Daniel Cestau Liz

Las claves del éxito


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conviene repetirlo:

      EL DESEO ES EL PRINCIPIO DE TODOS LOS LOGROS HUMANOS.

      El deseo, en realidad, es el combustible de la voluntad.

      Lo que llamamos VOLUNTAD, en ciertos hombres fuertes, no es, con frecuencia, otra cosa que un DESEO INSISTENTE.

      Reparemos en el hecho de que quienes barren los obstáculos y se encaraman sobre toda obstrucción que se les oponga son, precisamente, los hombres que DESEAN ALGO INSISTENTEMENTE. Recordemos el adagio: “uno puede alcanzar todo cuanto desea con sólo desearlo persistentemente”. O en su variante más gráfica: “Si quieres ser obispo, póntelo en la cabeza”.

      Otra verdad indiscutible es que TODOS LOS SERES HUMANOS DESEAMOS.

      Desear es natural. Es lo más fácil del mundo. ¿Cuál es la diferencia, entonces, entre las personas que realizan sus metas y aquellas que no lo hacen?

      Ocurre que una gran cantidad de personas no saben REALMENTE qué desean, son atraídas aquí y allá por distintos objetos de deseo, tienen anhelos diversos, son tironeadas en distintas direcciones.

      Además, puede decirse con propiedad que, más allá de los distintos grados de intensidad del deseo, puede hacerse una clasificación en dos tipos básicos: el deseo activo y el deseo pasivo.

       EL DESEO Y LA ACCIÓN

      El deseo pasivo consiste en anhelar algo y, simplemente, limitarse a esperar. No hay energía para hacer intervenir la voluntad y, por lo tanto, no hay acción.

      Francisco Boezio estableció la analogía del deseo activo con la fuerza del vapor: “El deseo pasivo es semejante al fuego lento, que calienta sólo el agua de la mente un poco menos que hasta el punto de ebullición y que, por lo tanto, no produce vapor. El deseo activo es el fuego vivo que, rápidamente, calienta hasta producir el VAPOR DE LA VOLUNTAD; entonces el vapor se precipita en las válvulas y, en un momento, se ponen en movimiento los émbolos, y empiezan a girar las grandes ruedas de la acción”.

      Ordena toda acción consciente e inconsciente del hombre y de otros seres inferiores a él.

      Quisiéramos imprimir, de manera indeleble, en la mente del lector que el DESEO ES EL REAL PODER MOTOR DE LA MENTE, ES LA ENERGÍA DE LA VOLUNTAD QUE PRODUCE LA ACCIÓN.

      El autor antes citado, desarrolla aún más la relación entre el deseo y la acción:

      “Un hombre puede poseer otras cualidades superiores, puede tener otras dotes de carácter o inteligencia; si el fuego del deseo languidece en él, fracasará en la obtención del fin propuesto. Es preciso desear una cosa hasta el grado máximo antes de desplegar las energías para obtenerla. Los grandes caracteres de la historia, tanto antigua como moderna, los hombres y mujeres que han hecho ALGO, han demostrado un insaciable e insistente deseo por la conclusión u obtención, y el fuego del deseo ardía vivamente en sus almas, y las explosiones en acción eran constantes y poderosas. Hablamos con frecuencia de la fuerza de voluntad de las personas; pero imaginemos por un momento cuán pronto podrían concluir estas voluntades de hierro no siendo movidas por el insistente deseo que está siempre detrás de la fase de acción de la voluntad”.

      Cada lector puede ver esta cuestión por sí mismo; es importante que cada uno procure darle forma en su propia conciencia a la importantísima parte desempeñada por el deseo insistente. Considere cada cual sus propias acciones, pasadas y presentes, y encontrará que toda obra importante que ha llevado a cabo ha sido sólo en aquellos casos en que su deseo era firmemente estimulado y retenido, en aquellas ocasiones en que “deseaba tenazmente”.

      “Corazón débil no conquista dama hermosa”, y el débil deseo tampoco alcanza para nada.

      Desígnese este deseo con otro cualquier nombre: aspiración, ambición, necesidad, ansia, empeño o cosa semejante, y se verá que está siempre presente en todos y cada uno de nuestros actos. ¿Ha convocado alguien sus más enérgicos poderes, excepto ante la urgencia de un fuerte, vivo e insistente deseo? Creemos que no. No hay vapor sin fuego, no hay acción importante sin un deseo intenso e insistente. No es de sorprenderse, pues, que muchos psicólogos digan que el deseo es el umbral de la voluntad.

      Pero vivir sólo en el mundo de los deseos es vivir en un mundo intermedio que, de por sí, no puede precipitar nada. Es preciso que la persona, toda entera, se pronuncie respecto al deseo. Y la persona toda entera es la mente, la afectividad y la voluntad.

      El deseo, sin intensidad y duración, es necesariamente pasivo o, expresado de otro modo: EL INTERÉS (O DESEO) ES LA MEDIDA DE LA ACCIÓN.

      “A MENOS QUE UNO NECESITE UNA COSA POR ENCIMA DE TODO, Y DÉ A ESTE DESEO LA FORMA DE UNA ENÉRGICA FUERZA IMPELENTE, NO PODRÁ CONTAR CON UNA VOLUNTAD QUE LE LLEVE A LA OBTENCIÓN DE LO DESEADO. NO BASTA CON DESEAR HACER UNA COSA, SINO QUE ES PRECISO DESEARLA A TODO TRANCE. ES PRECISO DESEARLA COMO DESEA PAN EL HAMBRIENTO; COMO DESEA AIRE EL QUE SE ASFIXIA. Y SI UNO DESPIERTA EN SÍ MISMO UN VIVO, ARDIENTE E INSACIABLE DESEO, LA VOLUNTAD PONDRÁ EN ACCIÓN UNA DE LAS MÁS POTENTES FUERZAS MENTALES DE LA NATURALEZA”.

       “EL AZAR SUELE FAVORECER CASI SIEMPRE A LAS PERSONAS QUE DESEAN ALGO CON TODAS SUS FUERZAS”.

      Honorato de Balzac

       EL DESEO Y NUESTRAS CAPACIDADES

      Jean Baptiste Lacordaire, uno de los más grandes oradores franceses del siglo pasado, habló del deseo en estos términos:

      “QUIERO ES LA PALABRA MÁS RARA DEL MUNDO, AUNQUE LA MÁS USADA. EL QUE LLEGA A ENCONTRAR EL TERRIBLE SECRETO DEL QUERER, AUNQUE HOY SEA POBRE Y EL ÚLTIMO, PRONTO AVENTAJARÁ A LOS DEMÁS”.

      Si el deseo racional, sensato, no estuviera ligado a nuestras capacidades, no sería de tanta importancia cultivarlo.

      Pero son muchos los autores que destacaron el vínculo entre el deseo y capacidad.

      Prentice Mulford, señaló, por ejemplo:

      “Desear hacer una cosa es prueba de que se posee la capacidad para hacerla”.

      Y nada menos que el célebre escritor alemán Wolfgang Goethe, se expresó así:

      “Nuestros deseos son presentimientos de las facultades que están dentro de nosotros, indicios de aquello que seremos capaces de realizar. Lo que podemos y lo que deseamos, se presenta ante nuestra imaginación como algo futuro y que está fuera de nosotros; anhelamos lo que ya poseemos en secreto. Una apasionada anticipación trastoca, así, lo materialmente posible en una realidad soñada”.

      Orison Swett Marden, dejó escrito, por su parte: “Nuestras facultades se vigorizarán en proporción a la intensidad de nuestros pensamientos y anhelos”.

       CÓMO CREAR, CONSERVAR Y ESTIMULAR EL DESEO

      1) EN PRIMER LUGAR, ES ALGO TAN ELEMENTAL, QUE PARA ELLO NO HAY REGLAS NI CONSEJOS: HAY QUE SABER QUÉ SE QUIERE, Y QUERERLO DE VERDAD.

      Sin conocimiento de una cosa, no puede haber deseo. El conocimiento da origen al deseo, y el deseo señala un camino para la voluntad.

      HAY QUE DESEAR LAS COSAS COMO SE DESEAN LOS ALIMENTOS COTIDIANOS, ES DECIR, “CON VERDADERA NECESIDAD”.

      “El deseo es una necesidad de naturaleza mental. El deseo mental atrae lo que ama; y amar es desear, por eso en ninguna lengua como la española se expresa en una sola palabra como es QUERER, toda la complejidad de sentimientos que envuelven el concepto. Lo que es amado es deseado”.

       2) PARA QUE SE CONVIERTAN EN ACCIÓN COHERENTE, LOS DESEOS HAN DE SER POCOS, Y NO CONTRADICTORIOS ENTRE SÍ.

      “El hombre con pocos y potentes deseos tiene mayores posibilidades de lograr la felicidad en la vida que el impulsado por