Elena Ibáñez de la Casa

Guerrero mestizo


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tragar, amigo.

      —Quedas avisado, Faulkner.

      Fue su última respuesta ante los comentarios de Manu. Caminó por el pasillo, cerca de él, para pasar de largo y acercárseme. Incluso yo mismo no le di importancia a la discusión; quizás realmente estaba utilizando a mi hermana de excusa para provocar una pelea que estaba claro que deseaba que ocurriese. Y eso pensaba hasta que…

      —El baile de fin de curso es dentro de dos días, Jake —empezó a decir—. Deberías ir pensando en pedirle ser su acompañante antes de que alguien más rubio, más rico y con más clase se te adelante.

      Mi expresión pasó de la seriedad al desconcierto; sin embargo, Jake hizo caso omiso y continuó la marcha por el pasillo hasta llegar a donde yo estaba. Tan rápido como pude, traté de contener lo que sentía y caminé a su lado hacia las escaleras. Reprimí toda pregunta lo que tardamos en perder a Manu de vista. Solo entonces las liberé.

      —¿Es… es eso cierto? —Evité mirarle mientras aunaba fuerzas para continuar—. ¿Te… gusta mi hermana?

      Mi pulso se aceleró al tiempo que trataba de controlar mi respiración. ¿Era alegría lo que estaba sintiendo o temor? Jake es una buena persona, pero de ahí a que pueda verle el día de mañana cogiendo de la mano a Jacqueline… ¿Estaré cayendo en la sobreprotección de nuevo?

      —¿Vas a creerle? —respondió con evidente indiferencia, aunque por el rabillo del ojo pude percibir que tampoco me miraba.

      —Pues… no estoy seguro, la verdad. Al principio todo esto sonaba a una provocación de su parte, pero… esas últimas palabras me han confundido.

      —Lo que los demás piensen respecto a este tema me trae sin cuidado, incluido tú.

      —Vale, no volveré a hablar de ello.

      Sonreí levemente, aunque no sabía la causa exacta. ¿Era felicidad por la sospecha de un posible romance o el alivio de saber que no existía dicho amorío? Jake es un misterio en sí mismo y demasiado ha dicho hoy sobre temas como este. En ese aspecto envidio a Ryukari, su pequeño hermano adoptivo. Seguro que conoce todos sus secretos.

      Descendimos en silencio por las escaleras sin llegar a cruzar miradas ni palabras. Tengo la sensación de que algo ha calado hondo en Jake, ya sea por el baile o por el tema de mi hermana, o al menos me gusta pensar que en su cabeza hay sitio para ese tipo de fantasías, además de sus tareas de casa y sus propios estudios.

      De repente algo llamó nuestra atención tras llegar al final del escalonado recorrido. Ryukari estaba de pie junto a la puerta que conducía al servicio de chicas acompañado de Shad, otro de los integrantes de nuestro grupo; ambos reflejaban una inquietud que yo supe reconocer en cuanto les puse la vista encima: esperaban a mi querida hermana.

      —¿Le han hecho algo? —La pregunta salió disparada de mi boca, inconscientemente, en cuanto la hube abierto. Si alguna vez llegaban a herirla, no me perdonaría jamás el no haber podido protegerla.

      —No nos ha dado tiempo de averiguarlo. Simplemente, corrió hacia el baño de chicas y lleva encerrada como diez minutos —resumió Shad en tono preocupado.

      —Le hemos pedido que salga, pero no hay manera. No nos escucha a ninguno. —Ryu se encogió de hombros tras secundar las palabras de Shad.

      Me acerqué tan deprisa como pude a la puerta y pegué la oreja, de nuevo movido por la creciente ansiedad que deseaba apoderarse de mí y trataba de empujarme a hacer algo que no debería: entrar en el servicio de chicas.

      Por suerte, soy bueno en mantener la calma. Un par de segundos me bastaron para regular mi respiración y serenar mi pulso. Luego dirigí la mirada hacia mis amigos.

      —Chicos, mejor id a clase o llegaréis tarde. Yo me encargaré de esto. —Mi voz adquirió el matiz serio que la caracterizaba cuando pasaba algo así, un tono que ellos estaban demasiado acostumbrados a oír, por desgracia.

      —Dale un abrazo de mi parte cuando salga, por favor. —Ryu me dio un cariñoso apretón en la mano como signo de apoyo. A pesar de ser el más pequeño del grupo, demostraba tener una empatía que ya quisiera Manu poseer.

      —Vamos, Ryu. Esto es cosa suya —puntualizó Jake antes de seguir su camino para dejarme a solas con Jacqueline. Shad y Ryukari no tardaron en alcanzarle.

      No abrí la boca hasta que pasaron al menos cinco minutos. Mis oídos me permitieron escuchar sollozos suaves viniendo del interior del baño a pesar de la gruesa puerta que me separaba de dicho habitáculo. La habían herido de nuevo…

      —Jacky…, soy Tim —conseguí decir al fin mientras trataba de mantener a raya mi ira. No pude evitar apoyar la mano en el marco—. ¿Qué te han hecho? Por favor, solo quiero ayudarte.

      —No es nada… Dolor menstrual —respondió ella tras pasar casi un minuto. Supongo que no supo inventar una excusa mejor. Ella jamás llora por dolor menstrual; es demasiado fuerte para que eso le afecte—. Ahora salgo. Ve a clase.

      Jacqueline, mi hermana pequeña. Tan solo nos llevamos un año de diferencia, pero para mí es más que suficiente para sentir la necesidad de protegerla si le pasa algo. Todos la llamamos Jacky en el grupo y normalmente es una chica amable y cariñosa con los demás, pero la manera en que el mundo la trata, solo por su físico, provoca que a veces ella tenga ganas de irse para siempre. No soportaría que algún día cumpliera con lo que dice y se fuera. La buscaría en cuanto me enterase.

      Sí, tiene…, bueno, su pecho es más grande de lo normal, pero ¿es que los demás no pueden fijarse en lo buena que es y no en el tamaño de su busto? Es una chica increíble ¡y no porque sea mi hermana!

      Siento que nos une algo muy especial entre ambos. Antes había comentado que solo Eona era humana… y en parte es así. Digo en parte porque el resto del grupo somos medio humanos. La otra mitad pertenece a una raza casi extinta en este mundo: los lumen.

      Y eso es lo que somos, mestizos entre humano y lumen.

      Un lumen es, en palabras de mis padres, un ser en comunión con la luz, guardianes de la luz; somos capaces de emitirla para formar armas y utilizarlas para atacar o defender. Nuestro aspecto cambia cuando acumulamos mucha; nuestra piel y pelo se clarean, al igual que los ojos, y el anillo que poseemos dentro de ellos se ilumina. Algunos tenemos rasgos especiales, además de lo ya mencionado. Por ejemplo, Ryu posee un tribal de un dragón en el brazo izquierdo y, debido a que siempre emite una leve luz, debe tapárselo para que nadie se fije demasiado.

      La luz de Jin es de tonos oscuros. Casi pareciera estar absorbiéndola en vez de emitirla.

      En cuanto a mi hermana y yo…, lo que nos hace tan especiales es que, además de controlar la luz, podemos manejar cierto elemento: el fuego, en su caso; y el hielo, en el mío. Junto a ese detalle está que el tiempo nos afecta de diferente manera. Si hace frío, ella se resiente y debe ir muy abrigada. A mí me afecta más el calor; de hecho, ahora, que es verano, no me separo de mi botella de agua.

      Es por eso precisamente que pienso que ambos estamos aún más conectados de alguna forma. Por mucho que nuestros elementos sean contrarios, somos hermanos. La misma sangre corre por nuestras venas.

      A pesar de su insistencia, no moví un solo músculo. Estaría ahí hasta que se encontrase mejor y decidiera salir de nuevo a enfrentarse al mundo, que tan poco respeto siente por ella.

      2

       ¿Cómo ves el mundo?

      Eona Silverstein

      —Bueno, ¿qué? —dije con tono juguetón—. ¿Te dignas a reaccionar?