Raúl Román Romero

Desde otros Caribes


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imperiales que fragmentó sus pueblos —que, a la vez, siempre se mantuvieron conectados por el mar (e incluso por rutas hacia los espacios interiores)— hasta la aparición del avión en el siglo XX. No obstante, como lo sabe cualquier viajero del área, a pesar de esta apariencia de conectividad aérea, se mantienen en la región las enormes dificultades de desplazamiento entre áreas que fueron alguna vez pertenencias de diferentes imperios.

      Durante la Edad Moderna fue una región enlazada por el mercantilismo, primero, y el libre comercio, después, que tejió un universo de relaciones a través del comercio y sus urgencias, como lo demuestran los idiomas surgidos de esta actividad (pidgin, patois, creole). Sin embargo, tras la llegada de las revoluciones liberales atlánticas, su proyecto político uniformizado saltó nuevamente en mil pedazos, separando los destinos del Caribe continental del insular; sin llegar a cortar las conexiones marítimas, dibujó fronteras imaginarias que empezaron a distanciar a sus habitantes en ficticias identidades políticas imaginadas, como observamos aún hoy en las fronteras contemporáneas. Se evidencia, así, una dinámica de conexión y desconexión, de fragmentación y unidad, y de rutas que atraviesan la región por caminos que, a veces, zigzaguean, o que se suman a la condición de caminos “submarinos”, caracterizada en la obra de poetas e intelectuales como Kamau Brathwaite o Édouard Glissant.

      El proyecto político de construcción de los Estados nación compartimentó los litorales costeros y los volcó hacia el interior del continente en diversos procesos políticos durante un largo y convulso siglo XIX, lleno de conflictos civiles que tiñeron de sangre la tierra americana. Ejemplo de ello fue el fracaso del proyecto político de Simón Bolívar, al intentar construir la Gran Colombia, o el de las Provincias Unidas de Centroamérica, que quebró la cintura del continente. Mientras tanto, el modelo monoexportador y dependiente de las islas derivó hacia un proceso político bien diferente, que enfocó su esfuerzo en una mayor participación política de lo criollo en las instituciones de gobiernos coloniales y en un intento por abolir la cruel, anacrónica —y cada vez menos rentable, en términos económicos— institución de la esclavitud, sin hacer mucho aún por construir naciones (salvo la excepción de Haití, tras su revolución negra) y sin cortar sus lazos con las metrópolis. Dos destinos diferentes para una vecindad que separó sus caminos.

      La concepción racial y el determinismo geográfico del siglo XIX, que proclamaba la superioridad de lo blanco, vio en las costas litorales —territorios ardientes, de mayoría de población afrodescendiente, indo-oriental, indígena o mestiza— una degeneración racial: estos sujetos fueron intencionalmente excluidos y silenciados de los relatos nacionales. Ahora bien, cuando las garras del capitalismo depredador de las plantaciones de azúcar, banano y henequén demandaron nuevamente mano de obra para las cosechas, fueron devueltos a condiciones laborales infames hasta el crack de 1929; recordemos, como ejemplo, la llegada de los coolies chinos a América, en general, y al Caribe, en particular. Los avances industriales de las potencias dominantes iniciaron el desarrollo de grandes obras de infraestructura como el canal de Panamá, la construcción de ferrocarriles y la extensión del telégrafo, que acortaron las distancias del mundo al tiempo que intensificaron los flujos de población al interior de la región. Chinos, asiáticos y descendientes de esclavizados, abandonados a su suerte tras el fin de la esclavitud, circularon de las islas al continente y viceversa, mezclando aún más sus pueblos, costumbres, creencias y formas de vida.

      No es fácil estudiar una región que soportó, durante el largo siglo XX, revoluciones y guerras, que provocaron desencuentros y tensiones alimentadas por las disputas ideológicas y muchos intereses a la hora de intentar comprenderla e interpretarla, habiendo excesos desde todas las partes. Ahora en el siglo XXI, reconociendo la necesidad de cambiar los relatos nacionales e ideologizados del pasado, de comprender y valorar la riqueza cultural, histórica y artística, sentimos la necesidad de aplicar la transdisciplinariedad para mirar el Caribe de una forma más actual, reconociendo sus particularidades y múltiples expresiones, y tratando de ir más allá del simple conocimiento de las disciplinas especializadas, haciendo de la suma de todas ellas un aporte más complejo e innovador para su entendimiento. Entendemos, como sostiene en su propuesta de la geopoética como disciplina productora de conocimiento la investigadora Margarita Vargas, que la transdisciplinariedad es cada vez más necesaria en las propuestas actuales de enseñanza-aprendizaje y que necesitamos, cada vez más, crear metodologías y herramientas de análisis transdisciplinares que puedan suponer cambios en los paradigmas analíticos y en el posicionamiento de fronteras y márgenes, de las distintas formas de producir conocimiento, que faciliten el diálogo entre todas ellas.

      Es a partir de estas interrogaciones que se desarrolla el proyecto de investigación del que surgió este libro. Si bien el proyecto se planteó a partir de un corpus afín a los estudios literarios, los caminos de abordaje fueron necesariamente transdisciplinarios. La identificación de patrones de insularidad, que parecen repetirse a través de la zona continental, permite comprender las maneras en que los espacios del Caribe continental se articulan con los otros territorios insulares y, además, con sus “otros” contextos nacionales/regionales/continentales, exponiéndose, además, las interconexiones transfronterizas, translingüísticas, y los múltiples nexos identitarios que surgen.

      Así, es importante reconocer que una zona que se caracteriza por la heterogeneidad lingüística (maya, wayuunaiki, español, inglés, francés, neerlandés, creole), espacial y transfronteriza, resulta demasiado amplia para comprenderse solitariamente; esta investigación es un trabajo en equipo que ha buscado retroalimentarse a través de la inter y la transdisciplinariedad. La mirada transdisciplinar ofrece no solamente una metodología distinta, sino también un paradigma alterno para representar el área Caribe: uno que privilegia espacios fronterizos porosos y visibiliza las voces de otras historias identitarias, al confrontar y dialogar desde y a propósito de las diferencias disciplinares.

      El proyecto “Representaciones literarias de insularidad en escritores de Yucatán, Belice y Guyana. Hacia un modelo para el Caribe continental”, financiado por Conacyt (CB257673) y liderado desde la Universidad Autónoma de Yucatán, México, ayudó a acercar, por más de tres años, una sólida y experimentada red de investigadores internacionales con un mismo objeto de estudio: el Caribe. Se consolidan, así, varios años de trabajo de mano de investigadores en diversos lugares del Caribe no-insular; los sitios de discusión transdisciplinarios en donde se forjó este libro han surgido, en particular, de las colaboraciones desde el Caribe mexicano, el Caribe peninsular en Yucatán, el Caribe colombiano y el Caribe chicano.

      El grupo de trabajo incorpora historiadores y geógrafos, además de estudiosos de la literatura y los estudios culturales, que contribuyen a la discusión del área desde la especificidad de su contexto. Con el apoyo de la Beca de Ciencias Básicas (Conacyt-México) ha sido posible consolidar este grupo de investigadores, facilitando la participación constante de los integrantes en seminarios y congresos, en publicaciones colectivas situadas en importantes revistas de la región (en español e inglés), y en diálogos y conferencias, aportando también a diversos programas académicos tanto de licenciatura como de posgrado; hoy en día, mientras elaboramos este texto durante la pandemia del coronavirus, todo esto se realiza cada vez más, y de manera muy efectiva, por medio de las TIC.

      Es pertinente destacar el seminario “El Caribe. Visiones históricas de la región”, dirigido durante más de quince años por la Dra. Laura Muñoz Mata (Instituto Mora, México), el cual ha sido el primer sitio de diálogo de los investigadores participantes e importante antecedente al seminario permanente “Estudios sobre el Caribe: perspectivas transdisciplinarias” que se reunió cada mes, de 2017 a 2020, en espacios interinstitucionales en Yucatán, y que ha fungido como laboratorio transdisciplinario e interactivo. Las conferencias presentadas se encuentran en el sitio de YouTube “Caribe Transdisciplinario”.