A cielo abierto. Amparo Arteaga León

lo que está en mi mente, cuando me siento transparente. Verdaderamente, el poder todo lo puede. Teniendo como objetivo los mejores fines, me imagino lo que sería un mundo en el que los seres humanos ejerciéramos nuestro poder personal sin cortapisas. Para entonces, ya habríamos dejado atrás el miedo y el sufrimiento, y habríamos asumido nuestra bondad y grandeza.

      Consecuencias y mecanismos de adaptación tras el trauma nuclear

      Para sobrevivir al dolor propio que genera el trauma y adaptarnos a la vida humana tal como la hemos creado, con sus códigos culturales que representan la mal llamada normalidad, hemos desarrollado una serie de mecanismos de adaptación con los que creemos protegernos. Estos mecanismos de adaptación han configurado una personalidad sustituta que nos aleja de nuestra autenticidad.

      Así, la persona que desarrolla un trauma por abandono genera una tendencia al propio abandono de sí misma y una dificultad para darle continuidad a las cosas en el tiempo, además de una sensación de desaliento constante, como si todo costara mucho esfuerzo; y al final ¿para qué? Este tipo de personas tienen dificultad para sostener su presencia energética, por lo que se relegan a un segundo plano, pasando de puntillas por la vida, desdibujándose. Son en general personas que viven muy disociadas del cuerpo: mantienen una relación poco natural con él, descuidando su cuidado personal y sus rutinas saludables. Esta desconexión con el cuerpo las hace muy mentales, por lo que les cuesta mucho pasar a la acción.

      En el trauma por rechazo, la persona, al tener miedo a destacar, al desvalorizarse y necesitar pasar desapercibida, genera una gran autosuficiencia y autoexigencia, llegando a especializarse en altos valores personales y profesionales, además de desarrollar habilidades sociales para mimetizarse en el entorno social.

      En el trauma por autoridad, el objetivo es evitar el enfrentamiento y la violencia a toda costa, por lo que se generan, como consecuencia, situaciones que llevan a la persona a mantener dicho conflicto en su fuero interno, aguantando mucha presión. Sus mecanismos de adaptación la empujan a caer en una complacencia extrema, en el sometimiento y, muy frecuentemente, en el victimismo. También se vuelve exigente consigo misma, en un intento de aplacar la culpa y el compromiso.

      El común denominador en los tres tipos de trauma es la herida de profundo desamor que, como consecuencia, engendró la falta de valoración por el rechazo, la falta de amor propio a causa del abandono y la falta de poder personal debido a una mala gestión de la autoridad.

      Hay que tener en cuenta en estos casos la diferencia entre falta de amor propio y falta de valoración: para un rechazado ambas serían equivalentes, mientras que, para un abandonado, la falta de amor propio está relacionada con la carencia afectiva.

      Una cuestión que quiero resaltar es que algunas personas creen tener los tres traumas, pues se identifican en algún aspecto con cada uno de ellos. Sin embargo, esto no es así, ya que en aquella vida en la que nos traumatizamos, la experiencia fue tan impactante que quedamos a merced del dolor moral que nos produjo, de manera que ya no hay espacio para un trauma más.

      Entonces, aunque nuestro trauma sea por abandono, hemos podido vivir experiencias de rechazo, por lo que nos va a ser útil conocer cómo se trabaja con él, a fin de superar las consecuencias que produjo. No obstante, lo que vamos a ver es que en la raíz sigue estando la herida del abandono, que es la que más nos duele en este caso. De cualquier forma, tener una buena valoración de nosotros mismos, un gran amor propio y una buena autoridad son enseñanzas prácticas que podemos aprender si comprendemos en profundidad los tres tipos de traumas.