Antonio Gallo Armosino S J

El Acontecer. Metafísica


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Interpretaciones del «qué»

      Los filósofos que han reflexionado sobre el «qué» han dado diversas formulaciones de su intelección del contenido de la respuesta. El «qué» no es todavía el «es»:

       «Qué» = devenir. Átomos en movimiento: Heráclito, Demócrito, Lucrecio, Marx (devenir de la materia); Hegel (devenir de la idea); (devenir del ente compuesto); Whitehead (proceso).

       «Qué» = unidad, entidad, estable, inmutable. Parménides, Empédocles (amor y discordia).

       «Qué» = idea. Platón (Obras completas, 2011, p. 34); san Agustín (Confesiones, 2010, p. 15) y Baruch Spinoza (Ética demostrada según el orden geométrico, 1987, p. 56).

       «Qué» = razón. Humanistas, Descartes (Discurso del método, 1981, p. 32); Leibnitz (La monadología, 1981, p. 57) y Kant (Crítica de la razón pura, 2010, p. 34).

       «Qué» = dado y dante. Husserl (Ideas II, 1962, p. 21).

       «Qué» = signo visible. Merleau-Ponty (Lo visible y lo invisible, 1968, p. 68).

       •«Qué» = cosa y misterio. Marcel (Être et avoir, 1968, p. 87) y Teilhard de Chardin (El fenómeno humano, 1959, p. 22).

       «Qué» = finitud, riesgo. Sartre (La náusea, 1957, p. 44); y Camus (El extranjero, 2010, p. 35).

       «Qué» = lo real. Zubiri (Inteligencia sintiente, 1983).

       «Qué» = lenguaje. Russell (Lógica y conocimiento, 1912, p. 56); Wittgenstein (Tractatus logico-philosophicus, 1933, p. 12) y Carnap (The logical structure of the world, 1967, p. 54).

       «Qué» = interpretación. Derrida (Dissemination, 1981, p. 34); Lacan (Écrits, 2001, p. 50) y Barthes (Mitologías, 2009, p. 55).

       «Qué» = orden numérico. Pitágoras (en Hernández, D., Vida, 2011, p. 76) y Badiou (Condiciones, 2003, p. 67).

      El «qué» categoriza, señala únicamente el contenido del acto, independientemente de su existencia; se interesa por la noción.

      El «es» pertenece, por sí, a lo «existente»; es experiencia de lo existente: no importa si se trate de mundo, hombre, tierra... la pregunta va a su efectiva presencia en el ser, aunque en cada uno de estos casos la respuesta sea totalmente diferente.

      Además, hay que señalar la ambigüedad del «es», el cual puede referirse a dos situaciones: simplemente a que algo «existe», o bien limitarse a la función de cópula gramatical, en la cual solo establece la identidad de dos términos.

      ¿Por qué no podríamos identificar el «qué» con el «es»? Simplemente porque el «es» pertenece a la experiencia y posee todas las condiciones de lo existente, mientras el «qué» prescinde de lo existente y, aunque se refiera a un individuo real, no se señala esta realidad, sino nuestra capacidad de comprensión y categorización. La discusión sobre el «es» será nuestro verdadero y principal problema.

      6. Primeras consideraciones

      Veo un rayo de luz que penetra entre las cortinas a la habitación, como una espada brillante, y pregunto: «¿qué es?». Elimino el «qué». Por mis experiencias anteriores, no me interesa preguntar por un objeto ya conocido. Me queda el «es» en sentido exclusivo, el puro existir, de esto que está ahí. Puedo sintetizar la pregunta en el esquema siguiente:

      En la línea cero:

      1 El puro existir experimental: no es pensamiento; es cero de ser.

      2 La pregunta lo objetiviza = lo vuelve ser o nada. ¿Qué significa más allá?

      ¿Más allá de la línea?, ¿de lo experimentado? No es posible. ¿Más allá de lo que ya tenemos? Entonces nos permite ampliar el horizonte del ser. Dentro del ser hay un lleno y un vacío; fuera del ser no hay nada.

      La pregunta de Heidegger (¿Qué es metafísica?, 2003), «¿por qué más bien el “ser” y no la “nada”?», es ambigua. Da la impresión de que se pregunta como reflexión inmediata sobre la experiencia, pero en realidad es una pregunta conceptual sobre la oposición entre dos interpretaciones:

      1 La captación del «ser».

      2 La captación de la nada.

      Son formas reflexivas esenciales, no existenciales. Son simplemente «formas», no son cosas. Solo al tomar en cuenta esta reflexión, se puede aceptar la pregunta de Heidegger:

       ¿Por qué ese: «por qué es»?

       ¿Por qué preguntarse por el «por qué» es?

      Heidegger trata de evadir el simple juego de palabras: ¿por qué el porqué? Y consecuentemente, evadir el juego de conceptos:

       ¿Qué es el «es»?

       ¿Qué es la nada?

      Figura 4

Figura 4

      ¿Es posible evadir el juego de conceptos? Intentar una visión más amplia del horizonte, proyectarse en el ser, existente. El problema del ser consiste en evitar las palabras. Es necesaria la búsqueda de un punto de partida que supere las palabras. En Identidad y diferencia (1988), el término usado por Heidegger es Ereignis. El acontecer hace frente a uno en la experiencia: «El apropiarse frontal en la línea cero. En ella se revela la identidad: el ser mismo como fuente».

      Para situarse en el «ser que es», la pregunta se vuelve «pregunta sobre el existente en su totalidad». «Esta pregunta se proyecta a la búsqueda de su propio “por qué”, no es comparable con ninguna otra. Es la más originaria, la más próxima a la experiencia, y a su darse como “es”» (Introducción a la metafísica, 1927, p. 12).

      7. Como pensamiento filosófico

      Cualquiera que sea la actitud filosófica que se adopte frente al problema del «es», el ser y la existencia, la metafísica que se elabore da vida a un pensamiento. Incluso cuando se pretende adherir a las cosas mismas, el resultado es una frónesis, un saber intelectual. Este, a su vez, se expresa en palabras, las cuales se alejan mucho del mundo de la vida donde este saber ha nacido. En este distanciamiento entre vida y pensamiento, se efectúa un cambio que responde a la actitud especulativa del filósofo. En todo caso, existe un peligro que consiste en caer en un lenguaje exclusivamente epistemológico, y un condicionamiento a cierta clase de conceptos que lo expresan y le corresponden.

      Por ejemplo, Aristóteles (Metafísica, 1968, p. 25) habla del ser como algo que «se conoce», como la ciencia primera y más perfecta. Y este «conocer» es tomado en sentido conceptual: algo que pueda ser conceptualizado y constituya un saber conceptual, al ser su actitud polémica directamente enfrentada a la interpretación de las ideas de Platón (Obras completas, 2011, p. 78) y a otras teorías del conocimiento. Esto puede suceder a pensadores modernos cuando se confunde o se identifica el discurso sobre el «ser» con el discurso sobre la verdad.

      1 Las palabras que caracterizan este discurso en Aristóteles son del tipo siguiente: sustancia, accidente, potencia y acto, tiempo y espacio, forma y materia, causa y efecto, finito e infinito, bien y mal, uno y múltiple, estabilidad y devenir, todo y parte. Y son las mismas palabras con las que se construye la metafísica, generalmente en todo el período clásico de la filosofía hasta la edad contemporánea. Y este conjunto de palabras da lugar a un discurso eminentemente «epistemológico» y conceptual, acentuado por la preocupación de elaborar conceptos claros y definibles.

      2 A menudo los filósofos se esfuerzan por liberarse de la estrechez de este