la depresión me ha servido para constatar cómo el propio inconsciente busca burlar la sagacidad de la mente que cree y quiere tenerlo todo bien atado, mientras se le escapa del control esa otra mente más sutil que se guarda en el inconsciente. De esta manera, he podido ir desmantelando viejos victimismos resistentes con los que me oponía a mi propia felicidad.
La depresión solo marca el tiempo de recuperación necesario que pronostica el Resurgimiento. Por eso su tratamiento, desde la perspectiva de la salud y de la Evolución Consciente, consiste en transitarla con menos sufrimiento y mucha más lucidez, mientras vamos echando al fuego, sin miedo ni pudor, todas las naves caducas del pasado —los viles y alevosos pirómanos deberían hacer lo mismo y dejar respirar tranquilamente a nuestros bosques—.
Aprender de la derrota
El consumo de energía después de un brote psicótico es tan grande que para compensar este desgaste aparece la depresión. La depresión te hace sentir sin fuerzas para abordar la vida, aun las pequeñas cosas. Es como una derrota. El problema es que, aunque se haya producido un apagón en el sistema, la mente continúa con su proceso, llevándote ahora a sentir culpa por la situación en la que te encuentras. La depresión hay que abordarla con mucha paciencia y buscando ese punto de equilibrio entre permitirse el descanso físico y obligarse al movimiento y la acción. Es el momento de inflexión para adquirir el compromiso con la vida, sobre todo si tenemos en cuenta que el trauma nuclear nos impidió comprometernos con aquello que vinimos a hacer a la Tierra.
En mi experiencia, podría decir que fue aún más dura la fase depresiva que la psicótica, ya que con ella me enfrenté a mi conflicto con el sinsentido de las cosas, a mis miedos más profundos y a hilar bien con la verdad que resuena dentro de mí, pues en esos momentos dejo de creer en todo. Fueron muchos años de idas y venidas con la psicosis y la depresión, por lo que puedo asegurar que hasta que no encontré la Terapia de la Evolución Consciente, no he podido superarla definitivamente. Este circuito reiterado de psicosis y depresión llegó a su fin cuando me propuse resolver definitivamente mi trauma nuclear, y rescatar un aprendizaje que en su momento no pude adquirir. Al impedir que la fuerza del sentir traspasara mi cuerpo para transformarme, que surgiera del fondo la energía de amar suficiente para que afloraran mis mejores talentos y vivir felizmente desde ellos, me dejé llevar por el dolor de la soledad y el desánimo. Lo que actualmente hay detrás de mi tendencia a la psicosis es una incapacidad para reconocer, asumir y sostener mi poder personal y mi creatividad, lo que me lleva, a su vez, a una tristeza profunda. Pero cierto es que, como dije anteriormente, en el origen del trauma la circunstancia que se dio fue que, siendo tan pequeña, no podía gestionar ese poder y amor propio que necesitaba madurar con el tiempo y el sostenimiento afectivo adecuado. Así, desde aquella remota vida no pude superar el dolor del abandono, viéndome en posteriores vivencias condicionada por este trauma que tapaba lo mejor de mí. Tal condicionamiento no hizo más que empeorar la situación, repitiendo en muchas otras vidas el efecto que mi sentimiento de soledad afectiva me producía, llevándome a situaciones dramáticas insuperables hasta el día de hoy, que afronto con plena conciencia tales tendencias y circunstancias.
Todo el conocimiento que el Programa Evolución Consciente de Paloma Cabadas ha aportado a mi vida ha sido de gran utilidad no solo para clarificar y ordenar mis experiencias sensibles, sino también para darle un sentido y utilidad en mi vida cotidiana. He aprendido a conocerme mejor, a sanar mis tendencias más patológicas y a disfrutar de mis talentos. He descubierto una profesión con la que me siento realizada y he comprendido lo que significa amar en la Tierra. Paloma tiene la capacidad de transmitir un conocimiento trascendente —que completa nuestra realidad visible y material—, y lo lleva a un terreno tremendamente práctico de aplicación en la vida humana. Como suelo decir, es la persona que mejor sabe unir el cielo con la tierra. Gracias infinitas.
Unido a esto, tengo que añadir también que mis talentos innatos salieron a flote para salvarme de tan penosa situación. Aliándome con la ayuda que se me ofrecía, puse sobre la mesa mi capacidad de entrega, sencillez, humildad, sinceridad, honestidad, inteligencia, transparencia, valentía, flexibilidad, apertura y un talento evolutivo que me mantiene hasta en los peores momentos con el deseo de realizar transformaciones y cambios.
Los algoritmos mentales
El algoritmo mental es una herramienta terapéutica sencilla que permite transformar el núcleo de un conflicto en su opuesto positivo.
La mente es una interfaz entre la conciencia y el cerebro, una energía que abre posibilidades, que diseña realidades, antecede y predispone hacia la acción y concreción de lo que planifica; una energía que concentra el poder de materializar cuando la dirigimos con amor hacia lo que deseamos.
A través de los algoritmos mentales elaboramos conscientemente una serie de pasos que son el preludio para generar el estado vital que queremos conseguir. Para ello, utilizamos la energía del pensamiento —donde reside habitualmente el conflicto—, energía que vamos depurando y transformando hasta instalar en el cuerpo la más alta vibración que consolida nuevos estados de conciencia. Así, podremos comprobar que, si somos capaces de provocarnos enfermedades, también lo somos de generar estados de salud y bienestar.
Para aplicar un algoritmo mental tengo que, en primer lugar, definir muy bien cuál es el conflicto que quiero resolver, aquello que acude recurrentemente a mi vida y no me deja avanzar. Este conflicto constituye un material energético residual que reciclaré con el algoritmo que plantee. Para ello, buscaré el opuesto positivo en el que quiero transformar dicho conflicto, señalando el estado en el que quiero vivir en adelante, y la emociones que acompañan a ese estado. El opuesto no siempre tiene que ser su opuesto literal, sino el que yo siento que se opone al conflicto que está en activo. También me interesa saber cómo este conflicto me afecta mental, corporal y anímicamente, así como detectar el órgano o lugar del cuerpo donde lo he somatizado. Una vez aglutinados los datos de estos dos pasos, puedo ya plantear el algoritmo mental y definirlo con precisión, tratando de materializar el nuevo estado que corresponde a ese opuesto positivo. De este modo, voy visualizando y sintiendo las funciones del órgano somatizado, y voy implicando al cuerpo en el proceso para que me provea de la energía física con la que puedo materializar finalmente, un concentrado de energía de amar irá renovando las funciones vitales del órgano y asentando en él las transformaciones deseadas.
Resumiendo, con un ejemplo, los pasos a dar serían los siguiente:
1. Definir el conflicto o material residual: El conflicto es la dificultad para pasar a la acción, lo cual me lleva a un inmovilismo y la idea recurrente de no querer hacer nada. Esta dificultad es consecuencia de vivir en la mente, alejada de mi cuerpo, lo que me produce un constante sueño o nerviosismo, pereza y depresión.
2. Opuesto positivo hacia el que quiero avanzar: El opuesto positivo en el que quiero vivir sería una acción de la que pudiera disfrutar, para lo que necesito activar la iniciativa. Las emociones que acompañarían a ese estado son el sentimiento de libertad, la alegría, el dinamismo y la fluidez.
3. Definición del algoritmo: TRANSFORMAR EL INMOVILISMO EN INICIATIVA
4. Sentir en el cuerpo la localización y somatización del material residual: Siento ansiedad en la zona del corazón. El corazón es el encargado de la distribución de la sangre por todo el cuerpo, es el motor de la vida.
5. La materialización del nuevo estado: Concentrar la energía de amar para reconfigurar el nuevo estado, asimilar el recorrido bioquímico del circuito, repetirlo con el foco puesto en el estado final tantas veces como haga falta a lo largo del día, centrándonos siempre en el opuesto positivo y contribuyendo con la visualización de la función vital implicada; así, el cuerpo termina reconociendo el nuevo estado y transformando el antiguo.
Me apliqué este algoritmo mental en un momento en el que comprendí que estaba inmovilizada. Los estados depresivos a los que me había visto sometida me llevaron a un pensamiento constante de no querer hacer nada, de tal modo que mi acción se veía bloqueada: cualquier iniciativa suponía un gran esfuerzo por mi parte, tanto, que nunca encontraba verdadera recompensa. En consecuencia, esto retroalimentaba mi parálisis, a la vez que fomentaba esa vieja pregunta de la que me sentía presa: ¿para qué? Mucho esfuerzo y pocas ganancias era la pesadumbre con la que