta que caminarían ciegamente por el mundo.

      Cuando logró lentamente recomponerse y salió del templo, admiró la destrucción y el caos que habían ocasionado, su pueblo estaba destruido, las casas estaban hechas pedazos y la tierra comenzó a cerrarse lentamente.

      Las mujeres llorando de rodillas, hombres tratando de sacar a algunos atrapados, los animales estaban descontrolados, el caos era parte de su reino y todo por culpa de su hermano, aquel hermano que siempre lo odio, aquel hermano que había dado muerte a su madre.

      Caminó entre la multitud viendo los daños, viendo a mujeres que habían perdido a sus hijos, hijos que perdieron a sus padres y hermanos, tendría que volver a comenzar, comenzar un reino nuevo, pero esta vez con mano dura, no dejaría que su pueblo sufra las consecuencias de sus actos, no otra vez.

      Con la idea de reconstruir un reino más seguro, Uran tomó el control absoluto de su reino siendo déspota y autoritario, cumpliendo la promesa que una vez se hizo, no volvería a ver a su gente destruida. El templo quedo intacto, pero construyó un reino a base de su propio sudor, sus lágrimas y su soledad, un reino donde las reglas se acatarían y que la traición solo se pagaría con la muerte.

      Odotnet, su fiel guardián le acompañó todos los días, velando sus noches, velando por sus sueños, protegiendo su vida, tratando de mitigar la venganza del corazón de su protegido ya hecho hombre, apaciguando sus intentos de matanza, sabía que en un futuro Uran se enfrentaría a nuevas batallas y guerras, pero no podría saber a ciencia cierta si su protegido regresaría triunfante o derrotado, vivo o muerto o simplemente se mantendría alejado de las guerras.

      Formando una guardia que proteja su reino, formando una escolta que resguarde su trono y sobre todo tratando de asegurar su corazón en altas murallas que nadie pueda tocar. Mudándose al que en un inicio fue el templo