Eduardo Luis Maitret Collado

El búfalo de agua Tomo 1


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60,258; México: 30,000; Bolivia: 35,000; Costa Rica: 11,700; Paraguay: 15,000; Ecuador: 10,000; Estados Unidos: 7,000; Trinidad y Tobago: 6,118; Guatemala: 5,000; Panamá: 4,000; Honduras: 1,500: Perú: 1,500; Canadá: 2,950; Uruguay: 1,000; Nicaragua: 800; Guyana: 1,000; Surinam: 891; Belice: 632; Salvador: 250 y Chile: 100, con un total de 5,891,750 búfalos (Cuadros 7 y 8).

      Con respecto a Brasil, los conocimientos actuales sobre los búfalos indican que son excelentes para producir carne, leche y como fuerza de trabajo en las diversas condiciones ecológicas de todo su enorme territorio (prácticamente un subcontinente), planteando en forma creciente una alternativa mejoradora de su producción, aun en las zonas donde compite con las cruzas entre razas europeas y razas índicas.

      Es en nuestro continente donde se dará el crecimiento de población bubalina más espectacular en el nuevo siglo, tanto para producción de carne como de leche y también para trabajo. Los habitantes de todas las latitudes de la región debemos tomar conciencia de la enorme área que tenemos disponible, y de su gran potencial de producción para el búfalo: desde los templados y subtrópicos sur y norte (Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, México, Estados Unidos, etc.), hasta los trópicos y la franja ecuatorial (Venezuela, Brasil, Perú, Colombia, América Central, Caribe, etc.).

      Es mucho lo que se ha hecho en América en los últimos treinta años, pero es muchísimo más lo que falta por hacer con esta valiosísima herramienta para una buena alimentación y la prosperidad de nuestra gente. Si se terminaran las malas prácticas políticas, con la enorme y creciente demanda mundial que hay de commodities, el búfalo ayudaría a aumentar en progresión geométrica la producción de carne en toda la región. Por ejemplo, en Argentina, sumado al vacuno, se podrían abastecer los mercados internos y externos y generar, junto con la agricultura, un crecimiento explosivo del país: exactamente igual a lo que ocurrió a partir de 1874, con la presidencia de Nicolás Avellaneda, en donde en treinta años llegamos a ser la sexta economía del mundo.

      Agradecimientos: Una versión previa de este capítulo fue publicada en: Zava, M. El búfalo doméstico. Buenos Aires: Orientación Gráfica y Editora, 2011.