Alberto Caselles Ríos

Cómo superar el trastorno bipolar


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en los cajones de mi sufrimiento, este libro muestra lo que encontré en ellos. Como es lógico, no pretendo que los malos hábitos propuestos representen todas las realidades de quienes sufren el trastorno bipolar. Sería una ingenuidad por mi parte pensar que este libro contiene soluciones mágicas porque la realidad humana es inabarcable. Tan ingenuo como buscar la estabilidad partiendo exclusivamente del conocimiento médico, insuficiente y con grandes limitaciones. A pesar de aquellas que nuestra genética nos impone desde nuestro nacimiento, no se pueden olvidar la infinidad de ambientes en que se puede desarrollar la propia vida. Recientes investigaciones prueban la permeabilidad de nuestra propia biología al entorno. Cambiamos por fuera y por dentro día tras día y año tras año. No sólo nuestro rostro, también nuestro cerebro está sujeto a cambios más o menos llamativos. Aunque no haya podido ver en el espejo el mío, cualquier parecido de mi actual cerebro con el que gobernaba mi vida hace ya diez años debe ser pura coincidencia. La neurociencia afirma que experiencias individuales distintas suponen cerebros distintos. La vida nos marca con la huella de nuestros propios pasos, encuentros e intercambios.

      Revisar mi historia ha supuesto un trabajo constante de reflexión sobre mi pasado, apoyado en la lectura de centenares de libros que ayudan a comprender unas veces, y desvelan enigmas muchas otras, una actividad que se ha convertido fortuitamente en una verdadera pasión. Las vivencias compartidas con muchas otras personas diagnosticadas con trastorno bipolar me han permitido encontrar múltiples reflejos entre vidas aparentemente muy diferentes, con similitudes entre ellas muchas veces asombrosas. Mi segunda pasión, la escritura, me ha permitido recomponer un puzzle aparentemente imposible, en el que todas las piezas se empeñaban en representar un inmenso cuadro dominado por el fracaso y la decepción. El fracaso en la búsqueda del bienestar, y la decepción de una vida sin sabor o con un intenso sabor amargo. Hoy es el día en el que el mismo puzzle si no está completo, tampoco parece faltarle ninguna pieza que impida reflejar una imagen armónica y serena.

      Las conclusiones que iré detallando en los próximos capítulos, fueron sedimentando una vez que logré conquistar la estabilidad y pude recuperar el bienestar psicológico tanto tiempo ausente en mi vida. Algunas surgieron como auténticos fogonazos de aquello que permanecía dormido en la conciencia y oculto en algún rincón de la caja de mis recuerdos. Otras, aparecieron en conexiones invisibles establecidas a partir de la lectura de grandes autores del campo de la filosofía, la psicología, la psiquiatría, o las neurociencias. Reflexiones sobre mi trayectoria vital y los libros que enseñan, me ayudaron a dejar atrás una vida jalonada de circunstancias emocionalmente muy difíciles y, en otros casos, de situaciones límite. Las últimas, recordadas con la perspectiva del tiempo, contenían muchas de las llaves que han permitido abrir la puerta a mi recuperación.

      La búsqueda de rasgos comunes en las experiencias compartidas con personas diagnosticadas con trastorno bipolar, y el descubrimiento de algunos de estos posibles rasgos, han sido el motivo principal de esta iniciativa personal dirigida especialmente a personas diagnosticadas, familiares y profesionales de la salud interesados en la salud y no en la enfermedad. Verme reflejado en la experiencia personal de muchas personas diagnosticadas con trastorno bipolar, ha sido uno de los motivos principales que me impulsaron a escribir este libro, una aproximación personal a un grave problema de salud que me gustaría compartir desde una perspectiva humana. Abordar el sufrimiento humano desde una perspectiva profesional es una posibilidad. En cualquier caso, no tiene porqué ser única, y muchas veces, lamentablemente no es la mejor. La vida humana excede a toda disciplina y la mirada interior, asistida por un buen psicólogo o ejercida de forma individual, puede ayudar a allanar el camino o despejar dudas respecto al significado escondido bajo el sufrimiento emocional.

      El descubrimiento de los malos hábitos que aquí se relacionan e influyeron en el padecimiento de mis síntomas no fue un proceso forzado sino natural. Reflexionar sobre mi mundo emocional durante cinco años se convirtió en una obligación para encontrar el camino de la recuperación y el bienestar psicológico. La convicción de que habría causas objetivas para explicar mi sufrimiento, más allá de la vulnerabilidad de mi propia biología, mantuvo mi atención focalizada en las posibles relaciones causa-efecto entre mis hábitos y estilos de pensamiento y las respuestas emocionales que derivaron de los primeros. Las conclusiones que pretendo divulgar con esta iniciativa han sido el primer eslabón de la cadena de reflexiones que tienen una continuación en un próximo libro. Mi único deseo es que la lectura de éste sea simplemente una invitación a que te hagas preguntas que quizás nunca antes te habías planteado.

      Un diálogo constructivo es aquel diálogo abierto que uno sabe cómo empieza pero nunca sabe cómo termina. Considera este libro simplemente como un diálogo que mantuve conmigo y me sirvió para situarme en una posición privilegiada teniendo en cuenta los estragos que el trastorno bipolar suele causar en la vida de las personas diagnosticadas. Habitualmente este diálogo llevado a buen puerto termina en la satisfacción de las necesidades personales más genuinas, en las que uno prescinde por completo de la inercia vital irreflexiva y despliega una individualidad difícil de reclamar hoy en día. Tu genoma y tu huella dactilar te convierten en una persona singular. Reivindica tu diferencia, sea cual sea, porque tu salud puede depender de ello.

      El diálogo entre dos siempre es conducido por el interés compartido. Este libro inicia un diálogo contigo y supone una invitación a que reflexiones sobre tu vida. A su vez, se trata únicamente de un punto de partida y mi intención es que te conduzca a vislumbrar los primeros destellos de bienestar o a consolidar tu estabilidad. Me daría por satisfecho si lo aceptas como tal y su lectura simplemente te invita a reflexionar. Si cualquiera de los capítulos ilumina, aunque sea levemente, tu conciencia, la continuación de este libro, en cierta manera, será tu propia vida.

      “El camino de la vida discurre a través de un proceso que permite la continua emergencia de nuevos hallazgos, pone de manifiesto lo oculto y vuelve accesible y claro lo que antes era oscuro”

      John Welwood

AUTOBIOGRAFÍA

      Un pasado lejano

      “Lo has intentado dando lo mejor de ti y has fallado miserablemente. La lección es: no lo intentes”

       Homer Simpson 1

      El único motivo por el que he utilizado mis recuerdos como introducción de este libro es por su carácter personal. La vida de una persona marcada por el sufrimiento en todas sus formas que se vio obligado a bucear en los porqués con el fin de comprender su propia historia.

      Para poder entender lo que fue mi vida durante los años de mayor sufrimiento emocional, es necesario conocer antes, quién soy y cómo soy, y cómo sufrí y por qué sufrí. Aunque la historia que voy a contarte te resultará, posiblemente, ajena a tus problemas, quizás pueda servirte para entender mejor la segunda parte del libro centrada en los malos hábitos que cultivé durante los años de mayor sufrimiento emocional.

      Tímido de nacimiento y observador de mi entorno desde mi infancia, alguien podría haber llegado a pensar que no era más que un niño de cartón-piedra. En más de una ocasión me he imaginado como un niño carne de psicólogo. Aunque, para mi desgracia, también podía haber pasado desapercibido porque los psicólogos suelen tratar a niños con problemas más evidentes.

      El fracaso escolar, la dificultad para prestar atención o la agresividad son algunos de los filtros de la sociedad de hoy. Sin embargo, yo era un niño obediente y sin ningún problema aparente en el colegio. El rendimiento escolar es, y ha sido siempre, una prioridad. Afortunadamente o desafortunadamente, mi problema estaba muy alejado de unas malas calificaciones. A los ojos de algunas madres, todavía hoy en día, podría haber sido considerado un niño modelo. Bajo mi punto de vista de adulto, un niño que vivía en su mundo apartado del mundo. Un niño que quería comprender viendo y escuchando, con una actitud tan pasiva como la de un espectador en el cine.

      Ya de adolescente aprendí a mejorar mi sociabilidad, sin abandonar la insana costumbre de vivir hacia dentro tan arraigada en mi y tan poco recomendable para mantener el piso de arriba ordenado y bien ventilado. Muchas veces me pregunto porqué he tardado tanto en aprender ciertas cosas, y, a la vez, me alegro por haberlas aprendido todavía a tiempo.

      En