Antonio Gallo Armosino S J

El Acontecer. Metafísica


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hasta la diferencia. La pluralidad diferencial de los entes, ¿es un fenómeno relativamente superficial? Es evidente que a través de la pluralidad del color, de la figura, del peso y de la sensación, se encarna la vida diferente, la inteligencia diferente, la historia diferente, en la misma experiencia. Estas reflexiones nos permiten ordenar visiblemente una especie de jerarquía de los entes existentes. Los de niveles más elevados son los que denotan las máximas diferencias. Estas distribuyen su energía existencial a los órdenes de entidades inferiores, en un proceso de degradación óntica hasta los niveles ínfimos. Es una empresa relativamente sencilla la de ordenar los niveles de existencias desde los máximos hasta los inferiores. La comparación se funda en la evaluación de las actividades existenciales. Se habla de una pluralidad «diferenciada», de entes existenciales reales, experimentales, cósicos y cósmicos.

      2.1.1 Degradación de seres

      El primer nivel de las existencias es seguramente el del hombre (concreto, sensible, inteligente), cuya diferencia lo separa de todos los demás entes cósmicos. Ahora, la existencia del hombre es inherente a su capacidad de actuar: en lo físico y en lo mental. Y la diferencia se funda en el ser, su ser particular. La diferencia del fenómeno posee el sentido que le confiere su ser. Es una diferencia particular de cada individuo humano, que denota una capacidad de actuar de conformidad con su propio ser particular. Consecuentemente hay que reconocer que la diferencia, y, por tanto su existencia, se funda en el ser particular del hombre.

      Entonces, la «diferencia», como fenómeno, se intuye con los sentidos de un modo directamente sensible; mientras el ser, en cuanto significado del ente y de su existencia, se intuye intelectualmente, con la mente. En tal situación, el ser del ente y de su existencia es también una entidad singular, y por tanto, limitado al ente que existe. Ahora vemos, en la misma experiencia, que los individuos humanos, particulares y separados unos de otros, son también ‘seres únicos’ e irrepetibles, por cuanto multiplicados y plurales. Esta es la evidencia que nos da la experiencia a este nivel elevado del ser: es particular y es intelectual en cada ente humano.

      Al proceder hacia niveles inferiores, entramos a la región de la vida menos diferenciada. Entre lo vegetal, la diferencia particular es menor, y la calidad del ser es también más limitada. Hay individuos particulares, como la diferencia, por ejemplo, entre una rosa y otra, de una semilla a otra, de una fruta a otra, de un árbol a otro, de un virus a otro, pero no tan grande como la que hay entre un niño y otro niño, entre un hombre y otro hombre. Como disminuye la diferencia de su existir, también se limita su capacidad de acción y el alcance de su ser particular.

      Al llegar a niveles más bajos, ya no hay vida, pero hay estructuras físicas racionalmente organizadas. Su libertad de acción es menor todavía, y su capacidad de diferenciación también. Entonces el ser, en quien se fundan estas existencias (los metales, los cristales, las estructuras moleculares y atómicas) es también un ser más limitado, a pesar de que se sigue intuyendo intelectualmente; es particular y múltiple en cada ente, en el cual se encuentre y exista.

      Al descender a niveles subatómicos, la capacidad de diferenciación tiende a desaparecer y anularse y, consecuentemente, la virtualidad comprobable del ser correspondiente. Es como decir que el ser de tal ente tiende a cero; se llega a niveles impensables. Se debería encontrar la unidad absoluta y global, pero «con cero de ser» y carente de existir. Como se ha visto anteriormente, se llegaría a un no ser y no ente: nada sensible y nada inteligible.

      Una simplificación puede ayudar a visualizar el proceso a partir de los entes superiores, diferenciados, existentes, con su respectivo «ser»:

      1 Singulares, personas, inteligencias diferentes, historias diferentes; individuos particulares separados: «seres conscientes únicos».

      2 Procesos de la vida, entes animales, organizaciones celulares, inteligentes; individuos menos diferenciados: «seres psíquicos».

      3 Estructuras vivientes vegetales, elementos sensibles; no particulares, genéricos: «seres biológicos».

      4 Organizaciones estructuradas, minerales, cristales, materiales; entes no individuales, no vivientes: «seres diferenciados».

      5 Organizaciones subatómicas indeterminadas; entidades sin existencia definida, tendiente a «cero ser».

      Un análisis atento de las diversas unidades de ser diferenciadas (entes, cosas, fenómenos, hechos) descubre que la diferencia no se limita al color, la forma, el peso, el lugar, el tiempo, la estructura, sino que alcanza «cualidades esenciales»: este niño emotivo, pensante, hablante, lógico. Este niño es un ente de altas prestaciones, inconfundible: no árbol, no animal, sino humano, persona, individuo, completo, consciente (¡un ser único!). Como ejemplo, es fácilmente multiplicable hasta el infinito, forma serie sin perder su unicidad. La secuencia de seres únicos, reales y existentes, conduce al investigador hacia la «pluralidad ontológica existente». En los niveles donde dejan de ser únicos, serían múltiples, particulares, hasta el más bajo, el pretendido «indeterminado» de la simple materia, que según se ha visto: como pura materia, es inexistente.

      La multiplicidad óntica existente asume la materialidad en la pluralidad y la hace existir en plural. Una «nada material» única, no existe; pero una «nada estructurada», por la «diferencia», ya es plural. El ser materia, pura energía, no físico, no ser, no es real, porque no existe, no posee cualidades (ni una), solo existe en composición, en un ente real. Es real de la realidad de un ente físico plural, cosa. Entonces, la virtualidad del ser no es un producto de la unidad, sino de la multiplicidad, y en concreto, de una «diferencia». La diferencia le da al ser, el existir y la pluralidad al mismo tiempo. Si a este ser material se le eliminan las últimas diferencias, se vuelve un vacío sin nada = un no ser, inexistente, irreal. Unidad sin ser es puro concepto metafísico (no físico). La idea de una «del ser» nace de la nada, en el vacío, lo cual no deja de ser contradictorio (un ser que no es sí mismo).

      En resumen:

      El fenómeno es la diferencia existente del ente (cosa).

      El ente (limitado plural) existe por la diferencia del fenómeno.

      El ente «existe» por su ser particular.

      El ser determina el existir particular del ente, plural, multívoco.

      El ser del ente es a posteriori por la diferencia.

      La esencia es la especificación del ser de un ente.

      El concepto de un ente es síntesis a priori. La síntesis es intencionalidad.

      El conocimiento de un ser es a posteriori.

      La perfecta unidad y unicidad del ser solo se lograría con el vacío total de su contenido (vacío de diferencia).

      No se puede pretender que un ser físico se convierta en un ser metafísico, por la eliminación de la «diferencia». Al vaciarlo de «diferencia», se convertiría en puro concepto, único, pero categorial.

      Ante esta realidad de reflejo, la conciencia del fenomenólogo, si es racional, no puede aceptar la contradicción. Deberá abandonar la suposición de una unidad del ser o verlo solo como una idea. La idea sola no implica el existir (a menos que quiera entregar esta idea a la mente de un ser absoluto, una mente absoluta, alejada de nuestro existir experimental; en este caso, la mente de Dios). Al contrario, el nivel de diferencia crece en la multiplicidad existente. Las experiencias ideales, múltiples, existentes idealmente, se extienden de manera positiva en su esfera superior limitada; y tienden hacia un sistema de pluralidades ideales, definido, pero superior, y más allá de una comprensión que agote su posibilidad.

      3. Tercera Parte. Ontología individualizada

      Concentremos la atención en el segundo ejemplo indicado: la experiencia de un niño. El niño no es el pájaro de la ventana, su experiencia no es la de una entidad volátil, pero aparece en la misma experiencia, más allá de la ventana en el patio. El niño juega, se expresa con el lenguaje, lanza gritos y signos de entusiasmo o de decepción,