Arturo Villavicencio

Neoliberalizando la naturaleza


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de dos enfoques disciplinarios: la economía ambiental y una interpretación particular de las ciencias de los ecosistemas. El primero asume una visión de la naturaleza como proveedora de servicios transables en los mercados y que son indispensables para el funcionamiento de los sistemas sociales y económicos. El segundo, concibe los ecosistemas como un conjunto de flujos y stocks, reducibles a unidades diferenciadas y estandarizadas. El capítulo concluye con una corta reflexión sobre el floreciente negocio que se ha montado alrededor de la identificación, definición y cuantificación de los servicios ambientales. Se sostiene aquí que, a través de la financiación de proyectos de conservación, agencias mul­tilaterales, bilaterales y ONG transnacionales imponen una agen­da ambiental que no siempre coincide con los intereses de los países receptores de la «cooperación internacional».

      El capítulo III analiza las modalidades y mecanismos a través de los cuales la naturaleza es sometida a un proceso de mercantilización. La exposición empieza con un resumen de tres estudios de caso sobre la implementación del pago por servicios ambientales en el Ecuador. Los casos analizados ilustran tres modalidades de gobernanza ambiental en las que diferentes actores (gobierno, instituciones locales, ONG y empresas extranjeras) establecen acuerdos para el control y manejo de ecosistemas locales. La discusión sobre el tema cuestiona el discurso convencional y muestra que la venta de servicios no conduce a aliviar los niveles de pobreza de las poblaciones beneficiarias de los pagos; que el reconocimiento monetario está lejos de compensar los costos de oportunidad de usos alternativos del suelo y que los incentivos financieros no son distribuidos equitativamente, erosionando en muchos casos el sentido de comunidad. La discusión sobre estos casos es concluyente: los pagos ambientales convierten a los campesinos y comunidades en sujetos de dependencia económica de una renta incierta como inciertos y cuestionables son los logros de los objetivos de protección ambiental.

      El examen de los casos mencionados resulta también de interés porque ellos muestran tres modalidades de gobernanza ambiental que son discutidas en el capítulo. A pesar de las especificidades de cada caso, el análisis identifica características comunes a todos ellos: i) en lugar de fortalecer o devolver el control de los recursos a los pueblos locales, se crean condiciones para un aumento del control por parte de agentes externos a través de estructuras descentralizadas en las que por diversas razones estos mantienen una posición predominante; ii) la incorporación de los recursos naturales en estructuras de mercado altera los valores y significados locales afectando las dinámicas sociales y culturales dentro de las comunidades; y, por último, iii) estas nuevas modalidades de gobernanza pueden acelerar en lugar de detener la degradación ambiental.

      La discusión sobre los servicios ambientales necesariamente conduce a la pregunta: ¿en qué medida los servicios ambientales son susceptibles de una gestión económica? En otras palabras, esta pregunta se reduce a cuestionar la posibilidad de definir las funciones y servicios ambientales como mercancías en un sentido estrictamente económico; es decir, como unidades claramente delimitadas, que mantengan una unidad consistente a lo largo del tiempo y el espacio y no sean sujetas a controversias entre los agentes económicos que intervienen en el mercado. Este tema, abordado a continuación en el capítulo, centra el análisis alrededor de tres problemas que confronta la mercantilización de la naturaleza: delimitación, conmensurabilidad y equivalencia de los bienes y servicios ambientales. El análisis muestra que la definición de las funciones y servicios ambientales como unidades discretas y estandarizadas condu­ce a una peligrosa descontextualización de la naturaleza. En efecto, la conmensurabilidad de las funciones y servicios ambientales es posible únicamente a niveles de abstracción que pueden tener sentido económico, pero carecen de significado real al ser dislocados de la materialidad de su geografía local. Más aún, la equivalencia ecológica, una condición fundamental para la mitigación compensatoria y funcionamiento de mercado, crea la ilusión de que la degradación ambiental causada por el crecimiento económico puede ser compensada por acciones de reparación sin afectar la integridad y resiliencia de los ecosistemas.

      El capítulo concluye con la preocupante constatación que el proyecto de neoliberalización de la naturaleza ha reducido un problema esencialmente social y ecológico a un problema exclusivamente económico, confinándolo en una retórica utilitaria y de preferencias individuales. Pero más preocupante aún es la tendencia hacia un proceso de colonización del conocimiento científico por las exigencias del capital de producir información «objetiva», funcional y práctica para el funcionamiento de los mercados. Como se discute en la sección final del capítulo, esta exigencia está llevando a una peligrosa articulación ciencia-capital-Estado que está forzando a la peligrosa aparición de una producción científicamente incoherente al tratar de hacerla coherente en el sentido económico. Esto nos muestra que en el proceso de neoliberalización, la ciencia es vista como un simple recurso para ampliar la capacidad de grupos de la sociedad de regatear, negociar y transigir para fortalecer sus intereses, posición y prestigio. El tema exige una seria reflexión académica por la sencilla razón que la universidad, en cierta manera, está involucrada en este proceso.

      La visión de la naturaleza como un capital, como un stock que genera flujos y servicios que pueden ser monetizados y convertidos en mercancías para su comercialización, ha colocado la valoración de la naturaleza en el centro de atención del proyecto neoliberal. La asignación de valores monetarios a la naturaleza es un tema de aguda controversia, polarizada alrededor de dos visiones irreconciliables: por un lado, la convicción de preservar la naturaleza por razones éticas, estéticas y espirituales, es decir, por su valor intrínseco, y por otro, aquella perspectiva según la cual la naturaleza tiene un valor instrumental antes que un valor intrínseco. Una discusión sobre la primera posición (compartida por el autor del presente trabajo) cae fuera de la temática planteada en este estudio. La segunda es discutida en el capítulo IV. El capítulo empieza con una referencia a diversos estudios sobre la valoración de ecosistemas de la región amazónica y de las Islas Galápagos. El interés de esta exposición es doble: por una parte, alertar a los lectores sobre el hecho de que los ecosistemas nacionales no son ajenos a la onda neoliberal de mercantilización y comercialización de la naturaleza; y, por otra, mostrar que la «urgencia» o «necesidad» de producir números conduce a prácticas un tanto alejadas de normas elementales de rigurosidad científica. El argumento sostenido aquí es claro: se trata de valoraciones desprovistas de significado, una fabricación de cifras que resultan en fachadas numéricas con apariencia de información real que carece de sentido ya que simplemente no está relacionada con ninguna medición genuina. Estas simplificaciones disfrazadas bajo un ropaje de cientificidad pueden ser vistas, aunque no lo justifica, como una respuesta «pragmática» a los problemas de conmen­surabilidad y equivalencia referidos anteriormente.

      La economía ambiental propone varios métodos de valoración de la naturaleza, entre los cuales dos ameritan especial atención y son objeto de discusión en el capítulo IV: la valoración contingente y los métodos multicriteriales. El primero tiene por objetivo dilucidar, mediante técnicas muy cuestionadas, las preferencias de las personas y determinar lo que ellas estarían dispuestas a pagar por obtener o conservar un servicio ambiental o su disposición a aceptar una compensación por la pérdida de un servicio. El enfoque multicriterial integra en un marco de análisis, además de criterios económicos, dimensiones de carácter social, político, cultural y ambiental que, en definitiva, son reducidas a una métrica común. Se cuestiona en el presente trabajo el uso de herramientas, por más «sofisticadas» que parezcan, para analizar problemas que van más allá de los estrechos márgenes axiomáticos en el que se fundamentan estas herramientas. El tema sobre los métodos de valoración ambiental se cierra con una breve exposición sobre el enfoque de la ciencia post-normal, un marco conceptual que trasciende las viejas dicotomías entre hechos y valores, entre conocimiento e ignorancia, certeza e incertidumbre, para dar paso a un nuevo enfoque fundamentado en hipótesis de in­cer­tidumbre, control parcial y pluralidad de legítimas perspectivas.

      En el marco conceptual delineado en los capítulos anteriores, el capítulo V presenta una relectura de la Iniciativa Yasuní-ITT. Se argumenta en esta sección que la iniciativa tempranamente fue derivando hacia un esquema de protección de la naturaleza en cierto sentido alineado con los planteamientos y mecanismos de una conservación de tipo neoliberal. Se discute cómo alrededor de la propuesta fue configurándose peligrosamente un discurso sobre una visión