tion>
© LOM ediciones Primera edición, mayo 2021 Impreso en 1.000 ejemplares ISBN impreso: 9789560014030 ISBN digital: 9789560014191 RPI: 2021-A-2302 diseño, Edición y Composición LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56–2) 2860 68 00 [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile
–Gustavo: soy tu abuelo. Ya estoy viejo y tú has cumplido dos años. Te he visto crecer, día a día, y a menudo busco en tus primeras palabras al niño que fui. Estiras tus pequeños brazos y me pides «ir en el techo». Te montas sobre mis hombros y a esas alturas gobiernas tu transporte con suaves tirones de orejas. Siento el privilegio de convertirme en un ser con dos cuerpos: uno con pies ya cansados de andar por el mundo; otro lleno de energías, empinado para ver más lejos. La paciencia de un viejo y el ímpetu de un niño deberían ser siempre una esencia de quienes ayudan a crecer a las crías de la humanidad. Pero debo decirte que de pronto desperté con una sensación extraña. No estaré vivo cuando tengas edad suficiente para leer lo que ahora escribo. No alcanzaré a tener contigo el diálogo que debiera surgir de esa lectura. Hablé con tus padres y con toda la familia, nuestra gran hermandad. Entonces decidimos que te escribiría esta historia. De esta forma abro un diálogo imposible para muchos, y te espero, siempre, con el más fraterno de los abrazos.
La mayoría de las rebeliones fueron contra el abuso del poder, Gustavo, no contra el poder.
Te contaré un diálogo que ha cruzado los mares como los delfines, asomándose para tomar aire y volver a sumergirse: Alejandro Magno, uno de los mayores ladrones en la historia de la humanidad, a quien los escribidores del tiempo han llamado emperador, logró capturar a un pirata que asolaba el mar Egeo con un bajel tripulado por hombres feroces llamados hermanos por el capitán. Alejandro, intrigado, le preguntó por qué se dedicaba al asalto de los barcos; por qué, en definitiva, era un pirata y no un hombre honrado. El capitán, cuyo nombre jamás sabremos, respondió: «soy ladrón porque tengo un barco; si tuviera cien me llamarían conquistador como a ti». La leyenda embellece la anécdota contando que el gran Alejandro premió su inteligente respuesta dejándolo en libertad.
Te voy a mostrar una historia de mundos revueltos. Entonces, la anécdota del pirata con Alejandro flameaba en la vela cebadera de cada barco filibustero.
El planeta era una pelota que recibía manotazos de los ladrones instalados en todos los tronos. Parecía que los reinos decadentes se jugaban su destino en el Caribe. La salida de los tesoros robados durante un siglo era la llaga siempre abierta por la cual América vertía su sangre. En este robo, casi nueve de cada diez habitantes habían perdido la vida en menos de cien años.
Transcurre durante la primera mitad del siglo XVII. En Francia será nombrado rey Luis XIV a los cinco años de edad, y se hará llamar El Rey Sol. François Hyacinthe Rigaud le pintó un cuadro donde lo presenta de pie, con una espada inútil en el costado izquierdo, un bastón en la derecha, una especie de cubrecama sobre el cuerpo y un rostro de señora despechada bajo la sobrepoblada peluca negra. Cuentan que se bañó dos veces en su vida. Una, cuando nació. Otra, cuando cayó de su caballo en un charco de agua. Como ordenaba la costumbre en las altas cortes, el noble ocultaba su hediondez con perfumes y cremas de todo tipo. Fue quien ordenó construir el palacio de Versalles. Ya tendrás tiempo, nieto, de saber por obligación todos estos hechos.
También tendrás que conocer a Oliver Cromwell, creador de la Commonwealth. En el mismo siglo te encontrarás con Baruch Spinoza, René Descartes y Galileo Galilei.
Mientras Sir Isaac Newton escribía su obra Philosophiae naturalis principia mathematica, la economía de la Commonwealth se defendía a punta de sables y cañonazos en las cercanías de Port Royal y el resto de las Antillas.
Fue la centuria de Corneille, John Milton, Molière, John Locke, Diego Velázquez, Johannes Vermeer, Rubens y Rembrandt. Cerebros tan cultos, ¿se habrán estremecido por los crímenes que traían el progreso a sus barrios? Tal vez se cobijaron en el viejo refrán: ojos que no ven, corazón que no siente.
Vamos a crear un personaje y él irá creciendo con la historia que voy a contarte. Deberemos armarlo, porque, en lo esencial, tiene dos grandes partes.
La primera, Gustavo, se llama Hariz. Este nombre viene del árabe y significa León. Su padre, Hardan (Enfadado), fue hijo de Gauad (Generoso) y Bahira (Radiante). Ambos vivían en los alrededores de Guadix, en el reino de Granada, y participaron en la Rebelión de las Alpujarras, que se inició en la Nochebuena de 1568. Durante este decenio, Argel se encontraba en una guerra económica y religiosa contra España. Las cortes, además, se sentían amenazadas por la presencia turca en el Mediterráneo, haciendo peligrar el comercio. Después del sitio de Malta en 1565 se incrementaron los ataques contra la costa granadina desde las bases de Tetuan, Cherchell y Argel. Se acusó a los moriscos de la península de estar en contacto con los jerifes marroquíes y los piratas de Tetuan, además de trabajar como espías en la conquista de Malta. El temor ascendía hasta los cielos cuando se aseguraba que todo era un plan para invadir la península por Granada.
Felipe II publicó un edicto prohibiendo a los musulmanes practicar sus ritos, usar sus vestimentas, hablar su idioma, llevar sus nombres. Hubo intentos de negociar, pero sin resultados, y estalló la rebelión en Albaicín. Los moros extendieron la revuelta en las montañas, entre Sierra Nevada y la costa malagueña. En 1570 intervino Juan de Austria, hermanastro del rey, para terminar con la guerra que había alzado a más de treinta mil hombres. El enviado usó cincuenta mil soldados, logrando vencer a los moriscos. Se publicó la orden de evacuación en 1570 y los derrotados fueron enviados a Extremadura, Galicia, La Mancha y Castilla. Se confiscaron sus tierras y sus bienes.
Debes saber, Gustavo, que los musulmanes estuvieron muchos siglos en la península, y después de la caída de Granada en los inicios del siglo XVI, quedaron como extranjeros en su propia tierra. Voy a resumir para ti el sentimiento de un cristiano hacia los llamados moriscos, que estarás obligado a conocer, Don Miguel de Cervantes y Saavedra.
Existe un pasaje en su obra Coloquio de los perros, en las Novelas ejemplares. Los canes han recibido el don del habla y conversan sobre sus amos y los habitantes. Berganza, uno de los perros, le habla a Cipión, el otro:
Todo su intento es acuñar, y guardar dinero acuñado; y para conseguirle trabajan, y no comen; en entrando el real en su poder, como no sea sencillo, le condenan a cárcel perpetua y a escuridad eterna. De modo que ganando siempre y gastando nunca llegan y amontonan la mayor cantidad de dinero que hay en España. Ellos son su hucha, su polilla, sus picazas, y sus comadrejas; todo lo llegan, todo lo esconden, y todo lo tragan. Considérese que ellos son muchos y que cada día ganan y esconden poco o mucho y que una calentura lenta acaba la vida como la de un tabardillo, y como van creciendo se van aumentando los escondedores, que crecen y han de crecer en infinito, como la experiencia lo muestra. Entre ellos no hay castidad, ni entran en religión ellos, ni ellas; todos se casan, todos multiplican, porque el vivir sobriamente aumenta las causas de la generación. No los consume la guerra, ni ejercicio que demasiadamente los trabaje. Róbannos a pie quedo, y con los frutos de nuestras heredades, que nos revenden, se hacen ricos. No tienen criados, porque todos lo son de sí mismos; no gastan con sus hijos en los estudios, porque su ciencia no es otra que la del robarnos.
La esclavitud por guerra era reservada a los infieles. Los moriscos, desde el año 1500 eran cristianos. ¿Cómo se resolvió el problema? En marzo de 1569 Felipe II consultó a los teólogos y decidió que la población morisca podía ser esclavizada por el delito de lesa majestad divina y humana: haberse sublevado contra la Corona y contra Dios.
Cuarenta años más tarde, en diciembre de 1609, Felipe III ordenó la expulsión de los moros de Granada, Murcia y Andalucía en una cédula donde indicaba que se refería a toda la población «excepto los que fueren esclauos».
Gauad fue uno de los primeros sublevados de Albaicín. Con Bahira debieron huir a las montañas llevando a su hijo Hardan, de sólo un año de edad. Eran campesinos y combatieron a las fuerzas cristianas