Antonio Gallo Armosino S J

El Acontecer. Metafísica


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de analogía del uso corriente, y las correctas aplicaciones del término en cada caso. Si pienso en el ser general análogo, aplicable a diversas categorías de existentes, o a la «totalidad» en su conjunto, me encuentro en el orden ideal; si al contrario quiero darle el sentido material de la multiplicidad, en su existencia concreta, me sitúo en el orden real.

Figura 22 Figura 22

      Pero el yo se sintoniza también con todos los casos intermedios a los cuales se refiere un pensamiento y, a la vez, a la experiencia real como a la ideal, con la doble visión que le es propia. De este modo, el yo convive con las experiencias particulares de las dos esferas y constituye los respectivos conceptos individuales en ambos casos. Y además, la generalización de los dos, crea sus propias categorías universales. De este modo podemos hablar de un ser general que abarque todas las cosas (del mundo y de fuera del mundo) en lo real y lo ideal, y de varias clases de seres, según los géneros y las especies que se nos ocurra catalogar. Recorremos así toda la gama de seres, reales, irreales, posibles y hasta imposibles, sin olvidar que nuestra capacidad por estructurar conceptos no tiene límite, aunque estos no posean un contenido inteligible. Esto es lo increíble de nuestro potencial mental: formarse ideas de las cosas en su unicidad particular y generalizar este concepto hacia casos análogos, sean reales o irreales; y además, la posibilidad de elaborar ideas no solo de cosas inexistentes, sino de cosas imposibles y contradictorias, es decir, impensables. Por ejemplo, la facilidad con que podemos pensar que 3+2= 7, aunque esta fórmula no tenga sentido, que «p» puede ser «- p», o que un círculo puede ser triangular. Sabemos que son conceptos que no corresponden a ningún contenido, sin embargo, tenemos la idea clara y precisa de ellos. Aceptarlos no nos crea problemas ni lógicos ni psicológicos. A veces los confundimos con ideas meramente confusas, pero que se aclaran con una reflexión adecuada.

      13. 1 Véase Enciclopedia de la ciencia filosófica (1990, p. 15).

      14. 2 Véase La monadología (1981, p. 46).

      15. 3 Véase Ética demostrada según el orden matemático (Ethica ordine geometrico demonstrata) (1987, p. 88).

      16. 4 Véase Tractatus Logico Philosopicus (1933, p. 23).

      17. 5 Véase Thus spoke Zarathustra (1983, p. 33).

      18. 6 Véase La esencia del nihilismo (1991, p. 84).

      CAPÍTULO 3

U N NUEVO CAMINO AL SER

      CAPÍTULO 3

      UN NUEVO CAMINO AL SER

      1. La experiencia de la escala de los seres

      1.1 La pregunta sobre el ser pertenece a la esfera ideal

      Es general y abstracta; mientras, el ser real es individualizado y concreto: está en el mundo de la naturaleza. Al preguntar sobre un ser particular de la naturaleza, me sitúo en un vacío que debe ser llenado y delimitado. La fenomenología, desde la intuición inmediata, puede averiguar acerca del contexto donde se sitúa mi pregunta. La pregunta no cae sobre el ser particular, que no veo, sino sobre una constelación de seres.

      Al preguntarme: «¿qué hora es?», o bien, «¿dónde estoy?», Merleau-Ponty en Lo visible y lo invisible (1968) dice: «Lo visible y lo invisible, que estoy entre una serie de objetos que existen en el tiempo y en el espacio. Solo me falta determinar en qué punto de este espacio o de este tiempo nos encontramos» (p. 35). La pregunta significa una ausencia, algo que deberíamos saber y no sabemos, como un agujero dentro de un tejido, el contexto en el cual se mueve la experiencia. La fenomenología no toma este contexto como un dato, sino que «se vuelve hacia él, para indagar el origen y el sentido de las preguntas y respuestas».

      La pregunta: ¿qué hora es? se refiere al conjunto de tiempo, en el cual se sitúa mi pregunta: un momento del tiempo que corre en la era cristiana (en el siglo, el año, el mes, el día).

Figura 23 Figura 23

      El ser por el cual pregunto está en la mente como idea, como universal, pero se refiere a su fundamento experimental, y allí solo se encuentra como particular, concreto y poco definido. Sin embargo, no se puede afirmar la realidad de un ser si no se reporta al origen individual y concreto. No se trata de una aporía, sino de una polaridad que enlaza el ser ideal con el ser real, en su evidente oposición. Digo: «¡Este es un libro!» (dos términos: uno, ideal y general; otro, particular y experimental). No puede hablarse de un ser general, sin referirse a una constelación de seres.

      Se empieza, entonces, con creer en «algo» de lo que se pregunta para saber qué es realmente. La pregunta nace al decidir sobre la experiencia. Esto es lo primero: este espacio, este tiempo, este movimiento, este mundo que creemos ver o sentir; todo lo que la filosofía del siglo XVIII ha tratado de eliminar y que el positivismo lógico omite. Estas creencias primitivas e indefinidas han sido destruidas:

      La destrucción de las creencias, el asesinato simbólico de los demás, la interrupción de la visión y la suspensión de lo visible, el pensamiento y del ser no nos instalan en lo negativo, como se pretende. Una vez retirado todo esto, nos instalamos en lo que queda: sensaciones, opiniones, y no se puede decir que lo que queda sea nada, ni que sea distinto de lo que hemos suprimido (loc. cit., p. 136).

      Es precisamente esta negación radical la que nos obliga a instalarnos en esta situación originaria para conocer la variedad de seres, que resisten a toda eliminación.

      De hecho, la pregunta intenta ponerse al abrigo de todo ser. Entonces quedan solamente ciertos seres como sensaciones, representaciones, pensamientos, conciencia. Sin embargo, estos mismos, si se extrema el radicalismo, conducen a enfocar lo que rige estas diferentes ramas, como el eje central de una rosa de vientos, su conexión con el ser. Un horizonte no eliminable, una iniciación previa, al cual hay que volver para ver el mundo y el ser, aunque se pongan entre comillas, como se hace con lo que dicen los demás y dejar que este hable. No podemos pensar en un ser como si fuera un individuo compacto, sino solamente verlo como un reflejo que se da en nuestros pensamientos: «Ya que son pensamientos de algo, y en sí mismos son algo también, un ser por lo tanto que es sentido, y sentido de sentido» (ibid., p. 137).

      1.2 Este es el primer grado de la escala de los seres

      Lo que no se puede eliminar de la creencia inmediata de lo que es. La esencia de lo que se da en las dimensiones del mundo y en la presencia de los otros. Cuando encuentro el mundo actual, tal cual es bajo mis manos ante mis ojos o junto al cuerpo, lo que encuentro es mucho más que un objeto: un ser del que hace parte mi visión, una visibilidad más antigua que mis operaciones o mis actos: «Lo visible que yo veo, aunque no sea el Himeto o los plátanos de Delfos, y de la fuente Castalia, es numéricamente el mismo que veían y de que hablaban, Platón y Aristóteles» (ibid., p. 156).

      1.3 La experiencia es acto

      O si se quiere, es una «secuencia de actos» en la que siempre, junto al ser, se descubre un yo y otro… La escala de seres viene a establecerse como escala de los actos en los que los seres particulares se efectúan y se sustantivan. Los atributos que determinan o especifican