no puedo dejar de citar al doctor William Ross Cockrill, científico e investigador de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), que editó el libro The Husbandry and Health of the Domestic Buffalo1 movilizando al mundo empresarial y científico a favor del búfalo.
En los últimos 35 años, el continente americano tuvo un enorme crecimiento en el hato de búfalos y, principalmente, en su introducción en todos los países de esta región. En los años noventa entraron a México los primeros búfalos (unos 3,000) y se diseminaron por el sur, centro y norte del país. En Chiapas, el hato de la familia Maitret creció a tal punto que llevaron una parte a sus campos de Veracruz y otra fue entregada en aparcerías a pequeños y medianos productores, lo que bajó los costos de la ganadería y aumentó su productividad. El resultado de esta iniciativa fue un crecimiento exponencial del búfalo en el país, llegando hoy a una población aproximada de 30,000 cabezas. En un principio se le destinó a la cría y al engorde. En la segunda década de este siglo, con selección e inseminaciones, varios productores se involucraron de lleno en la producción lechera.
Por otro lado, también creamos en América una fantástica red de conexión e intercambio de experiencias entre científicos y productores, y se constituyó la Federación Americana de Criadores de Búfalos: este libro es el fruto de esta unión, y del entusiasmo por este maravilloso animal. Los editores —el doctor Luis Alberto de la Cruz-Cruz, el licenciado Eduardo Luis Maitret Collado, la doctora Patricia Roldán-Santiago y el doctor Marco Zava— consiguieron reunir en estas páginas a 39 científicos de trece países que aportan sus conocimientos prácticos sobre el tema; para hacer un maravilloso libro sobre el día a día de la producción y productividad del búfalo, su etología, mejoramiento genético, sanidad, reproducción, manejo previo a la muerte y sacrificio, incluso, comentarios sobre aspectos mercadológicos de la carne y de la leche.
El libro es exactamente el sueño de los fundadores de la IBF: unir el interés de científicos y de productores que vislumbran en el búfalo una de las riquezas que el continente americano producirá abundantemente en las próximas décadas.
A los editores y autores quiero expresar agradecimiento no solo por tan magnífica obra, sino también por el entusiasmo y la alegría de ver cumplida esta etapa. Uno de los editores, el doctor Marco Zava, participa con nosotros en esta lucha por el desarrollo de la especie bubalina desde el inicio de la IBF. Es un buffalo trotter, pues recorrió el mundo de punta a punta conociendo diferentes sistemas de producción de búfalos y haciendo amigos; trajo toda esa información a América y con generosidad incentiva a nuevos investigadores y a nuevos productores.
En nombre de todos los que amamos al búfalo y creemos en su futuro, agradezco infinitamente su trabajo.
João Ghaspar de Almeida
Executive Officer America
International Buffalo Federation (IBF)
El búfalo, su origen, población e importancia en el mundo
Marco Zava
Introducción
¿Qué es el búfalo de agua?
Se llama así al búfalo doméstico, búfalo de agua o búfalo asiático. Su nombre científico es Bubalus bubalis sp. Desde hace aproximadamente cincuenta años el búfalo de agua se ha revalorizado —en buena parte gracias al gran trabajo pionero de investigación y difusión realizado por el doctor William Ross Cockrill a través de la FAO, y de su libro The Husbandry and Health of the Domestic Buffalo, editado en Roma en 1974 con apéndice en 1977)[1]— hasta convertirse en el foco de la investigación tecnológica y del interés empresarial del mundo debido a su fertilidad, longevidad, su aptitud para producir carne, leche y trabajo; también da como subproducto un cuero de extraordinaria calidad, a su eficiencia de conversión y a su adaptación a condiciones difíciles o imposibles para el vacuno.
Es una valiosa opción de negocios para la ganadería de carne y de leche, especialmente en determinadas circunstancias: clima riguroso tropical o subtropical y campos naturales con pastizales de bajo valor nutritivo. En estas condiciones el búfalo tiene ganancias de peso que son, por lo menos, superiores en un 70 % a las de los vacunos en sus primeros dos años de vida, y una preñez superior en un 15-20 %. También es valioso cerca de los centros urbanos: con silajes, verdeos y pocos concentrados permite una excelente producción de leche, riquísima en nutrientes e ideal para la elaboración del muy buscado queso mozzarella de búfala y, más recientemente, de la burrata.
Origen, domesticación y difusión del búfalo
La información sobre el origen y la domesticación del búfalo está un poco perdida en la lejanía de los tiempos. Según M. Shalash[16] hay evidencias arqueológicas en la antigua Mesopotamia (entre los ríos Tigris y Éufrates) o región de Ur (actual Irak) de la domesticación del búfalo que datan de hace 4,000 años. Según Nguyen Xuan Hien hay indicios de que el búfalo ya estaba domesticado en Vietnam hace más de 3,700 años. En el valle del Indo, del subcontinente indio, se domesticaron hace unos 6,000 años y, de acuerdo con hallazgos arqueológicos en la provincia Chekiang, en China, fue hace 7,000 años. Es decir, que esta especie en general se domesticó a mediados del tercer milenio a. C.[2].
El búfalo doméstico no existía en las antiguas Judea, Grecia o Roma; aparece por primera vez en figuras o registros del valle del Jordán en el 723 d. C. Es probable que Alejandro Magno, en el 325 a. C., ya haya usado a los búfalos en su vuelta de India a Susa (cerca de Babilonia, Mesopotamia) para el transporte de vituallas militares y para la alimentación energética de sus tropas (con la manteca semilíquida llamada ghee).
Aparentemente, en el 600 d. C. llegaron a Medio Oriente y a Egipto traídos por los árabes desde Mesopotamia; entraron a Europa gracias a los cruzados en su camino de vuelta (siglo XI d. C.). También habrían llegado a Italia en el siglo VIII llevados por los sarracenos (árabes provenientes de la actual Túnez), cuando invadieron la llanura del río Sele (provincia de Salerno, al sur de Nápoles). Con el avance del Imperio Otomano, entre los siglos XIV y XVI, los búfalos se esparcieron hacia los países de la cuenca del río Danubio. Lo cierto es que a principios del siglo XIV se les encuentra en gran número en Tracia, Macedonia y Bulgaria[1b].
En Italia ya estaban presentes en los pantanos Pontinos (cercanos a Roma) a fines del siglo XIII. Está documentado que en un monasterio ubicado en Capua (Caserta, al norte de Nápoles), aproximadamente en el siglo XII, los monjes hospedaban a los viajeros y les ofrecían queso de pasta hilada elaborado por ellos en su tambo de búfalas: esta es la constancia más antigua de la elaboración del queso mozzarella. El búfalo también fue introducido en la región caucásica de la antigua Unión Soviética, y hace poco más de un siglo en América del Sur y en Australia.
Población e importancia en el mundo
De acuerdo con datos oficiales de la FAO[3], la población bubalina mundial es de aproximadamente 204,342,419 cabezas (representa un 13.52 % frente a la población vacuna mundial, que tiene un total de 1, 511, 021,075 cabezas). En cuanto al número de búfalos, el 97.41 % de la población se encuentra en Asia, donde se le destina principalmente a la producción de leche y trabajo. No obstante, los datos oficiales de la FAO[3b] solo consideran a cuatro países de América (Brasil, Colombia, Surinam, Trinidad y Tobago).
En la Figura 1 se puede apreciar que el búfalo se encuentra distribuido mundialmente. Asimismo, en el Cuadro 1 se observa su distribución poblacional por continente, mientras que en los Cuadros 2-9 se indican las poblaciones en diferentes regiones y países. La estimación de la población de búfalos en el mundo es de 214,684,624 cabezas, incluyendo a los países de América, lo que representa el 14.2 % de la