Daniel Cestau Liz

Las claves del éxito


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zonas de crecimiento.

      De lo contrario, al esperar alcanzar la perfección en todo, nada de lo que hace le parece aceptable.

       “Siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter, siembra un carácter y cosecharás un destino”.

       William James

       EL CARÁCTER

      Muchas y muy diversas acepciones tiene en todos los idiomas la palabra “CARÁCTER”, que deriva de un término griego cuyo significado es ‘GRABAR’, porque en verdad es ‘la señal, marca o signo que la naturaleza imprime en las criaturas’.

      El carácter es el modo peculiar y privativo de cada persona, por sus cualidades físicas, mentales y morales.

      Pero el carácter no es una substancia inmutable. También es un proceso, que sufre modificaciones por influencias externas, y puede ser transformado por la voluntad.

      Stuart Mill propuso la creación de la etología, o ciencia del carácter, al desarrollar un método y definir su naturaleza.

      A la parte heredada de nuestro carácter se le llama temperamento. Son las tendencias con las que se nace, en virtud de la constitución particular de cada individuo, que es el resultado del predominio fisiológico de un sistema orgánico, como el sanguíneo o el nervioso, o de un humor, como el linfático o el biliar.

      Dice el Dr. Ramón Fuster: “El temperamento es un conjunto de peculiaridades fisiológicas y morfológicas de las que dependen las diversas formas de reacciones emocionales de los individuos; pese a ser determinada por la herencia, puede modificarse considerablemente a base de influencias ambientales, tratamientos médicos, regímenes alimenticios, etcétera”.

      Volviendo al carácter, este es el modo particular de conducirse de una persona, o el comportamiento típico de la misma. El estudio del carácter comenzó desde un punto de vista fisiológico. Heráclito lo identificó con el destino del hombre y Teofrastro, autor de una obra titulada precisamente LOS CARACTERES, distinguía treinta tipos distintos.

      Del carácter se ha ocupado ampliamente la psicología moderna, como tipo psicológico, es decir, como estructura psicológica personal del individuo manifestada en su forma de reaccionar en el ambiente en que vive y en todo su comportamiento. Así, por ej., Jung ha puesto en relación el carácter como disposición fundamental del individuo con el mundo. De él procede la doctrina de la introversión (disposición de quien asume una actitud de defensa frente al mundo, o sea, el tímido) y de la extraversión (posición activa y creadora del hombre que se abre ante el mundo). Para Jung, el carácter es una tendencia constante, primaria e inconsciente del individuo.

      Le Senne añade a este concepto los elementos que, poco a poco, ha ido adquiriendo el individuo por su elección libre e individual.

      Por tanto, el carácter no es ya, en este contexto, algo que sea necesario, sino algo modificable.

      Por su parte, Adler defiende que el carácter es un concepto social y en el que nada hay de innato, sino que todo es adquirido y solamente experimentable a nivel de sociedad.

      Scheler lo definió, a su vez, como el elemento hipotético mediante el cual se explica el comportamiento particular de la persona. Por lo general, en principio, la psicología moderna concibe el carácter como una manifestación objetiva de la personalidad individual en el mundo, es decir, en la sociedad, independientemente de los datos orgánicos de la persona, que constituyen, a lo sumo, el temperamento. Se excluye, en suma, en el carácter, el elemento determinante y necesario, y se admite la libre elección del comportamiento como su manifestación.

       CARACTEROLOGÍA

      Es la parte de la psicología que estudia el carácter y la personalidad. Existió ya dentro del marco de la filosofía y medicina griegas (Aristóteles, Plutarco, Hipócrates), pero su pleno desarrollo es moderno y coincide con el de la psicología experimental. El término fue creado por Wundt. La clasificación de los caracteres puede hacerse desde distintos puntos de vista. Una de las más conocidas es la de Heymans, que distingue ocho tipos según predomine en ellos uno u otro de los siguientes pares de propiedades: emotividad-no emotividad, actividad-inactividad, primariedad (reacción inmediata y pasajera)-secundariedad (repercusión lenta y duradera). Los tipos son los siguientes:

      COLÉRICO: emotivo, activo, primario.

      APASIONADO: emotivo, activo, secundario.

      NERVIOSO: emotivo, inactivo, primario.

      SENTIMENTAL: emotivo, inactivo, secundario.

      SANGUÍNEO: no emotivo, activo, primario.

      FLEMÁTICO: no emotivo, inactivo, primario.

      APÁTICO: no emotivo, inactivo, secundario.

      Estas divisiones, exclusivamente psicológicas, han hallado su complemento en otras en las que se tiene más en cuenta el tipo somático del individuo. Así lo hicieron Kretschmer y Jung.

       INTROVERTIDOS Y EXTROVERTIDOS

      En la década de los treinta, el psicoanalista Carl Jung propuso una tipología de la personalidad fundamentada en “actitudes” congénitas fundamentales: la introversión (la energía dirigida hacia un mundo subjetivo e interior) y la extroversión (la energía dirigida hacia las personas y cosas del mundo exterior). Creía él que uno de esos dos aspectos predominaba en cada individuo. También postuló que en cada persona predomina uno de los cuatro modos de funcionar —pensamiento, sentimiento, sensación e intuición—, cada uno de los cuales puede experimentarse de una forma extra o introvertida.

       CARÁCTER E INTELIGENCIA EMOCIONAL

      Existe una palabra anticuada para designar al conjunto de habilidades que conforman la Inteligencia Emocional: carácter. El carácter, escribe Amitai Etzioni, teórico social de la Universidad de Washington, es “el músculo psicológico que la conducta moral exige”. Y el filósofo John Dewey sostuvo que una educación moral es más efectiva cuando las lecciones se imparten a los niños durante los hechos reales, no sólo como cuestiones abstractas: el modelo de la alfabetización emocional.

      Si el desarrollo del carácter es la base de las sociedades democráticas, consideremos algunas de las maneras en que la Inteligencia Emocional puede apoyar este fundamento. El carácter está sustentado en la autodisciplina; la vida virtuosa, como lo observaran los filósofos, desde Aristóteles, está basada en el autodominio.

      La piedra angular del carácter es la capacidad de motivarse y guiarse uno mismo, ya sea haciendo las tareas, terminando un trabajo, o levantándose a la mañana. Y, como hemos visto, la capacidad de diferir las gratificaciones y de controlar y canalizar la urgencia de actuar es una habilidad emocional básica, lo que en tiempos anteriores se llamaba voluntad. “Necesitamos controlarnos a nosotros mismos, nuestros apetitos, nuestras pasiones, para hacer el bien a otros”, señala Thomas Lickona, al escribir sobre la educación del carácter, “se necesita voluntad para mantener la emoción bajo el control de la razón”.

       LA FORMACIÓN DE UN BUEN CARÁCTER

      “Preocúpese más por su carácter que por su reputación, porque su carácter constituye lo que es usted en realidad, mientras que su reputación sólo es lo que los demás creen que es usted”, dijo John Wooden.

      Respecto a la formación del carácter, dice Arturo Garibaldi Guarino: “Por lo que elegimos o rechazamos vamos procediendo a la modificación de nuestro carácter. Del mundo externo vamos asimilando lo que escogemos”.

      “Nos asemejamos a los insectos, que adoptan el color de las plantas y de las hojas con las