plaza. Las demás manzanas eran habitadas por el resto de los indios (macehualtin). Si el sitio estaba conformado por dos altepeme, cada uno se establecía en dos barrios, y si se encontraba compuesto por cuatro, a cada cual le correspondía un barrio.18 El esquema español de cabeceras y sujetos se fracturó paulatinamente desde el propio siglo XVI, pues algunos altepeme secundarios empezaron a buscar la categoría de cabeceras independientes (altépetl cabal), aunque fueran localidades lejanas a los asentamientos principales; sin embargo, fue hasta el siglo XVIII cuando esta dinámica se practicó con mayor asiduidad en los asentamientos que conformaban el núcleo central de los altepeme.19
Los españoles mantuvieron las unidades de gran envergadura, es decir, una cabecera rodeada de varios sujetos, ya que significaban grandes entradas de dinero procedentes de la mano de obra indígena, primero por la encomienda y posteriormente, por el repartimiento, en tanto que los frailes requerían una gran cantidad de indios para la construcción de los conjuntos conventuales. Sin embargo, en el primer cuarto del siglo XVII, al verse terminadas estas magnas construcciones, al caer el repartimiento en decadencia, incrementarse el número de polos productivos en el entorno rural y ser más libre la negociación entre contratantes y contratados, además de elevarse el número de individuos dispuestos a servir como curas en las parroquias o funcionarios en los corregimientos, no hubo ya motivo para conservar unidos estos grandes altepeme novohispanos, lo que dio pie a su atomización.20
En el caso de los indígenas, la preservación del esquema de grandes unidades aseguraba el puntual pago de las cargas tributarias, lo que ocasionaba una mejor representatividad para salvaguardar sus intereses ante las autoridades españolas. Su antiguo sistema de mercados subregionales podía continuar vigente dando cohesión al territorio; lo mismo ocurrió con la interrelación de clase, como las uniones matrimoniales y la obediencia a un solo tlatoani, ahora cacique, y posteriormente al cabildo; además del orgullo de contar con un gran templo. Empero, conforme se fue implantando el proceso de aculturación y se adquirió una mayor experiencia en diversos campos administrativos y gubernamentales de estilo español, los pequeños asentamientos buscaron su separación del altépetl complejo; prueba de ello fue la construcción de iglesias locales o la contratación laboral directa con los españoles sin depender de terceros.21
Para Lockhart, la independencia de un altépetl secundario no fue una mera adopción del modelo organizativo español (a pesar de que pudo influir en el pensamiento indígena), sino la consecuencia de una aspiración que se había buscado desde tiempos antiguos. Este proceso descentralizador debe entenderse, entonces, como algo innato a la organización sociopolítica de los indios.22
Si bien, aunque el altépetl sufrió una transformación durante estos primeros años y jurídicamente se constituyó el pueblo de indios, el término continuó usándose como parte del lenguaje de los naturales para designar sus territorios; así lo apuntan María Elena Bernal y Ángel García:
Prueba de lo fundamental que resultó ser la organización del altépetl respecto a la vida socio-cultural de los grupos mesoamericanos es que todavía en los documentos de los siglos XVII y XVIII los nahuas pocas veces sustituyeron el término europeo pueblo por el suyo de altépetl, y en lugar de usar los conceptos de pueblo cabecera y pueblo sujeto prefirieron emplear altépetl y barrio.23
Dentro de este gran escenario que era el altépetl novohispano, se construyeron una serie de iglesias y parroquias donde se dio continuidad al proceso de evangelización iniciado por los primeros misioneros. La separación de los altepeme secundarios y la consiguiente construcción de templos trajo consigo el ingreso de más personal para el mantenimiento y atención de los nuevos recintos religiosos, incluidos por supuesto, los grupos de músicos.
En los mencionados recintos se conformó toda una estructura jerárquico-social compuesta por indios que se encargaban de hacer funcionar desde la administración hasta la limpieza. Este escenario secundario fue también el punto medular donde los músicos desarrollaron gran parte de sus actividades laborales relacionadas con el culto.
El componente humano en los conventos y parroquias
El altépetl prehispánico trasladó al altépetl novohispano sus raíces políticas y religiosas. Desde el periodo mesoamericano, la religión encarnada en el dios étnico y su templo fueron los símbolos, a la vez, de su unidad y su poder. No es casualidad, entonces, que tras la conformación de los pueblos de indios (altépetl novohispano)24 la edificación de iglesias cristianas fuera referente de un pasado anterior inmediato en la mente de los naturales; el templo católico sustituyó al adoratorio prehispánico. Como bien señala James Lockhart, los indios colaboraron activamente en la edificación y adorno de los conjuntos conventuales, tal y como lo habían ejecutado con sus antiguos recintos sagrados. La nobleza esperaba ocupar cargos dentro de la nueva estructura jerárquica de las iglesias, e hizo uso de sus antiguos métodos de adquisición de mano de obra y tributos para satisfacer los requerimientos de los templos católicos y mantener con decoro el «esplendor del culto».25
La construcción de los conjuntos conventuales pertenecientes a un altépetl complejo concluyó en el último cuarto del siglo XVI. Sin embargo, se dio un incremento en el número de clérigos nacidos en la Nueva España, los que, básicamente, engrosaron las filas del clero secular y originaron la creación de parroquias dentro de los límites jurisdiccionales de las antiguas doctrinas.26
La erección de parroquias gobernadas por el clero secular y el consiguiente reordenamiento de la jurisdicción eclesiástica, en el marco del conflicto entre el clero regular y secular, recibió un fuerte influjo de los indígenas, ya que las propias comunidades alentaron la edificación de nuevos templos. Las pequeñas unidades dentro del altépetl fueron requiriendo la construcción de iglesias; si bien este proceso había tenido su génesis a finales del siglo XVI, no fue sino al término del siglo XVII y principios del XVIII cuando adquirieron mayor preponderancia y fue desapareciendo la idea de iglesia de visita.27
La construcción de iglesias secundarias y la construcción de parroquias coincidió e interactuó con el aumento de las fuerzas que favorecían la fragmentación del altépetl, que coincidieron en parte con los intereses del clero secular. Una impresionante iglesia del calpolli podía ser argumento para que se creara una nueva parroquia, pero también para independizarse políticamente del altépetl, y muchas construcciones religiosas se llevaron a cabo precisamente con ese objetivo en mente.28
Entonces, la interrelación de la vida política y religiosa en el altépetl novohispano se puede ver reflejada, de manera externa, en el deseo de la comunidad por tener un templo que le diera distinción de ente autónomo y, además, forjara un espíritu de identidad entre sus habitantes. A nivel interno, se estableció un grupo conformado por los propios miembros de la comunidad que se encargarían de servir dentro de los sagrados recintos, eran conocidos como «gente de la iglesia».29
Ya fueran los grandes conjuntos conventuales de finales del siglo XVI o las parroquias secundarias de inicios del siglo XVIII, el clero, regular y secular, siempre requirió, en mayor o menor medida, del servicio de indios para satisfacer las necesidades materiales de sus conventos y casas curales, también fueron necesarios para ayudar en las ceremonias litúrgicas dentro de las iglesias. De los individuos dedicados a ejercer algún oficio dentro del espacio eclesiástico, se pueden distinguir tres categorías: en primer lugar, los indios destinados a la administración y dirección de los recintos: fiscales, alguaciles, escribanos y topiles;30 en segundo lugar, aquellos asignados al servicio dentro de los templos: músicos, sacristanes y acólitos; por último, personal del servicio doméstico: cocineras, conserjes, hortelanos, lavanderas y cargadores. No obstante, en otras regiones de la Nueva España se encuentra una serie de cargos con otras obligaciones.31
Al frente de la estructura jerárquica de quienes servían dentro de la Iglesia estaba el fiscal. Lidia Gómez García, en concordancia con Luis Reyes García, afirma que el cargo fue creado por los franciscanos para que apoyaran las tareas tocantes a la evangelización, aunque su importancia