Ana González Pereira

P.E.I.demia: Crónica de una crisis educativa anunciada


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aplicación de la interdisciplina entre colegas; de lo difícil que resultaba consensuar por Zoom… siempre pensado en lo que no podíamos, lamentándonos todo el tiempo de lo que nos pasaba, es cierto, la desazón se había apoderado de nosotros. Nos llevó tiempo pensar que sí podíamos, que estábamos delante de una gran oportunidad, que teníamos mucho que aprender si mirábamos con otros ojos, desde otra perspectiva. Teníamos que hacernos otras preguntas, por ejemplo ¿cómo volveríamos fortalecidos y preparados para enfrentar otras crisis? ¿Qué podríamos aprender de todo esto? ¿Cómo nos ayudaría a futuro en la profesión? ¿Cuán diferentes seríamos al regresar? Si, nos llevó tiempo comprender que también somos aprendices, y de lo importante que es nuestra presencia en la escuela, porque finalmente quedó al descubierto que la docencia es imprescindible, esencial e insustituible. La sociedad nos necesita y el futuro escolar de los estudiantes siempre dependerá de nosotros.

      La Fundación Santillana desde España, lanzaba en mayo de 2020 el ciclo de reflexión “La Escuela que viene: reflexión para la Acción”15, cuya premisa era “Una crisis como oportunidad para contribuir a la mejora de la educación y la escuela”. Uno de los invitados, Alejandro Quecedo, joven estudiante español y activista climático, expresaba lo siguiente:

      Ahora es el momento de extrapolar esta conclusión pues si la escuela ha podido adaptarse a la COVID puede también adaptarse a las necesidades lectivas y sociales del siglo XXI. Sin embargo, en esta extrapolación debemos transformar la perspectiva de cambio, pues ya no se trata de crear un paradigma en el que la escuela sobreviva, se trata de crear un nuevo paradigma para una nueva escuela estimulante, útil y catalizadora. Y para ello, la escuela que viene debe ser muchas cosas.

      En virtud de esto ¿Vamos a poder, luego de esta experiencia crítica de salud mundial que nos ha mantenido encerrados, pensar en un nuevo eje de transformación educativa? ¿Vamos a poder pensar en una enseñanza para toda la vida que les haga sentido a los estudiantes con otro tipo de escuela, con otros formatos? ¿Creen que hemos podido avanzar hacia el pensamiento de un cambio profundo en educación?

      Antes de la Pandemia expertos en educación decían que estos cambios profundos se revelarían en los próximos cinco o diez años, ejemplo de ello, la Secundaria Federal 2030 como política de implementación para transformar la escuela secundaria, cuyas habilidades para el futuro como: Aprender a aprender; Resolución de problemas; Compromiso y responsabilidad; Trabajo con otros; Pensamiento crítico y Comunicación; pensadas como estrategias a desarrollar desde el 2018 y como meta el 2030, se adelantaron al 2020 con dudosa previsión de éxito.

      Siguiendo a los expertos, estos nos adelantaron que los cambios profundos afectarían de lleno la forma cómo pensamos, vivimos, trabajamos y nos relacionamos, y que, por supuesto, también afectarían de lleno a la educación. ¡Y cómo nos afectarían! El cambio está acá, llegó en el 2020, se adelantó, cambió todo, la forma de relacionarnos, de comunicarnos, de trabajar, de estudiar, de asistir a la escuela, nuestra forma de vivir, sumada la incertidumbre de no saber cuándo volveremos a nuestras actividades normalmente o, si volveremos.

      De lo mucho que leímos y escuchamos en el 2020, hay tres palabras que se repitieron con mucha fuerza y convicción: “cambio”, “transformación” e “innovación”; Pero ¿qué significa transformación e innovación? Es tan fácil y bonito utilizar estas palabras que corren serio riesgo de transformarse en clichés. Compartirán conmigo que escuchamos infinitas veces estas frases: “estamos realizando una transformación profunda en educación”; “estamos realizando una gran innovación en los programas educativos” … realmente ¿Hemos transformado? ¿Hemos innovado?

      De hecho, si lo pensamos bien, todos hemos hecho cambios importantes durante este período tan particular. Unos más que otros, de acuerdo con nuestros conocimientos y posibilidades, de acuerdo con nuestra personalidad. ¿Cómo transitamos esta acomodación? ¿Qué rutinas o comportamientos nos vimos obligados a cambiar? ¿Cómo nos sentimos con estos cambios? ¿Cómo vivimos este duelo de la pérdida? Porque hemos perdido mucho: perdimos el espacio aula, el mirarnos cara a cara, retroalimentarnos; perdimos amigos, familia, vecinos, perdimos el trabajo… ¿Estábamos preparados emocionalmente para lo que tuvimos que enfrentar? Puedo decir con seguridad que no, pero las respuestas a estas preguntas fueron el puntapié inicial para comenzar el proceso de transformación e innovación educativa en nuestra Institución.

      En principio, para aclarar los términos o al menos saber de qué hablamos cuando hablamos de transformación, innovación y cambio; vamos a traer, en primer lugar, el concepto “transformar”, que segúnel “diccionario ABC”, “es hacer que algo cambie sin alterar sus características esenciales”. Desde el aspecto personal, es un cambio, una evolución que pasa por dejar atrás algunas costumbres para asumir otras nuevas, “el concepto es usado de manera extendida en el plano social para referirse a aquellos cambios que experimentan los colectivos sociales como consecuencia de factores políticos, económicos y hasta culturales, que ejercen una enorme presión y entonces, la sociedad se transforma en la dirección que estos le imponen”16 Aportaría a esta definición los factores del cuidado de la salud mundial.

      La “innovación” en cambio, es un término que se lo puede considerar como el concepto de renovar, mejorar algo al punto de que parezca nuevo, alterando casi todas sus características. En educación significaría, por ejemplo, poder realizar un cambio profundo a un modelo o paradigma educativo tradicional que quedó obsoleto, suspendido en el tiempo. No podemos seguir enseñando como en el siglo pasado, debemos preparar a los estudiantes para afrontar la realidad del mundo de hoy, intentar transformarlos en ciudadanos del mundo, que aprendan a cuidar el medio ambiente, preparados para convivir con otros y trabajar juntos en una sociedad que cambia constantemente.

      Innovar es reimaginar, recrear, volver a crear desde lo que ya está creado y con ello producir nuevas experiencias, generar nuevas oportunidades de aprendizaje. En palabras de Saturnino de la Torre (1997) “La innovación es uno de los niveles más altos de creatividad. Integra categorías como iniciativa, inventiva, originalidad, disposición al cambio, aceptación del riesgo, proceso adaptativo, pero sobre todo colaboración y disposición a compartir valores, proyectos, procesos, actuaciones conjuntas y propuestas evaluativas. La polinización de la creatividad tiene lugar a través de proyectos de innovación curricular”.

      Se entiende entonces, que la innovación es un proceso mucho más profundo y drástico, que nos pone en situación de cambio total, del surgimiento de nuevas ideas, de nuevas formas. Un proceso que no termina, que se abre un sin número de posibilidades de seguir ideando, cambiando y desarrollándonos. Pensemos juntos y en profundidad, en este entrado Siglo XXI. ¿Hemos cambiado nuestras prácticas para otras más innovadoras? ¿Hasta dónde y cuánto hemos transformado el aula con estrategias innovadoras? ¿Hemos colaborado a introducir cambios significativos en la escuela que trabajamos? ¿Tuvimos la posibilidad de colaborar en el cambio? ¿Cuán profundos fueron esos cambios? Rebobinemos el tiempo, pensémonos 10 años atrás… cinco años atrás, en el 2015 ¿Hemos cambiado desde entonces? ¿Cómo llegamos preparados al 2020? ¿Cómo nos encontró la pandemia? ¿Y cómo queremos estar dentro de 10 años, cuando todo pase?

      Xavier Aragay, Experto y Consultor internacional, en su blog17, escribía el 23 de marzo de 2020:

      ¿Dónde querremos estar en el 2030, es decir, dentro de diez años? ¿Cuántas crisis como esta viviremos en esta época? ¿Cómo habrá avanzado la inteligencia artificial y cómo podremos incorporarla a favor de nuestro proyecto educativo? ¿Dónde nos habrá conducido el calentamiento del planeta y cómo estaremos educando experiencialmente de otra forma? ¿Cómo habremos superado el pensamiento simple basado en la transmisión de disciplinas separadas entre ellas y habremos avanzado decididamente hacia el pensamiento crítico y complejo basado en la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad? ¿Cómo habremos cambiado la cultura interna de nuestra institución? Es preciso que seamos disruptivos, que avancemos con más ambición y sueños… Hace falta que pasemos de la innovación a la transformación sin dejarse la piel… Y para ello necesitamos nuevas reflexiones, nuevas estrategias y metodologías del proceso de cambio. Si seguimos haciendo lo mismo que hasta ahora, no va a cambiar nada…