Raúl Heliodoro Torres Medina

Música eclesiástica en el altépetl novohispano


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la comunidad, por lo general, de noble estirpe; era, por decirlo así, «la mano derecha y el principal intermediario del sacerdote español».33

      Para Lockhart, en cuestiones de orden eclesial, el fiscal tenía una autoridad similar a la del gobernador, pero en la jerarquía del altépetl se encontraba por debajo de éste; sin embargo, Gómez García asienta que para la región Puebla-Tlaxcala, se ocupó de tareas que recaían tanto en el ámbito eclesiástico como en el civil; esto último lo llevó a gozar de un lugar en el cabildo indígena y, por lo tanto, contaba con poder dentro de la esfera cultual y en la administración pública. Incluso, al ser considerado «ministro eclesiástico», las autoridades políticas españolas, como el corregidor y el alcalde mayor, no tenían competencia alguna en sus actividades, lo que originó una gran autonomía del cargo.34

      Si en principio, la fiscalía había sido creada para ayudar en las labores de adoctrinamiento y vigilancia, posteriormente, también recayó entre sus funciones realizar tareas administrativas tocantes al culto: adquisición del ajuar y cuidado del templo, desembolso de efectivo para sufragar materiales y servicios durante la fiesta del santo patrón y supervisión de las actividades de los indios que estaban al servicio del clero en los claustros y casas curiales. Todas estas responsabilidades requerían de dinero para ser solventadas, por tanto, los fiscales contaban con capitales y terrenos llamados bienes de propios —caudales comunales que podían ser administrados o arrendados—. Dentro de sus atribuciones en el ámbito civil tenía la facultad de rubricar sentencias en causas criminales, actuar como notario o, a falta de gobernador, se convertía en portavoz de la comunidad, etcétera.35

      En los últimos años del siglo XVI, el fiscal adquirió importancia como funcionario, por lo que muchas iglesias consagradas, incluso las de menor rango, contaban con uno de estos personajes. Por ejemplo, llegó a tener tanto peso en la comunidad, que, para solventar alguna misa o misas incluidas en un testamento, se vendía alguna propiedad del difunto y era este funcionario quien recogía el metálico y se encargaba del «aspecto corporativo de las ceremonias fúnebres».36 En ésta y otras labores era auxiliado por dos funcionarios bien identificados: el alguacil y el escribano.37

      No obstante, existen ejemplos de la malversación de los fondos testamentarios por parte del fiscal y de sus ayudantes.38 Además, debido a su capacidad de acción dentro de templos y conventos, el cargo le permitió, no sólo exigir dinero y maltratar a los miembros del altépetl, entre otros excesos, sino también a los propios servidores de la iglesia.39 A pesar de lo anterior, la fiscalía siguió funcionando hasta finales del periodo novohispano.40

      El elevado número de indios al servicio de los conventos del clero regular y las casas curales del clero secular fue notorio durante toda la época virreinal;41 uno de los casos más escandalosos fue el exceso de aquellos dedicados a la práctica de la música.42 Estos individuos obtuvieron tanta influencia dentro de su comunidad, como se observa en la labor del fiscal, que en muchos altepeme donde la presencia de los frailes o curas era nula, fueron ellos los verdaderos patrones de los templos. Aún en los centros religiosos donde había una presencia bien establecida del clero, su importancia fue clara.

      Los registros de los monasterios españoles hacen hincapié en el alto grado en que los frailes dependían de los funcionarios indígenas que en algunos casos mantenían sus propias cuentas, custodiaban todos los fondos de la iglesia incluyendo los que debían gastar los miembros de la orden, convertían en efectivo el ingreso en especie, hacían compras y préstamos y pagaban los salarios.43

      Si bien los clérigos ocupaban para su beneficio a muchos indios, éstos aceptaban las tareas porque, de algún modo, obtenían provecho de su condición, aunque no dejaran de ser simples sirvientes. Se han mencionado tres grandes grupos al servicio de las iglesias; cada uno recibió recompensas de distinta índole, sobre todo, aquellos enrolados dentro del primer y segundo grupo. El dedicado a la administración y dirección encontró poder, prestigio e influencia dentro de su comunidad, tal como se ha visto para el caso de la fiscalía. El asignado al servicio dentro de los templos obtuvo exenciones tributarias, liberación de cargas de trabajo y cierto prestigio social entre los miembros del altépetl o subaltépetl, como se verá a lo largo de este trabajo para el caso de los músicos. Estas razones fueron un poderoso aliciente para que los indios «aceptaran» ser oficiales dentro de los recintos cultuales.

      Uno de los oficios que fomentaron los frailes con mayor éxito y trascendencia, el cual fue destacado con orgullo en sus crónicas, y que tuvo gran arraigo entre los indios, fue precisamente el de músico, ya que formaba parte de su tradición laboral desde la época prehispánica. El estudio de la estructura interna de las agrupaciones musicales indígenas es primordial para entender su importancia, no sólo dentro del ritual sagrado, sino como parte del sistema de trabajo en la Nueva España y mucho después de la Independencia de México.

      Si bien la enseñanza del canto llano y de órgano estuvo a cargo de los frailes en los albores del periodo novohispano, fueron los propios indígenas quienes, posteriormente, enseñaron a los que pretendían ingresar a las capillas. Por ejemplo, fray Antonio Tello relataba que un indio llamado Pablo Juan había sido un «gran músico y cantor, […] enseñó a muchos naturales a leer música y canto, con que salieron muchos buenos músicos, cantores y ministriles para el servicio de la iglesia».44

      Las organizaciones donde se agrupaban los músicos indígenas novohispanos se pueden dividir en dos: los músicos que se encontraban insertos en una iglesia, los cuales se subdividen a su vez entre las capillas de música y los ternos músicos y, por otro lado, los músicos independientes. Estos últimos son difíciles de rastrear porque, al no estar ligados a la estructura eclesial, la documentación sólo hace referencia, de manera aleatoria, a su quehacer musical. Por lo menos desde 1628 se tiene noticia de este tipo de músicos indígenas, pero no es descabellado pensar que desde mucho antes deambularan por los atrios de los templos.45

      La capilla de música funcionaba para los altepeme importantes, quienes contaban con más dinero para sostener a estos grupos numerosos de indios, en tanto que los ternos (que como su nombre lo indica estaban compuestos por tres individuos) prestaban sus servicios en los subaltepeme cuya capacidad económica era modesta. Para desarrollar esta idea, se permitirá que sean los propios músicos indígenas quienes expliquen esta diferencia. En un documento de 1799, los músicos de Zumpango afirmaban que en los curatos foráneos:

      no se verifica haber Capillas, sino unos cuantos cantores, que ofician en sus funciones con el órgano si lo tienen, de suerte que si como en nuestro pueblo y otros como en Teotihuacán, Chautla y Tulancingo, que se han dedicado a mantener capilla compuesta de voces y diversidad de instrumentos, […] supuesto que no es lo mismo oficiar una misa con canto llano por dos o tres cantores que oficiarla con composiciones pomposas de mucha música y trabajo así antiguas como modernas por sus correspondientes voces de tiples, tenores y bajos y sus equivalentes instrumentos de violín, viola, contrabajo, trompas, oboe, flautas y timbales pues todo es digno de distinto premio como que para desempeñar los deberes de nuestro oficio nos han costado muchos pesos, así los instrumentos como las obras, que se han compuesto y escrito de misas, villancicos, arias, oberturas y tríos por diversos autores de nuestra América y de la Europa para el mayor lucimiento del coro.46

      Es evidente la distinción que hacen entre las capillas integradas por instrumentistas y cantores y los ternos o duetos de cantores. La diferencia gira en torno a la capacidad económica; sin embargo, el reducido número de estos últimos había sido establecido por real cédula en 1618,47 pero resulta obvio que nunca se cumplió, como se verá más adelante. Otra razón pudo haber sido la falta de una escoleta para la formación de nuevos músicos o la merma de integrantes debido a las epidemias. Los ternos pudieran haber estado compuestos por los mencionados tres cantores acompañados por un organista o bien, dos cantores y un instrumentista (bajonero) como se muestra en un segmento de la extrema derecha del retablo de Nuestra Señora del Carmen en Tamazulapan,